Reportaje

Así ha mutado la turismofobia durante la pandemia

Los más optimistas pensaron que el rechazo social al turismo se desvanecería al caer la actividad, pero ha sucedido lo contrario

Publicada 23/02/22
Así ha mutado la turismofobia durante la pandemia

En mitad de la peor crisis que ha vivido la industria turística en su historia, con destinos vacíos de actividad o funcionando a medio gas, los más optimistas pensaron que la turismofobia se desvanecería. ¿Cómo iba a protestar alguien contra el turismo si apenas había turistas? Pero ha pasado todo lo contrario.

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En los años previos a la pandemia, el rechazo social al turismo se disparó hasta cotas nunca vistas y adoptó diferentes expresiones, desde manifestaciones en las calles, pancartas en los balcones, voto a partidos que mantenían un claro discurso anti-turístico…

Luego llegó la COVID-19 y con ella los confinamientos. Y en el verano de 2020 sucedió algo inimaginable: ciudades, localidades de costa e islas enteras se vaciaron. Pero aquí es importante resaltar un matiz: en las grandes ciudades no solo se esfumaron los turistas, sino también otros miles de personas que diariamente se desplazaban allí por trabajo, estudios, etc, lo que tuvo consecuencias visibles en un transporte público mucho más fluido, calles menos abarrotadas, etc.

Veamos por ejemplo la pérdida de población estacional que experimentó Barcelona a través de un indicador conocido como “personas equivalentes a tiempo completo anual” (ETCA). Esta operación estadística estima el número de personas no censadas que hay en un municipio de media anual, ya sea porque trabajan, estudian o pasan algún período de tiempo allí.

Pues bien, en 2019, antes de la pandemia, la capital catalana tenía 91.633 personas equivalentes a tiempo completo anual, que se añadían a los 1,66 millones de habitantes residentes en la ciudad. En 2020, el indicador ECTA se redujo a 23.842 personas. Según explica el Instituto Catalán de Estadística “el descenso de la movilidad y del turismo derivados de la pandemia provocó un descenso de la población estacional en los territorios que suelen ser receptores de población estacional por tener más entradas de población no residente, por motivos laborales, de estudios, de residencia o turísticos, que salidas de población residente”.

Cuando las ciudades se vaciaron de turistas y muchos negocios cerraron, afloraron sentimientos contradictorios entre los residentes

Sin embargo, el mensaje que caló en 2020 fue: “Los vecinos recuperan las calles que fueron arrebatadas por el turismo masivo”, según rezaban los titulares más frecuentes en la prensa durante el verano de 2020. Mensaje subyacente: "el turismo es el culpable de que tengamos que soportar tanta gente de fuera".

Todo ello contribuyó a crear un sentimiento contradictorio entre miles de habitantes de ciudades como Praga, París, Londres, Barcelona, Amsterdam, Venecia, etc: “Sin turismo la economía sufre, pero…Qué bien se está sin turistas”.

El turismo, de nuevo en el ojo del huracán

Pero cuando los viajeros comenzaron a regresar a las ciudades y a otros destinos en el verano de 2021, de nuevo el turismo se situó en el ojo del huracán y del debate público.

En algunos casos, porque la recuperación de la demanda estaba protagonizada por los segmentos más jóvenes de viajeros, ansiosos de fiesta y daba lo mismo que ésta fuera en la calle o la playa a la dos de la madrugada, puesto que muchos establecimientos de ocio nocturno estaban obligados a cerrar por las restricciones sanitarias.

Por ejemplo, el pasado 29 de octubre media docena de entidades vecinales de Barcelona hicieron público el manifiesto "Ciutat Vella por el descanso nocturno, la salud y la vida en los barrios. ¡Basta ruido!", en el que exigían al Ayuntamiento que velase y actuase para hacer cumplir las ordenanzas municipales en lo que se refiere al uso del espacio público. Las entidades denunciaban que sus barrios cada vez más "parecen un parque temático de la fiesta y del ocio, un reclamo turístico para hacer cualquier cosa con la mayor de las impunidades" y que los vecinos se ven "progresivamente expulsados" por alquileres de viviendas y locales comerciales imposibles, falta de comercio de proximidad, noches de insomnio, ocupación masiva de calles y encarecimiento de precios.

