El turismo será gestionado y sostenible o será turismo blindado
Publicada 10/02/20
- Formación, información y concienciación, tres palabras claves para gestionar y neutralizar el impacto negativo del turismo”
- "El turismo masivo tiende a no cuidar; las personas no nos preocupamos en preservar para el disfrute de futuras generaciones”,
- El turismo creativo equilibra geográfica y estacionalmente la actividad, garantizando ocupación y empleo en zonas periféricas
Internet nos ha puesto el mundo en la palma de la mano, lo ha achicado y las compañías low cost nos ha hecho ver que viajar es más sencillo y accesible, por eso se espera que en una década los turistas internacionales lleguen a 1.800 millones. La cifra rondará los 10.000 millones si se suma a quienes hacen turismo doméstico. Esto supone oportunidades pero también riesgos en los destinos y atracciones que ya están saturados o se encaminan a ello.
La conservación de los espacios se presenta como el gran desafío para los próximos 10 años. ¿Es con prohibiciones, cierres temporales y numerus clausus que se conseguirá no morir de éxito? Éstas son alternativas efectivas a corto y medio plazo, pero la mayoría de las voces hablan de descomprimir con una gestión eficiente que redistribuya flujos y ponga el foco en el excursionista y en el residente, sin dejar de plantearse hasta qué punto el turista está legitimado para hacer lo que le plazca en sus viajes.
Turismo de cantidad vs turismo de calidad
Cuando se alcanza la carga crítica, el impacto lo sufren todos los actores. Repercute en la oferta, que está “muy estresada a nivel de competencia de precios” y “la propia clientela no disfruta de ese destino, porque la masificación no lo permite, porque lleva implícito hacer largas colas, no poder pasear tranquilo y los riesgos asociados, como la inseguridad”, explica a HOSTELTUR Pili Malagarriga, cofundadora directora de Segundo Mundo Turismo Sostenible. Todo esto hace que al final la calidad, “que hoy está directamente asociada a la sostenibilidad”, se resienta.
¿Cómo evitar el ahogo del destino?
David Mora, consultor, profesor de Turismo y fundador de Emoturismo, apunta que en muchos destinos, especialmente los urbanos, “la clave no está en los turistas, sino en los excursionistas”, que “son los que pareciera que generan más saturación y molestias para los residentes”. Esto se confirma con los cruceristas y el punto es optimizar los horarios, los lugares por los que se mueven y el tiempo que están, “porque ayuda a transformar los comportamientos de tu clientela”, afirma Malagarriga.
Según la experta, la mala experiencia turística puede evitarse con educación, información y concienciación, tanto de la oferta como de la demanda, desde el sector público hasta el privado.
“El turismo es muy bueno pero hay que gestionarlo y tratar de neutralizar lo negativo”. A su entender “involucrar a los actores sociales del territorio es la única viabilidad a largo plazo, si no, pasa lo que nos tememos: protestas que provocan un efecto malo”.
Parque Güell: premio a la buena gestión
Barcelona, que ha sufrido brotes de turismofobia y ha sido escenario de ataques contra turistas, está ejecutando acciones para revertir ese rechazo y oxigenar sitios de gran afluencia turística. El Parque Güell, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, ha obtenido, en la última World Travel Market de Londres el premio Responsible Tourism Awards por lograr una gestión efectiva, regulando las visitas de la mano de las tecnologías.
En el 2012 el recinto creado por el arquitecto Antoni Gaudí recibió 9 millones de visitantes. Para suavizar el impacto se creó un plan estratégico y ahora se reciben 3 millones, “que disfrutan de una mejor experiencia, al mismo tiempo que el sitio está protegido”, ha explicado Jordi Raboso, técnico del Ayuntamiento.
Como las aglomeraciones generan malestar en los vecinos, se creó un servicio de bus directo desde la parada más cercana del metro hasta el parque, para descongestionar el transporte urbano y se abrió un sistema online de venta de entradas, que además informa de horarios y puntos de acceso para evitar tumultos. El dinero recaudado se reinvierte en los barrios del entorno, se mejora su uso social y se preserva el patrimonio arquitectónico y natural. Haber escuchado a vecinos y operadores turísticos fue determinante en el éxito del programa.
Machu Picchu y la conservación
La ciudadela inca, Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1983, estuvo a punto de perder la declaración por su estado de conservación. Para revertirlo, en 2017, el gobierno de Perú puso en marcha un plan de uso sostenible del sitio arqueológico: se establecieron turnos y una carga diaria máxima de 5.940 personas. Hoy el cupo es de 2.500, se mantienen dos horarios y la permanencia no puede superar las cuatro horas.
“La capacidad de Machu Picchu ha pasado por diferentes fases y es una medida que permite que el flujo sea dinámico y ordenado”, señala a HOSTELTUR Liz Chuecas, coordinadora del Departamento de Mercado Latinoamérica de PromPerú. “La intención es ver a la ciudadela no de aquí a cinco años, sino que es una visión de largo plazo”. Es que, como remarca, “se está haciendo uso de zonas que no están preparadas para recibir viajeros de manera masiva, porque son espacios en un ecosistema natural”. La venta online también ha sido positiva, porque al comprar el ticket el viajero visualiza la carga de la ciudadela, recibe un horario concreto de ingreso y para evitar falsificaciones y superposiciones, se les exige copia del documento de identidad.
