Hoteles de familia
The Walt Madrid y 7 Islas Hotel, dos proyectos personales de sendas familias
Publicada 13/06/17- La familia Chauve se dedica a invertir en recuperar hoteles y dotarlos de personalidad, como ya han hecho en París y ahora en Madrid
- Al proyecto de The Walt Madrid, en el que ha participado toda la familia, han destinado seis millones de euros para la compra del edificio y su recuperación
- El 7 Islas Hotel con su nuevo diseño quiere integrarse en el barrio, apostando por el arte y la cultura local
Análisis/En las últimas semanas dos hoteles en Madrid han saltado a la actualidad como resultado de una arriesgada apuesta personal de sendas familias con experiencia en el sector que han puesto su dinero, tiempo y esfuerzo al servicio de un proyecto que otros considerarían hasta temerario, pero ahí están sus frutos: los hoteles The Walt Madrid, que acaba de abrir sus puertas, y el 7 Islas, concebido en 2002 por el empresario lanzaroteño Juan Rosa, como “una casa” para los canarios fuera de su hogar.
The Walt Madrid esconde una curiosa historia tras sus paredes. Sus propietarios son Georges Chauve, un experto hotelero que en los últimos 20 años ha trabajado para grandes cadenas internacionales en Asia y Europa, especializado en gestión de crisis como cuando estaba al frente del Radisson Blue de Trípoli tras el derrocamiento de Gadafi; y su mujer, Pamela Walt Chauve, artista cuya familia posee afamados viñedos en los valles de Sanoma y Napa, en California; de hecho, todas las obras artísticas que decoran el hotel son suyas.
Tras vivir en diferentes hoteles en Hong Kong, Malasia, Sri Lanka, Japón, Rusia, Holanda, Libia y Francia, en el año 2000 compraron, con el apoyo de otros miembros de la familia, dos viejos hoteles en el centro de París, uno a cada lado de la Torre Eiffel. Después de meses esperando los permisos para derruir uno de ellos y construirlo de nuevo, crearon un nuevo 4 estrellas llamado Le Walt; mientras que para el segundo, Le Marquis, mantuvieron la fachada del edificio y reconstruyeron completamente su interior. Cinco años después vendieron ambos establecimientos.
Y es que ésa es la labor a la que se dedican en cuerpo y alma. En España, después de que un proyecto de compra que tenían en Málaga no saliera adelante, se fijaron en el abandonado hostal Laris, en pleno centro de Madrid, y a pesar de que según ha confesado Pamela Walt “a primera vista daba miedo porque estaba muy deteriorado”, vislumbraron su potencial para convertirlo en un hotel boutique que encajara en el vecindario y reflejara sus personalidades.
No en vano éste ha sido un proyecto en el que ha participado toda la familia, con la intervención de su hija, especializada en Comunicación Política, que se ha encargado de gestionar su presencia en redes sociales; mientras que su hijo, profesional de Ingeniería y Marketing Digital, ha sido su mejor consultor a lo largo de todo el proyecto.
Un proyecto que ha supuesto una inversión de unos seis millones de euros, sin ningún apoyo de la Administración ni de organización alguna, utilizando únicamente “los canales tradicionales de financiación”. Y en sólo ocho meses se ha convertido en una realidad, para lo que han contado con el arquitecto italiano Federico Frasson que, en palabras de Pamela, “nunca había diseñado un hotel, pero conocíamos su talento, ambición y deseo de hacer que las cosas fueran perfectas, por lo que decidimos darle una oportunidad. Además ya había trabajado con nosotros en París y nos gustaban sus ideas jóvenes y frescas. Gracias a los conocimientos de mi marido sobre apertura de hoteles, estábamos seguros de que con el trabajo conjunto de ambos el proyecto sería todo un éxito”.
Para ejecutar la construcción necesitaban un socio local y eligieron a Aroca Arquitectos, teniendo como uno de sus criterios prioritarios el que fueran capaces de llevarla a cabo en el menor tiempo posible pues ya estaban asumiendo los elevados costes de la financiación. La clave para cumplir con los plazos ha sido, según ha apuntado su propietaria, el seguimiento constante e in situ de las obras desde el primer momento hasta que estuvieron completadas, además de que “todos los que hemos trabajado en este proyecto estábamos entusiasmados con que funcionara, cada uno por sus propios motivos, pero ha sido lo que le ha hecho avanzar”.
En cuanto al equipo que necesitaba el hotel, Pamela Walt cada vez que venía a Madrid a supervisar las obras (aunque desde finales de noviembre se instaló definitivamente en la capital) se alojaba en diferentes establecimientos para percibir la atmósfera que había en ellos, y tuvo claro desde el principio que el suyo debía estar integrado por “personalidades muy amigables, tranquilas y amables que entendieran lo que significa el respeto. Eso era más importante que un curriculum repleto de experiencia previa”.
Aún así “todos los que trabajan aquí tienen experiencia en el negocio hotelero y muchos tienen diplomas de las principales escuelas de formación, pero sobre todo disfrutan de trabajar juntos, se respetan y el cliente percibe esa sensación desde el momento en que atraviesa las puertas. Nuestros huéspedes también se sienten respetados y apreciados por nuestro equipo, y es así como queremos que se sientan. Queremos que sepan que realmente valoramos que nos hayan elegido para alojarse en nuestro hotel”. El concepto de la hospitalidad en su esencia más profunda.
7 Islas Hotel
Algo similar ocurre con el 7 Islas Hotel, que durante años se convirtió en refugio para los canarios que visitaban Madrid. Una década después de que el empresario Juan Rosa abriera el establecimiento, sus tres nietas, Mónica, Kira y Luz, han recogido el testigo para recrear el concepto y la filosofía que se plasma en cada rincón del hotel.
Así, sin renunciar a sus orígenes, ya que conserva varias de las columnas de piedra volcánica de Lanzarote originarias en su Lobby Bar, han creado de la mano de Kikekeller un espacio funcional y muy cuidado con una nueva imagen basada en un diseño sencillo en este hotel situado a espaldas de la Gran Vía.
Su objetivo era crear un hotel urbano donde el diseño se integre totalmente en el barrio. Por este motivo apostaron por desarrollarlo de la mano de Kikekeller, el estudio de diseño de mobiliario e interiores que ha dotado al hotel de su esencia actual a través de materiales robustos como la madera y el acero.
Este equipo de interioristas vuelve con sus proyectos al momento anterior a la Bauhaus y al minimalismo, reciclando la ingeniería que se ideó para hacer coches y aviones a mano que hasta ahora no se había usado para el hogar. Su trabajo recupera la artesanía de los años 50 creando objetos que duren para siempre. Así sucede con cada mueble, piezas únicas diseñadas y fabricadas en su taller, donde han contado también con la participación de jóvenes creadores madrileños que han producido diferentes piezas como lámparas, colgadores y otros elementos decorativos.
Su lobby es un espacio abierto también a clientes no alojados, con amplias posibilidades gracias a su versatilidad, como conciertos, eventos, exposiciones, etc. Precisamente uno de los pilares fundamentales del hotel es su apuesta por el arte y la cultura. De hecho cada tres meses un artista emergente es invitado para exponer su obra en este espacio.
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