En otros casos, el rechazo social al turismo se acrecentó allí donde la demanda doméstica llenó hasta la bandera destinos tradicionalmente tranquilos (tensionando sus infraestructuras y servicios, creando colapsos de tráfico, repercutiendo en una menor calidad de vida, etc) fueran municipios costeros del Cantábrico o islas como Menorca.

Por ejemplo, el 17 de julio de 2021 el área de Noja, en Cantabria, tuvo “la mayor ganancia de población de toda España respecto a la que tiene empadronada. Pasó de 6.482 residentes a 37.243 personas pernoctando ese día, casi seis veces más. Esta cifra de población fue un 0,8% superior a la del mismo día de 2020 y un 4,9% superior a la de 2019", según informó el INE, a partir de un estudio de movilidad de la población basado en el geoposicionamiento de los teléfonos móviles.

Algo parecido sucedió en las Rías Baixas, Galicia, donde las imágenes de toallas y parasoles tapando la playa a primera hora de la mañana, gasolineras llenas de vehículos, bares con aforos completos o supermercados atestados causaron inquietud el pasado verano entre los vecinos del litoral de Pontevedra. “Están haciendo de Galicia otro Benidorm”, apuntaba un vecino a través de las redes sociales.

Para Cristóbal López, portavoz de Ecologistas en Acción, “el mayor problema es que ningún ayuntamiento de la zona está preparado para absorber tanta gente. Cuando llega el verano, infraestructuras para 20.000 personas tienen que depurar residuos de 60.000, por lo que acaban en el mar””.

El concejal de Medio Ambiente de un municipio de las Rías Baixas admitía: “Somos conscientes del problema que está generando el incremento del turismo interno. Son muchos años de recibir turismo de segunda residencia, gente de otras ciudades de España, pero la pandemia marcó más la problemática del turismo, con saturación de playas y espacios naturales”.

Otro ejemplo lo encontramos en Menorca, donde el 70 % del total de visitantes de la temporada turística de 2021 fueron turistas nacionales, según datos de la Fundación Fomento del Turismo de Menorca. El mercado nacional creció en la isla un 4% respecto a 2019, sumando cerca de 716.000 viajeros. En cambio, los turistas británicos cayeron un 80%, pasando de 500.000 a 100.000 visitantes.

Ahora bien, no es un solo una cuestión de cantidades, sino de pautas de comportamiento. En este sentido, los turistas nacionales que viajaron a Menorca -a diferencia de los extranjeros que suelen quedarse más tiempo dentro de los hoteles- se movieron mucho más por toda la isla (lo que creó una sensación de más masificación) y muchos se alojaron en casas y apartamentos, lo que genera patrones de gasto diferentes.

Veamos las cifras de pernoctaciones hoteleras que se registraron en Menorca en los seis meses que van desde abril a septiembre. En 2021 se contabilizaron 2,07 millones de estancias. En cambio, durante el mismo período del año 2019, fueron 3,71 millones, según el Instituto de Estadística de las Islas Baleares, con datos del INE. Es decir, hubo un descenso de las pernoctaciones hoteleras en la isla del 44,2% respecto al año prepandemia, a pesar de que los habitantes de Menorca tuvieron la sensación de que la isla estaba llena hasta la bandera y de que había colas para todo: para aparcar, en supermercados, restaurantes, etc. Y así fue, pero no porque los hoteles estuvieran a rebosar.

Por otra parte, y según datos de la Fundación Fomento del Turismo de Menorca, el gasto medio por turista se situó en 809 euros (-11,6%) y el gasto por día en una media de 116 euros (-11,4%). Con lo cual se confirmaba una terrible paradoja: más turistas, pero menos ingresos para el destino. Restaurantes y supermercados pudieron facturar más, pero otros negocios como hoteles y sus empresas proveedoras, mucho menos.

