Aquí la industria turística. ¿Hay alguien al otro lado?
La pandemia confirma todas las sospechas: el turismo no es una prioridad para el Gobierno
Publicada 22/04/20- El turismo representa en España el 12,5% del PIB y da empleo a casi tres millones de personas, además de lo que mueve indirectamente
- El Gobierno parece que no tiene prisa en pensar, planificar y empujar la recuperación del turismo. Como es difícil, lo deja para el final
- Solamente los responsables de la promoción de destinos están trabajando. ¿Dónde están los responsables públicos de la estrategia turística?
Análisis/ El Gobierno está siendo lento a la hora de tranquilizar al sector turístico respecto a la situación y a las medidas que va a aplicar para ayudarlo a reconstruirse. La incógnita es si está siendo lento, lo cual significaría al menos que entiende cuál es la situación, o si es que realmente no se ha enterado del destrozo que la crisis del coronavirus está provocando en un sector económico que representa el 12,5% del PIB nacional y da empleo a casi 3 millones de personas. Pero parece claro que El Gobierno no tiene un calendario para reabrir la actividad turística, tal y como ha reconocido este martes la ministra de Economía, Nadia Calviño. Ni calendario, ni estrategia, ni ideas claras que podrían irse trabajando aún sin conocer el cuándo. Bruselas, en cambio, parece tenerlo más claro: Bruselas plantea asignar al turismo hasta el 25% del fondo de recuperación, al menos de momento.
El problema no son las palabras sino las ideas y los hechos. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz dijo el otro día que el turismo no podría reactivarse en España "hasta Navidad", y buena parte del sector la criticó duramente (Decir que España no se abrirá al turismo hasta Navidad es una "barbaridad"). Está claro que la ministra no domina el idioma de la diplomacia, ese arte de decir una cosa sin que parezca que la dices, de suavizarla si tienes que decirla o de, simplemente, tener claro qué no deberías decir.
Pero de otra manera más sutil, más certera, menos descarnada aunque igualmente clara, algunas de las mentes más brillantes y bien informadas del sector han dicho prácticamente lo mismo: difícilmente la temporada de verano será viable porque ante una crisis que no es económica ni turística, sino sanitaria, lo cual quiere decir que es una crisis de confianza, hasta que no se recupere esa confianza en la seguridad de aviones, destinos, hoteles o restaurantes, la reconstrucción no será posible (recomiendo encarecidamente la videoentrevista de nuestro director Manuel Molina a Gabriel Escarrer, y en general, todas las videoentrevistas y webinars que hemos realizado hasta ahora).
Y eso sin hablar de que el remedio definitivo sería solamente un medicamento que pueda garantizar la salud o bien la vacuna, pero nadie cree que administrarla a la población sea posible hasta muy entrado 2021, caso de encontrarla en los próximos meses. Pensemos que no es suficiente con encontrar la vacuna, luego de seguir todo el proceso exigido por la ley y luego de tener todas las garantías sanitarias, habrá de ser fabricada, y después, distribuida y suministrada... a toda la población.
Se trata de una enfermedad que ha superado todas las previsiones, que ha sido más letal de lo que los científicos esperaban y que ha desbordado los sistemas de salud de los países más avanzados. Realmente, si nos fijamos en la cuestión de salud pública, a mí me parece que lo de viajar está lejos... porque el fin del confinamiento también está lejos, porque el peligro de cualquier repunte es real (como ha sucedido en Singapur) y porque las medidas de aislamiento social van a seguir durante mucho tiempo. Y precisamente, el turismo es la industria de la relación por excelencia... es impensable un turismo en el que las personas no puedan interactuar o relacionarse. O a mí me lo parece. Pero eso no quiere decir que el Gobierno pueda aparcar la cuestión del turismo hasta que escampe, como parece que está haciendo.
El verano... tan cerca y tan lejos
Yo no soy experta en turismo. Si sé algo es porque me leo cada día los estupendos artículos de mis compañeros en HOSTELTUR. Y pienso que en la mente de todos está bastante claro que el verano no dará muchos ingresos. Las dificultades para volver a la normalidad son enormes y abarcan todo un abanico que va desde las mismas ganas de viajar de los potenciales turistas, hasta la adaptación de toda la oferta a unas nuevas normas sanitarias e higiénicas, pasando por varias otras incógnitas: ¿Cuándo y cómo se abrirán rutas aéreas? ¿Qué aerolíneas harán frente a rutas con mucha menor capacidad por las normas sanitarias? ¿Qué destinos podrán garantizar que están libres de coronavirus?
Las preguntas son tantas que podríamos llenar este artículo solamente con interrogantes: ¿Tendrá la gente ganas de viajar? ¿Viajarán con niños? ¿Cogerán realmente un avión y se irán a otro sitio o preferirán el coche e irse a la costa? ¿La formación de los empleados para esas nuevas normas llegará a tiempo? ¿Cuántos negocios sobrevivirán a esas nuevas normas sanitarias? ¿Cuándo estarán claras y podrán empezar a aplicarse? ¿Cómo tendrá que redistribuirse el espacio de un comedor, por ejemplo? ¿Qué normas regirán en los transportes públicos, incluido el taxi? La complejidad de la situación es enorme.
Las islas Canarias y Baleares tienen un futuro próximo complicado. Son destinos eminentemente familiares y en ese campo los interrogantes son enormes. Pero además, la estacionalidad de Baleares, por ejemplo, hace que muchos hoteles, familiares para más señas, ya se planteen no abrir este verano. Las expectativas de ingresos no merecen el esfuerzo y el gasto si han de abrir en julio o en agosto, es lógico. Pero eso significa, efectivamente, perder todo un año. Da miedo pensarlo.
