Los millennials y la economía colaborativa
El precio es aparentemente la única ventaja competitiva del P2P frente a la oferta hotelera
Publicada 23/03/15Análisis/No hay nada como escuchar a los jóvenes, y ya de por sí esta expresión envejece al que la dice, para darse cuenta que ya se ha producido un salto generacional, que ya no ves las cosas como ellos, sobre todo en temas tan novedosos y de actualidad como la economía colaborativa. Olvídense de todas las estrategias que utilizan para “vendérnosla” a los que ya no somos tan jóvenes. Los millennials lo tienen claro: el quid de la cuestión es única y exclusivamente el precio.
David Mora, director del Máster Universitario en Dirección y Gestión Hotelera Internacional de la Universidad Europea de Madrid ('David Mora, nuevo director del Máster de Dirección Hotelera en la Universidad Europea', publicado por HOSTELTUR noticias de turismo), nos invitó a Juan Daniel Núñez, redactor jefe de TecnoHotel, y a mí a participar en un debate con sus alumnos sobre economía colaborativa que ha sido muy revelador, en el que han caído muchos de los “mitos” con los que este tipo de oferta “alternativa” pretende limpiar su imagen “alegal”.
¿Se acuerdan del valor experiencial que enarbolan como elemento distintivo y de su capacidad para facilitar el contacto con la población local que promueven frente a la oferta hotelera? Pues los millennials lo que valoran por encima de todo son tres aspectos: precio, precio y precio. En cuarto lugar aparece su céntrica ubicación en destinos urbanos, pero es claramente secundario. Ni una palabra de vivir una experiencia diferente ni de establecer contacto con la gente que vive allí. La principal, y yo diría después de escucharles que la única, ventaja competitiva de Airbnb frente a la oferta reglada es el precio. Punto.
Un precio que, lógicamente, se verá afectado cuando se regule su actividad, algo en lo que todos estábamos de acuerdo, al igual que en que debe ser una regulación específica, diferente de la hotelera. También coincidimos en que, ante esta nueva competencia, que definitivamente ha llegado para quedarse, a los hoteles no les queda otra que intentar aplicar a su modelo lo que está funcionando en el P2P, y que sólo los que sepan responder a los nuevos gustos y necesidades de sus clientes serán los que sobrevivan.
Lo que está claro que no sobrevivirá, al menos como lo conocemos ahora, es el sistema de clasificación hotelera por estrellas, porque ya no le prestan atención. Les da igual la categoría de un establecimiento, ha dejado de tener importancia; ellos sólo se fían de puntuaciones y comentarios en TripAdvisor y Booking.
¿Economía colaborativa o negocio puro y duro?
Aunque la pregunta debería ser por qué seguimos hablando de economía colaborativa, aunque precedido siempre del apelativo de ‘mal llamada’, cuando es un negocio puro y duro. El valor de dar uso, o un mejor uso, a un bien infrautilizado en aras de la sostenibilidad se va al carajo ante la verdadera razón de ser de compartirlo: ganar dinero con ello. Sea tu casa, una segunda residencia o tu coche. En Blablacar no se cobra para compartir los gastos de un viaje, se cobra para cubrir gastos y sacar una pequeña rentabilidad.
Vistas así las cosas, lo “mejor” está por venir. Preguntados los alumnos por cómo ven el futuro de las apps, señalaron su proliferación a todas las facetas de la vida diaria, incluido, atención, el aparcamiento en plena calle. Algunos comentaron que ya existía, pero me resisto a creerlo: una aplicación con la que, al retirar tu vehículo de la vía pública, ofreces el sitio que dejas libre por una cantidad irrisoria, de entre uno y tres euros. ¡Pero en plena calle! Estás “vendiendo” un espacio que no es tuyo, que es público. Los estudiantes argumentaban que en realidad el que lo “compra” está pagando por su tiempo, para evitar seguir buscando sitio para aparcar en zonas en las que es prácticamente imposible.
Lo siento, pero aunque sólo sea por principios, me niego a entrar en ese juego. Prefiero aparcar en otra galaxia, si es necesario. Pero lo que más me ha llamado la atención es que no les sorprendía e incluso lo justificaban. Así que prepárense para lo que está por llegar: el uso de cualquier tipo de bien, sea o no tuyo, tiene un precio. Y si hay alguien dispuesto a pagarlo, siempre habrá alguien que quiera “venderlo”. Esto no ha hecho más que empezar.
Sobre este mismo tema ver también el análisis de Xavi Canalis 'Economía colaborativa: son lobos con piel de cordero'.
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