El Ministerio de la Verdad o los eufemismos económicos de cada día
El turismo sigue sin ser estratégico
Publicada 17/10/13Análisis/ Las cifras y los conceptos económicos se han convertido, gracias a la crisis y a los recortes, en el pilar de la actualidad y de la actividad pública del Gobierno de Mariano Rajoy. La preocupación de la ciudadanía es evidente: las palabras no han tenido un efecto mágico y la luz al final del túnel que se anuncia desde hace años sigue sin verse en realidad, porque a la economía productiva, que es la que cuenta el dinero en sueldos, ingresos, beneficios y costes, la de los millones de pymes, autónomos, asalariados y familias de este país, las macro cifras o los macro conceptos económicos no le sirven de mucho.
Me ha gustado el artículo de la periodista Pilar Portero titulado “El PP deposita sus esperanzas electorales en el Ministerio de la Verdad”. Pienso que refleja muy clara y descarnadamente la situación actual, en que las mentiras del principio de la legislatura han tenido que apuntalarse con nuevas mentiras, y así hasta el infinito. Es curioso porque el PP, en la oposición, criticaba con mucha razón las mentiras (eufemismos) del Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero… aquella famosa “desaceleración” que evitaba hablar de crisis hasta que ésta se nos cayó encima con todo su peso. Debe ser cierto eso de que una mentira es como una bola de nieve: cuanto más tiempo se hace rodar, más grande se vuelve, porque ya es gigantesca, imparable, inconmensurable...
Portero se refiere al Ministerio de la Verdad de la novela de Orwell “1984”, donde un ministerio creado expresamente se encarga de maquillar la realidad y recolocar según los intereses de quien gobierna el puzle de la Historia. La necesidad de la mentira y de la interpretación mentirosa de las cifras económicas ha llegado a un punto alarmante en España: el PP teme la factura en votos que los recortes efectuados y una política que dudosamente va a favor del ciudadano y sí de las grandes fortunas y los bancos puede acarrearle en, por ejemplo, las elecciones europeas del mes de mayo. Ese miedo a la pérdida de votos puede ser lo que explique la carrera sin sentido en la que se han sumergido los ministros de Rajoy para maquillar, disimular, mal interpretar y directamente mentir en torno a las cifras económicas.
El último ejemplo de esta carrera lo protagonizó la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría el viernes pasado en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, donde llegó a decir hasta en cuatro ocasiones que más de medio millón de parados defraudaba al Estado. Esta cifra supondría que la sexta parte de los parados que cobran prestaciones de desempleo (2,9 millones de personas) son unos estafadores. Y reiteró “estoy hablando de personas que cobran prestación por desempleo y que, sin embargo, trabajan en b".
Y eso a pesar de que según el Gobierno, en el primer semestre de este año se retiró la prestación a 60.000 beneficiarios y, de éstos, solo 5.833 eran falsos parados, es decir, personas que cobraban la prestación al mismo tiempo que trabajaban.
Es posible que fuera un error de interpretación estadística de la vicepresidenta, pero en este caso lo lógico hubiera sido aclarar el error y pedir disculpas por considerar unos estafadores a tantos miles de españoles parados y seguramente con dificultades de subsistencia a pesar de cobrar la prestación que, por otro lado, no es una caridad del Gobierno sino un dinero del trabajador, por el que ha cotizado.
Mentiras y eufemismos
El ejemplo inmediatamente anterior a éste nos lo dio la semana pasada otro campeón del eufemismo: el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, en el Congreso de los Diputados... o sea, ante la representación democrática de los españoles. El ministro dijo sin sonrojarse que en España “los salarios no están bajando, sino que están creciendo moderadamente”... algo que está en la línea de esos eufemismos económicos que se ha inventado el poder (y esto va más allá de los colores políticos) para, directamente, engañar al ciudadano, esconder la verdad.
