Cómo un pretendido año sabático se convierte en tu nueva forma de vida
Jon Calzada, su fundador, nos cuenta su experiencia
Publicada 28/04/19- Jon Calzada reconoce que el 90% de la gente que conocen que emprendió aventuras similares ha tenido que volver porque no le salió bien
- Empezó a trabajar en Vietnam con un socio local que cuando las cosas empezaron a ir bien intentó expulsarle del país, por fortuna sin éxito
- "La mentalidad asiática es muy diferente a la nuestra. Les choca mucho nuestro carácter y ellos no entienden la ironía"
¿Os imagináis tomarse un año sabático para reencontrarse a uno mismo en la otra punta del mundo, descubrir una nueva forma de vida… y que te salga bien? Es lo que le ocurrió a Jon Calzada y a su familia, aunque él mismo admite que el 90% de la gente que conocen que emprendió aventuras similares ha tenido que volver porque no le salió bien. “Son países muy complicados para montar una empresa”. Afortunadamente ellos pertenecen al 10% restante y, aunque temporalmente han regresado a España, no creen que aguanten más de dos o tres años aquí antes de lanzarse al siguiente destino.
Pero empecemos por el principio: Hace nueve años Jon, su mujer Izaskun Ormaetxea y su hijo de cinco años decidieron cambiar de aires y viajar a Vietnam, donde habían disfrutado de su luna de miel 18 años antes con un recorrido por el país en moto de sur a norte. La crisis azotaba el sector de la construcción, donde trabajaba Jon, y ante la complicada situación que estaban viviendo optaron por que Izaskun pidiera excedencia en la oficina de turismo en la que trabajaba, con la idea de irse “máximo un año”. Poco imaginaban entonces cómo iba a acabar esta historia.
Jon reconoce que “los tres o cuatro primeros meses fueron bastante tranquilos. Estábamos en Nha Trang, una zona de playa donde conocí a un vietnamita que tenía una pequeña agencia de viajes local que no terminaba de echar a andar, con el que llegué a un acuerdo para buscarle clientes españoles. En un año ya estábamos viviendo en Hanoi y la excedencia se acababa, por lo que teníamos que tomar una decisión y optamos por seguir adelante con nuestra aventura”.
Una aventura que ha estado plagada de anécdotas “graciosas” cuando las recuerda ahora, pero que en su momento no tuvieron tanta gracia. Una de ellas, protagonizada por este mismo socio que, cuando les empezó a ir bien, les intentó quitar a todo el personal que habían contratado aunque la jugada le salió mal porque “todos se quedaron con nosotros”. Al no poder salirse con la suya les mandó a la Policía con una orden de expulsión del país para él, su mujer y su hijo. En la Embajada española no parecía que fueran a ayudarle -“algo habrás hecho”, le espetaron-, pero gracias a un nuevo socio que conocía al jefe de la Policía aquella amenaza se quedó en agua de borrajas y no volvieron a saber nada.
Vivieron cinco años en Vietnam para después pasar a Indonesia, donde replicaron la fórmula del éxito y permanecieron dos años más, los mismos que pensaban pasar en Filipinas, aunque los itinerarios ya los tenían organizados desde Bali, cuando decidieron dar el salto a Costa Rica. Como ha explicado Jon, “seguíamos lo que nos requerían los clientes. Yo había visitado el país hacía 25 años y la gente nos pedía otro continente, por lo que cambiamos la idea de instalarnos en Filipinas y nos fuimos a Costa Rica, donde hemos estado viviendo más de un año”.
Ahora han vuelto a España por un tema familiar y desde aquí gestionan su empresa Rutas Viajes “yendo y viniendo a los destinos donde estamos presentes”. Así prevén estar dos o tres años porque su hijo de 14 de momento prefiere la estabilidad de vivir en España, pero no pasará mucho más tiempo antes de embarcarse en la siguiente aventura.
Modelo de negocio
Jon subraya que “lo más difícil de conseguir, los clientes, ya los teníamos desde nuestra primera experiencia en Vietnam porque, tras conocernos, nos eligen para seguir conociendo el sudeste asiático o Centroamérica. Para nosotros el boca-oreja es importantísimo, pues más del 50% de nuestros viajeros viene por recomendación de amigos o familiares y también tenemos un elevado porcentaje de cliente repetidor”.
Por ello, aunque en cada destino empezaban con agencias locales de receptivo, han llegado a la conclusión de que lo mejor es ofrecer ellos mismos los servicios para garantizar que responden a los gustos y necesidades de los españoles que, junto con los latinoamericanos, constituyen su principal clientela, en torno a 3.000 viajeros al año.
Esta decisión les ha llevado a construir su propio barco para realizar los tours por Komodo, asegurándose así que sus itinerarios y oferta gastronómica responden a lo que esperan sus clientes. También en cada destino de los que operan mantienen a dos españoles que se responsabilizan del trato con el viajero; y proporcionan formación a sus guías, recién salidos de la Universidad y de habla española, que tienen en nómina eludiendo en lo posible la subcontratación. Su sueldo es superior a la media para evitar que pidan propinas a sus clientes o les lleven a la típica tienda de souvenirs con su consiguiente comisión, “algo que a los españoles les resulta muy feo”.
Y es que definitivamente “la mentalidad asiática es muy diferente a la nuestra. A ellos les choca mucho nuestro carácter, piensan que estamos un poco locos, que hablamos medio chillando. Por ejemplo, no entienden la ironía. Has de tener mucho cuidado en cómo les das las indicaciones porque lo toman todo al pie de la letra. Son diferencias culturales que hay que solventar. Además lo que busca el español es una isla desierta pero con ambiente, y eso es muy difícil de encontrar”.
Viajes a la carta
Otro inconveniente con el que tienen que lidiar es la imagen de caros que tienen los viajes privados, ya que Rutas Viajes sólo organiza itinerarios a la carta que evitan los sitios más turísticos, los circuitos habituales. Por eso se trasladan a vivir a los países en los que empiezan a operar, para conocerlos bien. Pero Jon aclara que “para dos personas puede salir un poco más caro, pero para cuatro definitivamente tienen un precio similar, muy competitivo, y son un producto personalizado y de mayor calidad”.
Actualmente cuentan con siete oficinas en los destinos en los que operan: dos en Vietnam y una en Bali, Komodo, Manila, Camboya y Costa Rica. Su siguiente paso era Nicaragua, donde ya tenían todo organizado para instalarse cuando estalló la crisis política. Jon asegura que “es una pena, porque el país está como Costa Rica hace 30 años y era muy seguro para lo que es Centroamérica, pero la situación ha cambiado porque ha aumentado el nivel de delincuencia”.
Ante la pregunta de qué ha perdido y qué ha ganado con este cambio radical de vida, Jon lo tiene claro: “He ganado poder ver mundo, hacer cosas que me gustan. Como la situación de donde venía era mala, todo es positivo. Los veranos veníamos al País Vasco para disfrutar de la familia y los amigos y en invierno nos íbamos a temperaturas más cálidas aunque fuera con lluvia. He ganado todo. ¡Hasta he dejado de perder pelo!”. Ahora sólo pide “un día que no pase nada, porque a veces nos ocurren cosas muy surrealistas”.
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