Para desahogar el sitio arqueológico ha habido un trabajo articulado del gobierno con los operadores: “hay comunicación para no defraudar las expectativas del pasajero, hay apoyo del sector privado para que el turista no se sienta incomodo por estar un número limitado de horas”.
A su vez, el uso sostenible implicó ponerle límites al comportamiento de los turistas: ingresar con un guía, no llevar alimentos, tacones, ni coches de bebé. Lo llamativo es que fueron necesarias otras prohibiciones que el sentido común debería reprimir: no entrar con aerosoles ni hacer grafitis, no subirse en los muros ni prender fuego, no desnudarse, ni recolectar flora.
Y allí surge otro interrogante: ¿es culpa del mal turista el blindaje de los destinos?
Eso no, aquello tampoco
En muchos casos la búsqueda por regular al turismo ha derivado en una sucesión de prohibiciones, que despiertan la atención de los turistas.
En Roma ya no pueden sentarse en las escalinatas de Plaza España; en Florencia hay multas para quienes coman en las calles del casco histórico. Para visitar la Alhambra de Granada hay que saber que está vedado tocar muros, columnas, celosías y hasta plantas. Pasear en traje de baño fuera de la playa tampoco está permitido en algunas ciudades de España. Y en Kioto ya no se puede fotografiar a geishas, por el acoso en busca de una selfie.
“No vale todo. Hay que ponerle reglas a la gente que no tiene educación. El respeto a uno mismo y al destino es el turismo de calidad”, asegura Pili Malagarriga.
Al final, el objetivo no es sólo la conservación del patrimonio, sino también evitar la ira de los residentes que sufren el ahogo de quienes “hacen cosas que en su casa no”. Los expertos coinciden en que mejor que prohibir es concienciar y anticiparse con estrategias que redistribuyan el turismo. Pero a veces no alcanza.
Playas cerradas desde Tailandia a México
La responsabilidad medioambiental de la actividad turística está en boca de todos, sobre todo a partir del movimiento flygskam, pero no es nuevo que se apliquen acciones de rescate para oxigenar destinos. Las más extremas tienen que ver con los cierres temporales.
En el año 2000 una película protagonizada por Leonardo Di Caprio puso a la Playa Maya Bay de la isla de Phi Phi Leh ante los ojos del mundo y 16 años después la costa de 300 metros ya recibía más 5.000 visitantes diarios, dañando los arrecifes de coral y parte de la vida marina. En 2018, por el overtourism este destino al sur de Tailandia cerró la playa más famosa del mundo hasta junio de 2021.
En mayo de 2016 la Playa del Amor, que forma parte del Parque Nacional Islas Marietas (México), permaneció cerrada por el mismo motivo. Las embarcaciones, el buceo masivo y la concentración de visitantes generaron contaminación por los residuos de combustibles y desperdicios, y los daños se agravaron por la extracción de coral, crustáceos y moluscos por parte de visitantes y pescadores ilegales.
“Las personas no sabemos observar sin tocar, ni nos preocupamos en preservar para el disfrute de las futuras generaciones. El turismo masivo tiende a no cuidar, el hecho de limitar el acceso ayuda a proteger los sitios arqueológicos, playas o atracciones”, ha señalado a HOSTELTUR Richard Zarkin, Gerente de Relaciones Públicas de Riviera Nayarit.
Primero el cierre y luego la restricción. Así, la llamada Playa del Amor, que en Semana Santa recibía 3.000 visitantes diarios, bajó a 116 personas, no más de 15 simultáneamente y un máximo de 30 minutos. Un dato: llegan nadando.
“Lo sucedido en las Islas Marietas es nuestra culpa y de los turistas, por no investigar qué se debe y no se debe hacer en una Reserva Natural Protegida”, reconoce Zarkin y aclara que esta restricción “tuvo un impacto positivo: ha creado conciencia del medioambiente y de la marca que queremos”.
Creatividad en la gestión
Desde hace una década se habla de destinos condenados y, en el mejor de los casos, obligados a detener los efectos adversos del turismo con alternativas que equilibren la actividad. Un cambio profundo podría darse de la mano del turismo creativo, que atrae a viajeros que no se desplazan por motivos vacacionales, sino vocacionales y de hobbies.
En palabras de Caroline Couret, fundadora y directora del Creative Tourism Network, se trata de un modelo “aliado”, que permite “convertir retos y externalidades negativas en oportunidades”. Es que estos nuevos viajeros “priorizan temporadas bajas y zonas periféricas por su contenido local, permitiendo que las infraestructuras y el empleo se mantengan todo el año”. Florencia y Dubrovnik son ciudades que han sabido “guiar” a sus turistas hacia las zonas interiores, “proponiéndo experiencias auténticas” fuera de los spots turísticos.
El modelo, dice Couret, permite “re-crear los vínculos” entre turistas y residentes, e incluso mejorar la imagen de la actividad, ya que “genera ingresos para mantener el patrimonio tangible e intangible y dinamiza económicamente todo el destino”.
Hay soluciones usando la creatividad como herramienta de gestión; desafiándose a innovar en la oferta y escuchando a las comunidades locales. El turismo es transversalidad y desarrollo, por eso blindarse debería ser la última opción.
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