El juez que instruye la quiebra de Centennial ha abierto una pieza separada para investigar si existen motivos suficientes para que sea declarada fraudulenta, tal y como solicitan el fiscal, el comisario, sindicatura y los acreedores.
El juez que instruye la quiebra de Centennial ha abierto una pieza separada para investigar si existen motivos suficientes para que sea declarada fraudulenta, tal y como solicitan el fiscal, el comisario, sindicatura y los acreedores.Todos los que en su día fueron administradores de la compañía prestaron declaración el pasado jueves en el Juzgado de 1ª Instancia nº 5 de Palma sobre este particular. En este juzgado se tramita e expediente de quiebra de la compañía aérea. «Por la posible comisión de un delito de insolvencia punible». Este es el motivo por el que una entidad mercantil, denominada Ibmagra y acreedora de la compañía aérea Centennial Airlines, presentó el pasado año y fue admitida a trámite un querella criminal contra las personas que en su día fueron sus administradores. En concreto, la querella va dirigida contra Silvia Campillo, Juan González-Moro Quiroga, Rafael Pola Mínguez, Tomás Cano Pascual, el empresario de salas de fiestas Bartolomé Cursach Mas, Juan Cirer Mas, Julián Fernández Barbero y Francisco Carrión Orfila, ex propietario de El Caserio y la persona que ostentó el cargo de presidente de manera honorífica de la compañía aérea. Centennial fue declarada en quiebra y se retrotrajeron sus efectos al 1 de septiembre de 1995. El pasivo de la compañía, la deuda con los acreedores, ascendió a 23,3 millones de euros ( 3.886 millones de pesetas). Según se expone en el texto de la querella, la quiebra es consecuencia de haber iniciado las operaciones aéreas «sin capital o con capitales ficticios», además de haber «creado deudas supuestas, comprando acciones con dinero de la propia compañía» y en definitiva, «una serie de maquinaciones defraudatorias y falsarias». Dichas maquinaciones han quedado constatadas, según los querellantes, en diversos procedimientos entablados por la sindicatura de la quiebra contra los querellados. La primera aconteció el 29 de enero de 1993 cuando se procedió a una primera ampliación de capital en la que no se aportaron 75 millones de pesetas. La segunda, cuatro días después, el 2 de febrero, cuando se acordó una ampliación de capital de 280 millones pero para la que nunca se desembolsaron 225 millones de pesetas. Tampoco lo hicieron el 30 de noviembre de 1994 cuando adquirieron los querellados determinado número de acciones de la compañía. Además, Tomás Cano compró las acciones de Cursach, Pola, Campillo, Cirer y González por un montante global de 50 millones de pesetas, dinero que salió de la propia compañía aérea. Al margen de estas ampliaciones de capital ficticias o no desembolsadas, se llevaron a cabo emisiones de facturas por importe de 20 millones de pesetas cada una a favor de la entidad Aircraft Leasing & Management por la supuesta realización de unos servicios a Centennial Airlines que resultaron inexistentes pero por los que sí se efectuó el pago. A criterio de los instantes de la querella, «los querellados han realizado toda una serie de maniobras apropiatorias y falsarias que en su día provocaron la quiebra de Centennial Airlines», y estas conductas, según la Audiencia Provincial, pueden ser constitutivas de una infracción tipificada en el Código Penal. Carrión no tiene miedo a hablar. El que fuera presidente de la compañía aérea Centennial Airlines, Francisco Carrión Orfila, aseguró al término de su declaración en la pieza separada para determinar si la quiebra de esta empresa fue fraudulenta o no, que en su momento emprenderá las acciones judiciales oportunas y que considere conforme a derecho para restituir su imagen personal y profesional, ya que «el que no tiene nada que esconder, no tiene miedo a hablar». Carrión es uno de los antiguos propietarios de El Caserío que vendieron sus acciones a la multinacional Kraft y por los que obtuvo multimillonarios ingresos que invirtió en diversas actividades. Una de ellas fue la creación de la compañía Centenal, a la que concurrió al escuchar los cantos de sirena de Tomás Cano, un hombre que se ha movido en el mundo aeronáutico y al que se le reconoce un conocimiento exacto de este negocio. De hecho, tras la quiebra de Centennial Airlines se involucró en la creación y puesta en marcha de otras compañías aéreas, esta vez de la mano financiera de Bartolome Cursach Mas y con las siglas BCM, el nombre comercial de una conocida discoteca de Magalluf. Este proyecto también resultó fallido y los aviones no llegaron a despegar. (D.F., diario El Mundo-El Día de Baleares, 14/06/02)
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