Orizonia: Carlyle firmó su quiebra al comprar
Publicada 28/10/13
La quiebra del grupo Orizonia tiene muchos culpables, según se mire: ICG al vetar a Barceló por su propio interés de compra, Globalia por no aceptar la medida excepcional de la CNC, la propia CNC por dilatar el proceso, o Carlyle por no poner más dinero. Incluso hay quien culpa a Barceló de aprovecharse por quedarse con traspasos de oficinas de Vibo y con Orbest. Pero, según el administrador concursal, “la causa última viene de origen”.
El administrador concursal se refiere a la fórmula mediante la que Carlyle y sus socios minoritarios (Vista Capital e ICG) le compraron a Iberostar en 2006 su división emisora que bautizaron como Orizonia. El precio que cobró el grupo de Miguel Fluxá fue de 847 millones de euros, según se especifica en el informe concursal, al que ha tenido acceso este diario, y del que se publicó el viernes el adelanto “Orizonia: Las verdaderas razones de su quiebra salen a la luz”.
De esos 847 millones, Carlyle y sus socios sólo aportaron 147, dejando el resto a la financiación mediante préstamos. El objetivo del fondo americano, como era habitual en las grandes operaciones del capital riesgo en los años de bonanza, era aprovechar la facilidad de los créditos baratos y accesibles que abundaban antes de la crisis, y cobrar todo lo invertido, más el beneficio esperado, de la propia actividad de Orizonia. Es decir, lo que se conoce en términos financieros como ‘apalancamiento’.
Pero esa fórmula habría podido tener éxito cuando el mercado emisor español estaba boyante. Carlyle no preveía que había una crisis llamando a la puerta, y no sólo no ha podido cobrar lo invertido, sino que “la tesorería que ha ido generando la propia actividad de las empresas de Orizonia ni tan sólo ha sido suficiente para atender los intereses de la deuda”, según señala el informe concursal.
El informe valora las causas de la quiebra de Orizonia: “Si bien entendemos que las causas indicadas por las concursadas son ciertas [en referencia a lo explicado por este diario sobre las ofertas de compra en los últimos meses de vida del grupo de ICG, Barceló y Globalia], la causa última viene de origen”.
Y explica que “se trata del fuerte apalancamiento financiero que se produjo a raíz de la adquisición de las acciones de Iberostar por parte de la hoy concursada Iberotravel Vacation Holding, IVH [holding tenedor de las acciones de Orizonia] a mediados del año 2006”.
El informe indica que, del precio de 847 millones de euros de la operación, además de la aportación de 157 millones por los fondos, el resto de “la adquisición se financió casi íntegramente mediante diversos créditos: un contrato de financiación senior del que se dispusieron para la compra 400 millones de euros (novado –que sustituye con una obligación otra otorgada anteriormente, la cual queda anulada en este acto- e incrementado en 90 millones en febrero del 2007) y posteriormente otro de financiación mezzanine (complementa a la deuda cubriendo el espacio que los bancos no alcanzan) por valor de 150 millones de euros”.
Y añade que “los créditos de las entidades financieras se han mantenido, desde entonces, por encima de los 600 millones de euros, dado que la tesorería que ha ido generando la propia actividad de las compañías ni tan sólo ha sido suficiente para atender los intereses de esta deuda. Es más, ya antes de la situación de insolvencia del grupo se enajenaron los únicos activos materiales significativos del grupo, dos buques de crucero y la sede social en Parc Bit de Palma de Mallorca, para amortizar parcialmente la financiación recibida”. De hecho, en el edificio de Parc Bit Orizonia pasó de ser en propietario a inquilino, pagando 187.000 euros mensuales.
“En definitiva –continúa el informe-, solo una situación de extrema bonanza económica y de expansión del sector turístico hubiera permitido reducir el grave apalancamiento financiero que arrastraba el grupo desde la entrada de los nuevos accionistas. En una situación como la reciente de crisis económica general y en particular, del sector turístico, la insolvencia del grupo era inevitable. Prueba de ello es la disposición que tenían las entidades financieras acreedoras en aceptar importantes quitas de sus créditos”.
Este montaje financiero se vino abajo cuando Carlyle dejó de poner más dinero ante el fiasco de su operación, dejando morir a Orizonia ante la falta de retorno.
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