Irse a pasar unos días de verano a la costa peninsular será más fácil, siempre que esos destinos y hoteles puedan garantizar que están libres de coronavirus, por supuesto, porque de esto ya no se libra nadie, y siempre que hayan podido adaptarse a una nueva realidad que es supuesta más que sabida, porque si ha de haber nuevas normas ya sería tiempo de ir conociéndolas.
Ahí es donde me parece que el Gobierno está siendo lento o ignorante. O quizá ambas cosas. Al margen de hasta cuándo estemos confinados, al margen de si alguien querrá viajar cuando sea posible hacerlo, al margen incluso de a partir de qué día se puedan reabrir los hoteles, sea en junio o en agosto o el año que viene, en este momento alguien ya debería tener claras unas directrices que darle al sector en cuanto a nuevas exigencias.
¿A alguien le pagamos para pensar?
Gabriel Escarrer hablaba el otro día de pasaporte sanitario y de la necesidad de realizar test tanto en los mercados de origen de los turistas como a su llegada a los destinos españoles, sobre todo a las islas, para poder éstas garantizar que son destinos seguros. ¿De esto está hablando el Gobierno? ¿Lo están previendo y planificando?
Entiendo que la situación es tremenda, que cada día debe de haber miles de decisiones que tomar, pero oigan, en el Gobierno hay mucha gente y en el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo debe de haber también mucha gente capacitada, y en la Secretaría de Estado de Turismo se supone que también. Estas personas que cobran su sueldo no para resolver el problema sanitario sino para pensar en el turismo y proponer políticas turísticas, ¿están haciendo su trabajo? Es que no se ve, la verdad.
Y lo mismo si bajamos al nivel de las Comunidades Autónomas, porque en los departamentos o consellerias de Turismo hay un montón de gente cobrando un sueldo. ¿Qué están haciendo en estos momentos? ¿Están pensando? ¿Están hablando con el sector? ¿Están diseñando estrategias no sólo promocionales sino de transformación de los servicios por las nuevas exigencias sanitarias? ¿Están dando forma a esas nuevas exigencias sanitarias para que puedan ser aplicables?¿Están viendo qué se hace en el resto del mundo? ¿Están intentando aprender y ser útiles? Porque los técnicos de la promoción de destinos españoles sí que nos consta que están trabajando, pensando y diseñando campañas.
Me consta que el sector está tan ocupado como siempre, a pesar de estar todo cerrado y los aviones aparcados en tierra. Las empresas han tenido que reaccionar primero pensando en su supervivencia, y por eso los ERTE han sido una buena opción, al menos mientras dure el estado de alarma, porque cuando pase tiene que quedar algún puesto de trabajo al que regresar (ver: ERTE por causas de producción: ruta para la supervivencia de los hoteles). Pero está claro que el empleo sufre y sufrirá y que igual que los comedores o los aviones, deberá redimensionarse a la nueva normalidad del turismo. El sector planea, prevé, hace números, habla mucho y busca conocimiento y reflexión conjunta. A su manera, a pesar de las incertidumbres y de las dudas, se está preparando para una reconstrucción que no sabe ni cuándo ni cómo será.
Lo difícil, para el final
Pero es triste comprobar que para el Gobierno el turismo sigue siendo la hermana pobre de los sectores económicos del país, y que como su recuperación es muy complicada, la deja para final de curso, porque no me dirán que no cuesta entender un mensaje como este: Dos fases para recuperar la actividad económica, el turismo en la segunda. No entiendo que la recuperación se plantee "en función del tiempo que cada sector tarde en retomar su funcionamiento habitual", como decía mi compañera Carmen Porras en esta crónica. Porque, precisamente porque al turismo le costará más recuperarse, tardará más en hacerlo, debería ser prioritario el diseño de su recuperación.
Por lo visto, según el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, "se está constituyendo un grupo de trabajo exclusivo sobre el transporte aéreo" y también habrían acordado "hacer un plan de actuación específico para el sector aéreo, y también para el turismo" (ver: Ábalos: se barajan todos los escenarios con especial atención al aéreo). Tendremos que confiar... pero ya están tardando. Porque es cierto que el transporte aéreo será fundamental en la recuperación, pero lo que llevará cola realmente será todo lo demás.
La ministra Reyes Maroto ha dicho que no descarta que se tengan que adoptar restricciones como mantener el distanciamiento físico en los lugares de mayor afluencia turística, "hasta en la playa", y también cree que el sector turístico será de los últimos en superar la crisis, por lo que afirma que necesitará más ayudas que otros sectores productivos (ver: El sector turístico necesitará ayudas para aguantar más que otros). Vale, necesitará ayudas, eso está claro... ayudas de todo tipo y no solamente ayudas económicas. Si se dan cuenta, si lo saben, ¿por qué tardan tanto en decir, en decidir, algo concreto y útil?
Y no entro en cuestiones de ayudas y subvenciones y dinero, porque es lo que piden en este momento casi todos los sectores económicos, y seguramente todos con razón. Lo que lamento es la falta de foco del Gobierno en la recuperación de la industria del turismo. La falta de prioridad política para trabajar esa recuperación, la evidencia de que 60 años de éxito demostrado no han servido para que en España los gobiernos sucesivos hayan puesto el turismo en el eje de la actividad económica del país y, consecuentemente, en el eje de la toma de decisiones y del diseño de políticas estratégicas y transversales.
Luego ocurre esto y queda bastante claro que nadie cobra su sueldo para pensar en la industria turística.
Increíble y triste.
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