Los retos para las ciudades

Ponemos de nuevo el foco en las grandes ciudades. Muchas se habían convertido en destinos turísticos de masas antes de la pandemia.

Antes de la pandemia, las pernoctaciones hoteleras en las principales ciudades europeas iban subiendo año tras año, con crecimientos anuales medios del 4%. "Hasta el año 2020, las ciudades eran los líderes claros de la industria turística europea", informa European Cities Marketing (ECM). Pero llegó la pandemia y se se registró una caída del 77%. En Barcelona el descenso de las pernoctaciones hoteleras fue del 80% en 2020. Madrid cayó un 75%. Según apunta European Cities Marketing (ECM), el impacto de la pandemia en el turismo urbano ha sido económico y social, al afectar al sustento de centenares de miles de trabajadores (tanto de hoteles, como de empresas proveedoras), "con repercusiones sobre sus familias y comunidades enteras".

Fuente: European Cities Marketing

Ahora destinos como Praga, Barcelona, etc, han lanzado nuevas estrategias y campañas de promoción con el fin de ser más sostenibles en el futuro y atraer viajeros de mayor gasto a medida que se recupere la demanda. Sin embargo, es posible que se vean forzadas a apostar una vez más por la cantidad en lugar de la calidad, según advierte la empresa de estudios de mercado GlobalData.

Según recuerda GlobalData, “desde el surgimiento de las aerolíneas low cost y de varias formas de alojamientos económicos, la popularidad de los city break aumentó significativamente en el mercado de viajes intraeuropeo”. De hecho, “el 38% de los turistas afirma que este tipo de escapadas se había convertido en algo habitual para ellos, lo que había convertido a los city trips en el segmento de viajes más popular, por detrás de las vacaciones de playa y las visitas a amigos y familiares”, añade esta misma fuente.

Sin embargo, la explosión de las grandes urbes como destinos turísticos de masas tuvo un precio: se generaron muchos desequilibrios, lo que a su vez generó turismofobia. Un tema que incluso el director de cine Álex de la Iglesia ha llevado a la gran pantalla con la película de terror "Veneciafrenia", estrenada en 2021.

“Antes de la pandemia, los incrementos anuales constantes del turismo internacional en ciudades como Barcelona, Amsterdam o Praga causaron enfado entre las poblaciones locales, lo que a su vez generó presión hacia las autoridades locales”, apunta Ralph Hollister, analista del sector turístico en GlobalData.

Después llegó la pandemia, lo que hizo caer en picado las llegadas de turistas a las ciudades el año pasado, dado que los viajeros han tendido a evitar las áreas densamente pobladas. Sin embargo, “los europeos están comenzando a volver a viajar a las grandes ciudades europeas, con la confianza de haber recibido la pauta completa de la vacuna y esperando que las restricciones sean menos erráticas”, indica este experto.

A medio y largo plazo los destinos aspiran a ser más sostenibles, pero a corto plazo la prioridad es otra: reactivar las economías locales

Ahora bien, esta recuperación plantea interrogantes, dadas las negativas experiencias del pasado en algunos destinos donde aumentó el rechazo social al turismo. Cabe recordar además que en la actualidad, la planta hotelera de numerosas ciudades sigue sin estar reabierta en su totalidad.

Por dicho motivo, según apunta Ralph Hollister, "a medida que las ciudades europeas vayan recuperando completamente la actividad, los responsables turísticos deberán usar este período de renovado crecimiento para lograr el equilibrio adecuado entre la rentabilidad económica y garantizar una buena calidad de vida para los residentes”.

“Por ejemplo, los responsables de turismo de Praga manifestaron en medio de la pandemia su intención de utilizar ese tiempo de inactividad para desarrollar formas más sostenibles de turismo urbano para el futuro, con el fin de apaciguar a la población local. En este sentido, afirmaron que el nuevo enfoque de Praga era atraer a turistas de ‘alto valor’ que se quedarían más tiempo, gastarían más y, en general, actuarían de manera más responsable durante su viaje. La reapertura de Praga al turismo internacional será un caso interesante para monitorizar”, explica el analista de GlobalData.

