El turismo español en el XX aniversario de HOSTELTUR
Publicada 30/03/14
Análisis/ Con motivo del XX aniversario de HOSTELTUR, Germán Porras analiza en este artículo cómo ha cambiado el sector turístico español en ese lapso de tiempo, cuáles han sido sus retos y cuáles son, todavía, los obstáculos, alguno de ellos crónicos, a los que deberá enfrentarse.
Un sector tan esencialmente dinámico como el turismo ha experimentado un proceso de cambio continuo en las dos décadas de vida de Hosteltur. Cambios múltiples y profundos: el papel de los touroperadores y su progresiva consolidación en un número cada vez más reducido, la aparición de las compañías aéreas low-cost, la distribución electrónica y su relación con el aumento del viaje individual, el progresivo desarrollo de los mercados emisores y destinos emergentes y lejanos, las nuevas tendencias en las motivaciones de la demanda, que se reflejan en las fuentes de información y en el proceso de toma de decisiones, el desarrollo de nuevas formas de alojamiento. Estos cambios se proyectan, imparables, hacia el futuro y obligan a los destinos, a las empresas y a las administraciones turísticas a una continua adaptación e incluso a la reinvención.
¿El turismo español se ha adaptado con éxito a estos cambios? A la vista de las cifras de turistas, de ingresos, de empleo y de aportación al PIB, y la internacionalización creciente de las empresas turísticas, la contestación ha de ser positiva. Esta valoración no puede ocultar, sin embargo, las insuficiencias del proceso. El turismo español ha tenido un ritmo menor de crecimiento que el mundial y el europeo. La recuperación de su aportación actual al PIB se debe en buena parte a la contracción de la economía nacional.
La evolución de los parámetros del turismo español no ha sido lineal en estos veinte años, sino puntuada por estancamientos y retrocesos, que reflejan fallos y desajustes en las políticas turísticas y en ciertas estrategias del sector privado. La descoordinación en la acción pública, las dificultades para una planificación global, y los errores de ciertos planteamientos empresariales que han llevado a la desaparición de importantes grupos turísticos son muestra de ese difícil proceso de adaptación del turismo español. Además, la favorable coyuntura turística actual deriva de las dificultades temporales de destinos turísticos directamente competidores, carentes de una política de riesgos.
El futuro del turismo español se juega más en la política de oferta que en la de demanda. En esta última queda mucho por hacer: generación de más enlaces aéreos con los mercados emergentes asiáticos; recuperación de las rutas con los mercados tradicionales iberoamericanos; primar las TIC en la promoción; más cooperación internacional y liderazgo en Europa; reordenación de la red promocional nacional en el exterior. En este punto sería un grave error aplicar un criterio reduccionista en la red nacional de oficinas mientras crece el gasto derivado de nuevas oficinas regionales. La distribución competencial que los españoles nos hemos dado hace difícil la formulación y la aplicación de una política de oferta global, pero no es una tarea imposible porque el área turística es más racional y menos sensible políticamente que otros campos.
Las políticas de calidad y de renovación de destinos son muestra del éxito de la imprescindible coordinación de las administraciones públicas, que ha de basarse en la asignación de suficientes recursos y en la lealtad institucional. El otro elemento fundamental es la cooperación público-privada. Nuestros competidores nos llevan mucha ventaja mientras que su planteamiento en España está plagado de malentendidos y recelos. La cooperación ha de ser no solo en la planificación y la gestión de la promoción y de la creación de oferta, sino también en la financiación y en la definición de los respectivos papeles del sector público y del sector privado. Los ejemplos contrapuestos de la Bahía de Palma y de Calviá son ilustrativos.
Estos son obstáculo crónicos y estructurales del turismo español, pero los significativos avances que se han conseguido en sostenibilidad, en renovación de destinos, en calidad y diversificación de productos, en innovación y en gestión empresarial, en infraestructuras y servicios públicos y en contribución a la imagen de España son buena muestra de que nuestro turismo tiene la suficiente vitalidad para encarar con éxito estas dificultades y seguir en la vanguardia del turismo mundial.
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