Las cuatro teorías (conspiración incluida) tras la cancelación del MWC

1.- Miedo al coronavirus

El MWC se cancela tras la desbandada de grandes compañías (más de 30) que ven la feria como un posible foco de infección del coronavirus debido a la elevada presencia de viajeros procedentes de China.

2.- Temor a demandas millonarias

Las empresas que cancelan su participación en el MWC lo hacen para evitar que sus propios empleados las demanden, por vía judicial, por haberles forzado a viajar a Barcelona en plena alarma global por una gran epidemia.

En caso de un solo contagio, las indemnizaciones podrían haber ascendido a millones de euros, dañando además la reputación de la compañía. La desbandada de empresas lleva a su vez a la cancelación del Mobile.

3.- La sombra de Donald Trump

El MWC es un gran escaparate global para las compañías chinas y su revolucionaria tecnología 5G, uno de los campos de batalla de la guerra comercial que en la actualidad libran Estados Unidos y China.

De hecho, el gobierno presidido por Donald Trump acusa a la compañía china Huawei de espiar y robar tecnología a firmas estadounidenses y ha avisado a sus aliados que usar el 5G de Huawei pone en riesgo a la OTAN.

Aprovechando el coronavirus como excusa, el gobierno de Estados Unidos habría movido hilos desde las sombras, presionando a grandes compañías para que desertaran del Mobile World Congress, forzando así la cancelación del evento. El MWC habría sido de este modo una víctima colateral de la guerra comercial EEUU-China.

Una imagen del Mobile World Congress del año pasado.

4.- La dañada marca Barcelona

Las empresas que renuncian a participar en el MWC (provocando con su desbandada la cancelación del evento) lo hacen porque no confían en la capacidad de Barcelona para gestionar una hipotética crisis causada por una posible infección de coronavirus durante la feria.

Pese a las garantías que dan las autoridades sanitarias, los consejos de dirección de las compañías que se reúnen para tomar una decisión sobre asistir o no al Mobile están a miles de kilómetros de Barcelona y desde allí lo que se percibe es una ciudad que en los últimos años ha atravesado continuos problemas: graves disturbios en las calles con contenedores ardiendo, escalada de robos a turistas, muestras de turismofobia...

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En suma, la ciudad ha transmitido una imagen de inestabilidad, algo que no ayuda en momentos críticos como este.