Un debate muy parecido se ha planteado en Barcelona. Según apuntaba recientemente el concejal de Turismo de la capital catalana, Xavier Marcé, "nosotros no primamos la cantidad, sino la calidad. Es más importante que el visitante pase una noche más en Barcelona a que haya más visitantes. Si tengo X habitaciones mi obligación es procurar que estén llenas, pero si las puedo llenar con menos turistas que pasen más noches, mejor que mejor".

Según añadía el concejal de Turismo, "como ciudad, tenemos tres objetivos básicos. Primero: desmitificar el concepto de la cantidad como un criterio de análisis único. Segundo: tener un turista con más capacidad de gasto, más comprometido con la ciudad y con más curiosidad para descubrir todo aquello que le pueda ofrecer el destino. Tercero: queremos que Barcelona sea capaz de convivir con el visitante interactivamente".

Sin embargo, Ralph Hollister se muestra algo pesimista respecto a las buenas intenciones manifestadas por las principales ciudades europeas durante este último año y medio. “El deseo de los responsables turísticos de las ciudades para reposicionar los destinos mediante campañas de marketing y nuevas regulaciones podría tener una duración corta, ya que el impacto económico de la pandemia continúa”. Y es que, a medida que se van agotando las ayudas COVID que los gobiernos han inyectado a las empresas turísticas, "es posible que las principales ciudades tengan que centrarse una vez más en la cantidad por encima de la calidad para estimular la recuperación económica".

De hecho, según vaticina Hollister, desde diferentes ámbitos (asociaciones empresariales, sindicatos, etc) se van a redoblar las presiones a los gobiernos locales para que tomen medidas con el fin de atraer un mayor volumen de turistas. En conclusión, la recuperación del turismo urbano en los próximos años va a ser un "complicado ejercicio de equilibrios que inevitablemente causará controversia".

Y para controversia, la suscitada en Amsterdam: el pasado noviembre el ayuntamiento anunció que rechazará cualquier nueva solicitud de construcción de un hotel en las zonas centro y oeste de la ciudad. La medida pretende impedir la construcción de aproximadamente 20.000 habitaciones de hotel para las que había espacio previsto dentro de los límites municipales. Ámsterdam tiene en la actualidad 533 hoteles, con alrededor de 40.000 habitaciones, en todo el municipio.

No obstante, se podrán presentar solicitudes para aperturas en nuevas áreas residenciales o parques comerciales, con condiciones.“Construir un nuevo hotel solo es posible en barrios donde el hotel todavía puede tener un valor agregado para el desarrollo del barrio. Además, debe ser un concepto hotelero único y especial y cumplir estrictos requisitos en el ámbito de la participación vecinal, la sostenibilidad y el emprendimiento social”, apuntó un portavoz municipal.

Amsterdam también ha logrado reducir en un 82% el número de viviendas vacacionales que ofrece la plataforma Airbnb, gracias al registro obligatorio que entró en vigor en octubre de 2021. “Airbnb eliminó más de 13.000 anuncios el pasado 1 de octubre”, según explicó el concejal de Vivienda de la ciudad, Jakob Wedemeijer. Previamente se había limitado a 30 el número de días que los propietarios pueden ofrecer sus casas e incluso hubo un intento de prohibir las viviendas vacacionales en tres áreas del centro histórico, medida que fue tumbada por un tribunal local el pasado marzo.

Respecto al boom de las viviendas de uso turístico, el fundador y presidente de Meliá Hotels International, Gabriel Escarrer Juliá, hacía la siguiente advertencia con motivo de la presentación de su libro de memorias titulado "Mi vida. La historia del hombre que creó el mayor grupo hotelero español", publicado en 2021: “las plataformas de alquiler vacacional si no se regulan pueden generar desequilibrios al provocar la saturación de los destinos, agotamiento de los recursos, disfunciones en las ciudades y en el mercado residencial. Es urgente planificar y ordenar toda la oferta alojativa, y no solo los hoteles, si queremos tener un modelo turístico sostenible y de calidad”.

