Debía servir de ejemplo, ahora que tanto hablamos de moratorias, lo que ha ocurrido en el Puerto de la Cruz durante los últimos veinte años.
Por causas de todos conocidas (el casi cierre del Tenerife Norte y el «gran boom» del Sur de la Isla), el Puerto de la Cruz, sin que nadie se lo impusiera, generó, automáticamente, una necesaria moratoria que manteniendo las mismas camas, o más bien disminuyendo su número por el cierre o reconversión de algunos establecimientos, ha logrado mejorar sus cifras de ocupación hasta ser las más altas de Canarias. Ha conseguido, además, conservar su «caché», ese ambiente agradable, tranquilo, que tanto seduce a sus visitantes, que disfrutan de un pueblo bellísimo que sigue cuidándose, cada día, con la atención a sus jardines, sus playas, sus plazas y sus rincones.
El Puerto de la Cruz, como consecuencia, no se ha masificado ni se ha convertido en ese desagradable «prototipo» de Ciudad Turística. Ahora mismo se ejecutan, lentamente, eso sí, mejoras sustanciales: el Parque del Taoro, que algún año habrá de terminarse; la ladera de Martiánez, que se convertirá en un céntrico parque de gran atractivo; el Parque Marítimo, obra lentísima que, fase a fase, llegará a término; el puerto deportivo-pesquero-comercial, cuyo proyecto ya debe estar terminado y comenzará a ejecutarse algún día; la planta depuradora de aguas residuales; las nuevas vías de acceso a la Ciudad, etc.
Los sucesivos alcaldes se desesperan ante la lentitud. Las sucesivas oposiciones les exigen sin «piedad»... Pero el Puerto de la Cruz tiene su «marcha»... lenta, pero marcha... Bonito, agradable, tranquilo... La experiencia va demostrando que así es mejor. Aunque algunos, muchos, nos desesperemos ante esa marcha. (El Día)
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