Ministerio de Turismo: un debate que nos une
Campaña #ministeriodeturismoya
Publicada 30/09/11El futuro plantea retos que quizá convenga afrontar de forma unitaria para el Estado, la empresa y la sociedad, aunando objetivos y esfuerzos. El turismo, como materia transversal que es, no puede ser gestionado de otra manera. En este post Juan Antonio Mota plantea si, con la creación de un Ministerio de Turismo o simplemente comprometiéndonos todos con ese futuro común, estamos preparados para lo que significa integrar.
Me es realmente difícil imaginar un Ministerio de Turismo (llamémosle así) capaz de aglutinar las exigencias de nuestro interés común.
En realidad, no es tan importante el nombre sino la respuesta que seamos capaces de dar para afrontar el guión de un cambio que evoluciona a pasos agigantados.
Debemos cambiar y no cambiar por cambiar sino con la firme convicción de alejarnos de modelos que aún siendo pilares básicos de nuestra economía turística requieren planteamientos más cercanos a la creación de tendencias, nuevos productos y experiencias que nos permita unidos marcar esa diferenciación global con nuestros competidores.
Y digo unidos porque no entiendo sin unidad que los principales actores de nuestra actividad turística anden señalando pautas desde distintos foros.
Unidad en la diversidad
Ahora bien, ¿ es posible la unidad en términos de destino turístico, de país como referencia y marca en este paisaje de Comunidades Autónomas y sus respectivas competencias turísticas?
O acaso, ¿ vivimos ya una cultura diferenciadora, instalada ya en nuestro propio territorio que más allá de la identidad de cada pueblo constituye un handicappara resolver nuestros problemas?
Si la respuesta es SÍ, y me temo que puede serlo, creo que deberíamos de empezar por hacer cosas sencillas que cambien esa mentalidad y nos procure un orden donde Empresa, Estado y Sociedad puedan permitirse implicarse en una misma dirección hacia ese reto unitario.
Y cuando me refiero a este eje principal, meto en el saco no solo a hoteles, agencias de viajes o compañías aéreas sino a los bares y a los restaurantes, el turismo rural, los consesionarios de vehículos, las empresas de telecomunicaciones, la industria tomatera y cualquiera de los tejidos productivos que avalan la imagen de un país.
No es una cuestión de división sino de aportación donde todos seamos el centro de una cultura basada en apoyos continuos, en colaboraciones directas o indirectas para que, al fin y al cabo, sumen porque eso es lo que cuenta.
Si deseamos verdaderamente liderar ese proyecto no podremos hacerlo sin esa cultura integradora.
Ya de por sí, el turismo responde a una transversalidad que lo define: es como una ley natural que impide hacer cábalas de otro tipo.
Defensa del interés común
Otra cuestión sería la forma, una vez concebida la base conciliadora.
Si atendemos a nuestra historia y experiencia, quizás lo más acertado sea una figura (llamémosle grupo, asociación, consorcio,etc) formada por expertos tanto públicos como privados de ese eje principal y que actuara como nexo de unión en la defensa de un interés común.
De ese modo no solo libramos a España de un gasto innecesario e inoperativo gestionado por burócratas y cuyos deberes atienden a Europa sino que podremos agilizar esa cultura de esfuerzos desde dentro hacia fuera exportando una imagen más clara y sostenida de nuestro liderazgo.
Liderazgo que, por otra parte, no estará exento de un compromiso y una responsabilidad activa y diaria de cada uno de nosotros.
Porque quién algo quiere algo le cuesta y cuando se trata de la casa de todos no podemos desligar nuestras decisiones de una incontestable ética.
Sinceramente, ¿ estamos dispuestos?
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