Veamos algunos de ellos: “Fondo de liquidez” o “apoyo financiero” (dinero a expuertas para los bancos, sin que haya llegado ese dinero a la empresa y al ciudadano, para evitar la palabra “rescate”); “tensiones de tesorería” (para no decir que no hay ni un euro en el cajón); “desaceleración económica” (para no admitir la crisis que llega); “reformas económicas” (en realidad son recortes, las reformas tienen el objetivo de mejorar la eficiencia del sistema, pero las medidas adoptadas, no); “tasa de crecimiento negativo” (muy curioso: el crecimiento es crecimiento y siempre es positivo, el crecimiento negativo no existe porque no es crecimiento); lo mismo con el “crecimiento cero” (que tampoco existe); “cambios de ponderación fiscal” (por no decir subida de impuestos); el famoso Sareb o Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (o sea, el “banco malo” que se queda con los activos tóxicos, como si los otros bancos hubieran sido “bancos buenos”); “consolidación fiscal” (para no decir "vamos a terminar con el déficit, así que no aumentaremos el gasto y recortaremos servicios públicos "); “devaluación competitiva de los salarios” (así es como llama el Banco Central Europeo y por extensión, el Gobierno, al descenso de sueldos de los trabajadores); “esfuerzos adicionales” (que quiere decir “os vamos a subir los impuestos, rebajar los sueldos y elevar las tasas"); “flexibilidad del mercado laboral” (que significa que será más fácil y barato el despido y que crecerán los contratos temporales y de baja calidad); “moderación salarial” (que quiere decir que los sueldos subirán menos que la inflación)...
Podemos llamarlos eufemismos, es una palabra más elegante, pero en realidad son palabras fraudulentas para referirse a la realidad, ocultándola. El ciudadano es tratado así como un débil mental incapaz de entender la situación real: hay que suavizársela, funcionar a base de hechos consumados y dejar que se vaya haciendo a la tragedia sin anunciársela, sin que lo sepa, sin darse cuenta y pensando, encima, que “podía haber sido peor”. Y quien quiera entender de lo que hablan nuestros representantes políticos, mejor que se haga con algún manual de eufemismos económicos o que, sencillamente, piense que la verdad es exactamente lo contrario a lo que está diciendo ese señor (o señora).
¿Y el turismo? Bien, gracias
Y entre todo este maremágnum de palabrería al Gobierno se le han traspapelado las promesas de apoyo al sector turístico, que no se han traducido en el apoyo a las empresas ni a los trabajadores españoles, que van a convertirse en los chinos de Europa. El único objetivo es ingresar más en las arcas del Estado, ya sea dinero procedente de la empresa, ya sea dinero procedente del trabajador. El turismo no ha sido, no es ni será un sector estratégico para este Gobierno sino solamente una caja para recaudar dinero fácil.
El último encontronazo con la realidad han sido los Presupuestos Generales del Estado, tal y como hemos informado en Los hoteleros, decepcionados con las partidas de Turismo en los Presupuestos. La inversión real en turismo ha caído un 74% en cinco años en España, y los presupuestos de 2014 muestran una ecuación inquietante: prevén una inversión real de 33,7 millones de euros, y prevén además unos gastos de personal de 25,14 millones de euros y un gasto corriente de 14,59 millones… o sea, que pagar al personal y pagar lo que necesitará ese personal para cumplir con su trabajo se llevará más dinero (39,73 millones) que el objetivo fundamental de coordinación y promoción del turismo que se supone que tiene el Ministerio de Industria, Energía y Turismo (ver La inversión real en Turismo cae un 74% en cinco años).
Es posible que las grandes cifras de la economía española estén mejorando y que la prima de riesgo, que llegó a ser una prima de todas las familias españolas no hace tanto porque se hablaba de ella más que de la prima del pueblo, esté donde debe estar o muy cerca. Pero el crédito sigue sin llegar a las pymes y muchos emprendedores se quedan con el proyecto sobre la mesa porque los trámites son engorrosos y el dinero no fluye. Y las familias siguen sin consumir y claro, sin viajar: descenso de la estancia media para el mercado nacional, descenso del gasto, descenso de las pernoctaciones...
Me pregunto si cuando los miembros del Consejo de Ministros hablan entre ellos a puerta cerrada lo hacen utilizando eufemismos económicos o palabras que reflejen la verdad. Quiero pensar que solo el Ministerio de la Verdad se encarga de falsear la realidad de cara al ciudadano, a la empresa, al trabajador... ya se sabe, los eslabones débiles de la cadena pero que, sorprendentemente, tienen el poder de decidir en sus manos cada cuatro años. La espiral diabólica hace que quieran engañarnos para que votemos engañados y votemos a quien nos engaña... Pero yo quiero pensar que el Gobierno funciona con un doble lenguaje según si es para uso interno o externo y quiero pensar que entre ellos no se esconden la realidad, porque si encima discuten, proponen y toman decisiones en base a falsedades, a las mentiras que nos cuentan y que quizá ellos mismos se crean, estamos abocados al desastre.
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