Consecuencias de la turismofobia: portazo a inversiones

El rechazo social al turismo acaba teniendo un impacto en las decisiones políticas y prueba de ello es la negativa a ampliar el aeropuerto de El Prat, el rechazo a construir el Museo Hermitage en Barcelona o la moratoria hotelera vigente desde 2015 en la capital catalana, la cual impide la construcción de nuevos establecimientos y ha frenado la llegada de marcas hoteleras internacionales de lujo a la ciudad. A ello se suman las protestas contra la candidatura de los Juegos Olímpicos de Invierno 2030 en los Pirineos.

También desde el Ayuntamiento de Palma de Mallorca se ha expresado el rechazo al Plan Especial del Aeropuerto de Son San Joan porque supondría "más presión ambiental", tanto por parte de la actividad del aeropuerto como por parte de la actividad turística. "La masificación turística es totalmente insostenible: el futuro debe pasar por la reducción del número de turistas, incrementar la calidad de vida de los residentes, la conservación del medio ambiente y la mejora de la experiencia de los visitantes", afirmó el pasado noviembre la concejala de Modelo de Ciudad, Vivienda Digno y Sostenibilidad, Neus Truyol. El Plan Especial que presentó Aena prevé un aumento de 472.211 metros cuadrados del aeropuerto, para uso turístico, aparcamientos, industrial, almacenes y administración.

Percepciones

Durante el primer año de pandemia, numerosos profesionales del sector turístico pensaron que el parón de la actividad serviría, al menos, para que la sociedad percibiese con mayor claridad la gran importancia que el turismo tiene para la economía española, lo cual ayudaría a desinflamar el discurso antiturístico.

Al fin y al cabo, a simple vista eran evidentes los cierres de hoteles, de restaurantes, los taxis sin clientes, el hecho de que centenares de miles de trabajadores estuvieran afectados por ERTEs, etc. Sin embargo, es muy pronto para saber con datos y a ciencia cierta si tal cambio de percepción se ha producido entre la opinión pública y hasta qué grado.

En cualquier caso, la imagen que el sector turístico tiene frente a la sociedad española se sigue viendo comprometida por un talón de Aquiles: la precariedad laboral que continúa afectando numerosas capas de trabajadores y que ha dado pie a plataformas como Las Kellys.

Una precariedad que en parte se deriva de la reforma laboral del año 2012, la cual permitió por ejemplo las llamadas “externalizaciones” en los hoteles para abaratar costes laborales. Por ejemplo, en lugar de contratar directamente a camareras de pisos según las condiciones reguladas por el convenio provincial de hostelería, un hotel podía optar por contratar a una empresa externa de limpieza, que aportaba su propio personal y donde se aplica un convenio diferente, con salarios más bajos, contratos temporales de corta duración, etc.

La propia ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, declaraba el pasado 23 de octubre: “La imagen de la reforma laboral se ve en las camareras de piso que cobran 3 euros la hora por limpiar habitaciones de hotel que se pagan por 80, 100 o 150 euros. Esa precariedad es la reforma laboral y eso es lo que vamos a derogar”.

La Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (CEHAT) solicitó a la ministra que ofreciera ejemplos concretos de esas malas prácticas. “Las consecuencias directas de las declaraciones de la ministra van desde denigrar a decenas de miles de profesionales y a sus familias hasta el riesgo cierto de provocar una corriente contra la imagen del turismo, piedra angular de la economía española”, advertían los hoteleros.

Dado que buena parte de las causas objetivas que alimentan el rechazo social al turismo no han desaparecido durante la pandemia, a medida que los viajes se restablezcan en los años venideros y se vayan acercando a los volúmenes de 2019, muy probablemente la turismofobia seguirá estando ahí. Incluso es posible que haya mutado y sea más resistente.

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Este reportaje ha sido publicado en la revista HOSTELTUR de enero y puede descargarse como documento PDF a través del siguiente botón de enlace:

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