La fuerte crisis que padecen las principales compañías aéreas, excepción hecha de las de bajo coste, está modificando a grandes pasos el escenario tradicional del sector. Compañías generalmente sólidas en sus cuentas de resultados como American o British están afrontando como pueden una travesía del desierto que comenzó en 2001 y se acentuó con los atentados del 11 de septiembre.
La fuerte crisis que padecen las principales compañías aéreas, excepción hecha de las de bajo coste, está modificando a grandes pasos el escenario tradicional del sector. Compañías generalmente sólidas en sus cuentas de resultados como American o British están afrontando como pueden una travesía del desierto que comenzó en 2001 y se acentuó con los atentados del 11 de septiembre.La aerolínea británica presentó ayer uno de los peores resultados de su historia, tras anunciar que durante el tercer trimestre del pasado ejercicio entró en números rojos. En concreto contabilizó unas pérdidas brutas de 262,3 millones de euros, cuando en el mismo periodo de 2001 había obtenido beneficios cifrados en 106,56 millones de euros. Y en los nueve primeros meses acumula unas pérdidas brutas de 188,52 millones de euros y unas pérdidas de explotación de 106,56 millones. Las consecuencias directas no se harán esperar y el próximo 13 de febrero, víspera de San Valentín, la compañía hará público el nuevo plan de reestructuración, que entre otros aspectos incluirá despidos complementarios a los 7.000 ya anunciados, sobre una plantilla integrada por 57.000 personas. Rod Eddington, director general de la compañía, reconoció ayer ante los micrófonos de la BBC que «vamos a tener que suprimir empleos, es verdad». Según la prensa británica, entre las distintas opciones que baraja la compañía figuran abandonar Gatwick, el segundo aeropuerto de Londres por excelencia, y suprimir el servicio a bordo en sus vuelos intraeuropeos. Los analistas no se atreven a calibrar la dimensión de la crisis, ni las consecuencias que conllevará el nuevo plan de reestructuración en la todavía primera compañía de bandera europea. Problemas económicos aparte, la reciente ruptura de la alianza estratégica con American Airlines como consecuencia de las fuertes condiciones impuestas por el Gobierno norteamericano (a la cesión de 234 slots en el aeropuerto de Heathrow) han acentuado su debilidad, precisamente en el negocio (vuelos trasatlánticos) que le ha sumido en la crisis. La gran beneficiada de esta trama con futuro incierto es Iberia, una compañía que siempre ha jugado un discreto pero efectivo papel en la alianza Oneworld, de la que también son socios British, American Airlines, Qantas, Cathay Pacific, Finnair, Lanchile y Aer Lingus. El fracaso del acuerdo comercial entre las compañías británica y norteamericana ha puesto en tela de juicio el futuro de Oneworld, una de las tres grandes alianzas que existen en el negocio aéreo junto a Skyteam (liderada por Delta y Air France) y Star Alliance (por Lufthansa y United). Para clarificar su futuro, el próximo día 21 de febrero se reunirán en Santiago de Chile los presidentes de las compañías de Oneworld. Al día de hoy es muy difícil saber los resultados del encuentro, que a buen seguro potenciará la alianza o acabará con ella. Iberia acude a la cita más fortalecida que sus colegas, gracias a los resultados cosechados en 2001, que aunque malos (8.351 millones de beneficio) fueron bastante mejores que las pérdidas millonarias de British y American, por lo que su opinión y estrategia serán ahora más tenidos en cuenta que nunca. (A. Laso, A. Polo, diario ABC, 05/02/02)
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