Viviendas turísticas: matar moscas a cañonazos
Un análisis de Ángeles Vargas
Publicada 27/08/18- En el problema de las viviendas turísticas hay quienes ven los enemigos donde no están y otros confunden términos
- La CNMC hace su trabajo centrándose en la eficiencia económica pero olvida hacer un planteamiento social
- Los hoteles se enfrentan a un entorno irremediablemente cambiante con nueva oferta alternativa cada día
Análisis/ Saturación turística, convivencia vecinal, economía colaborativa, libre competencia,… Son los términos que estamos escuchando hasta la saciedad en los últimos años, los primeros como problema social, los segundos como argumentos para defender lo a veces indefendible. Mientras, el verdadero parámetro que el sector turístico desde su experiencia está defendiendo no está siendo a menudo escuchado, y ni mucho menos asumido, por aquellos que tienen en su mano atajar el problema.
Legalidad, sólo piden eso, nada más y nada menos. Legalidad y sentido común, que nunca hay que dejarlo atrás. Esta misma semana, Hosteltur publicaba que Cinco conventos y monasterios de Granada van camino de convertirse en hoteles, una noticia en la que se explicaba cómo el Ayuntamiento de Granada está dando los pasos necesarios para que dos monasterios y tres conventos de la ciudad ya deshabitados puedan convertirse en alojamientos.
La cuestión es que desde una formación política se rechaza esta iniciativa por considerar que contribuye a la saturación del destino y perjudica a la convivencia. Personalmente creo que no es así. Creando alojamientos singulares reglados con todas las garantías de calidad, seguridad y salubridad se contribuye a evitar que los visitantes opten por la oferta ilegal, que es la que realmente satura. Es decir, se estaría abriendo la posibilidad en este caso de que el turista cultural que tan a menudo acude a esta ciudad viva una experiencia diferente también con su alojamiento. Todo ello teniendo en cuenta que Granada es una de las ciudades españolas con más presión de viviendas turísticas, pero dudo de que los alojados en el convento sean el tipo de turista que molesta a los vecinos llamando a las dos de la madrugada porque perdió la llave del portal y sube borracho.
Tampoco parece tener una visión global de la problemática la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) cuando ha decidido impugnar las normativas urbanísticas sobre viviendas turísticas aprobadas recientemente por los ayuntamientos de Madrid, Bilbao y San Sebastián, esgrimiendo razones de “eficiencia económica”, decisión de la que informó a comienzo de agosto este diario en Competencia recurre las normas de alquiler turístico de Madrid y País Vasco.
A la Comisión no le parecen oportunas ciertas exigencias que se intentan regular en las grandes ciudades, mientras que difícilmente creo que le pareciese adecuado que los hoteles y apartamentos turísticos que cumplen con las suyas dejasen de hacerlo. De ahí que entre algunos de los ayuntamientos más sensibilizados con esta problemática se hayan lanzado este verano la campaña #fairtourism, con la que los de Sevilla, Barcelona y Santiago de Compostela lanzan una campaña conjunta para sensibilizar a la población contra los pisos turísticos ilegales, según Sevilla, Barcelona y Santiago, juntas contra los pisos turísticos ilegales.
La idea, como puede verse en este cartel de la fotografía, es insistir en el mismo planteamiento con frases como esta: “Que esta cama tenga 2.519 recomendaciones no significa que sea legal. Antes de reservar comprueba si tu alojamiento está en el registro turístico”.
Luego está también otro aspecto que se confunde mucho en los medios de comunicación y entre la clase política, que es el de los términos con los que se alude a las viviendas turísticas. Ayer mismo he vuelto a ver otro titular en un periódico que habla de las viviviendas en alquiler utilizando el término "apartamentos turísticos", una denominación con la que se alude a los establecimientos turíticos formados por apartamentos "de toda la vida", y a los que ahora resulta que les está tocando defenderse porque hay quien los acusa de ser ilegales en medio de la confusión.
Aceptar que el pasado no volverá
Legalidad, convivencia, y añado algo más, aceptación. El cliente está cambiando, está teniendo la oportunidad de probar otras alternativas a la hora de alojarse. Cada día más alojamientos originales, con un atractivos único se suman a las webs de oferta vacacional, creando nuevas necesidades.
Y es que muchas veces no es cuestión de precio, no siempre el turista que se aloja en una vivienda de alquiler es un turista low cost. Y cabe plantearse si no ha llegado el momento de aceptar que el pasado no volverá, que no todos los turistas preferirán el hotel, y que quizá haya que dejar de hacerlos como cajas de zapatos, con ese diseño impersonal e increíblemente soso que nos encontramos en muchos hoteles nuevos.
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