El cambio climático pone en jaque al sol y playa
El turismo es una de las actividades que más se verá afectada por el calentamiento global
Publicada 02/03/22- Hasta mediados de diciembre estos fenómenos extremos tuvieron un coste de 221.000 millones
- Llaman a instaurar una marca turística en España como un destino adaptado al cambio climático
- Advierten de que estos fenómenos provocarán destrozos en litorales de aprovechamiento turístico
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En 2021 ya hemos podido comprobar cómo estos peligros meteorológicos, climáticos e hidrológicos no han dado tregua: a lo largo de estos 12 meses hemos visto olas de calor que han abonado el terreno para que se produzcan los llamados incendios de última generación, causados por el hombre, y han disparado las noches tropicales, además de sequías extremas y temporales que han dejado devastación a su paso.
Unos fenómenos que además tienen un elevado coste económico: hasta mediados de diciembre de unos 221.000 millones de euros, un 24% más que en 2020, según la reaseguradora Swiss Re
“Las evidencias del cambio climático han comenzado por el lado más extremo”, señala Olcina, que advierte que lo peor está por llegar: la pérdida del confort térmico ya es más que evidente, pero se agravará a partir de 2030.
El reportaje completo está incluido en el número de HOSTELTUR de Fitur y puede descargarse en PDF haciendo clic en el siguiente botón:
“Este es un proceso lento, pero constante y por lo que vemos no va a tener solución rápida en los próximos años porque los países no se ponen de acuerdo en la necesaria reducción de emisiones de gases de efecto invernadero”, asevera.
¿En qué se va a traducir este fenómeno para la especialización turística de España, el sol y playa? “Puede suponer una pérdida de visitantes en el centro del verano debido a la mayor frecuencia de olas de calor y de noches muy calurosas de tipo tropical”, de más de 20 grados por la noche. Al mismo tiempo, que el calor disuada a los turistas en temporada alta permitirá ganarlos en la baja. “Va a permitir prolongar la temporada hacia los extremos”, apunta.
En los riesgos de la pérdida del confort climático coincide Macià Blázquez, catedrático de Geografía de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), que tiene claro que este aumento de las temperaturas acabará pasando factura al turismo.
Así, avisa de que en un país donde es clave el sol y playa “ya no va a ser tan agradable estar al sol porque habrá olas de calor”, mientras que veremos otras situaciones de riesgo como las ya habituales danas -depresión aislada en niveles altos- que pueden provocar intensas precipitaciones que dejen inundaciones o temporales que arrasan las costas, como lo hizo ‘Gloria’ en el levante español y Baleares, “que supuso destrozos en ámbitos litorales de aprovechamiento turístico”, recuerda. En este punto, pone el ejemplo de Málaga.
“Allí ya hacen recrecer las playas cada año porque se las llevan los temporales. Extraen arena del fondo y la vierten al litoral”, explica Blázquez, que detalla que este recurso conlleva un daño colateral: “el equilibrio morfológico de los perfiles submarinos de la playa se vuelve mucho más inestable y ecosistemas como la pradera de posidonia se van al garete”, remarca.
Por su parte, Olcina añade otro segmento que también se va a ver damnificado: el turismo de nieve. “Las perspectivas son peores, por la reducción del periodo de frío anual, que ya se está experimentando”.
En este caso, indica que las estaciones de esquí situadas a cotas más bajas y con exposición más desfavorable a los flujos de nevadas principales “deberán pensar en procesos de reconversión de actividad hacia estaciones de montaña”.
Subida del nivel del mar
A todas estas consecuencias, el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático) añade una mucho más inquietante: una subida del nivel del mar que en los próximos 60 años podría afectar a hasta 15 puntos del país -y especialmente a Tenerife, Cádiz y Barcelona-, que borrará buena parte de sus playas.
El turismo es una de las actividades que más se va a ver afectada por estos fenómenos extremos que provoca el calentamiento global, sí, pero al mismo tiempo es un agente del cambio climático.
Según el último estudio de la Organización Mundial del Turismo (OMT) y el Foro Internacional del Transporte (ITF por su sigla inglesa), las emisiones de CO2 del turismo crecieron al menos un 60% entre 2005 y 2016, siendo el transporte, en 2016, el causante del 5% de las emisiones mundiales de CO2.
Por ello, la Cumbre del Clima de la ONU COP26 celebrada el pasado mes de noviembre lanzó la Declaración de Glasgow sobre la acción climática en el turismo, una iniciativa con un objetivo claro: aumentar la ambición climática de las partes interesadas en el turismo y garantizar acciones sólidas para respaldar el compromiso mundial de reducir a la mitad las emisiones para 2030 y alcanzar cero emisiones netas antes de 2050
“Salvo que aceleremos la descarbonización, las emisiones de CO2 del sector podrían aumentar un 25% o más de aquí a 2030, en comparación con 2016”, alerta este documento
Sus signatarios acordaban las cinco vías para garantizar que la acción climática esté alineada en todo el sector: medición, descarbonización, regeneración, colaboración y financiación, que acelerarán la capacidad transformadora del turismo.
Mitigación
Precisamente, Blázquez apunta uno de los frentes que se abren para combatir el cambio climático: la mitigación. “Consiste en no agravar el problema y básicamente reducir las emisiones de efecto invernadero”, destaca el catedrático de la UIB, que indica que de no frenarse estas emisiones la temperatura en la cuenca mediterránea se podría elevar hasta cuatro grados.
En esta línea, destaca una medida como la transición a energías más limpias “a través de las cuales podamos hacer funcionar los medios de transporte sin utilizar derivados del petróleo o del carbón”. Y agrega una actuación más: llevar a cabo “algún tipo de decrecimiento en el mercado turístico”.
Entretanto, el catedrático de la Universidad de Alicante detalla el segundo aspecto que deberá trabajar el sector: las políticas de adaptación
Y ofrece la receta a seguir: “Los destinos turísticos, especialmente en el litoral mediterráneo, la costa atlántica andaluza y el archipiélago canario, que serán las áreas más afectadas, deben llevar a cabo actuaciones de adaptación que supongan un verdeamiento mayor de las calles -arbolado, zonas verdes-, y la construcción de edificios más eficientes en el uso de la energía. Edificios (hoteles, apartamentos) que aprovechen más la luz solar y con sistemas inteligentes de refrigeración, tanto natural (columnas de aire) como artificial (aire acondicionado). Estas actuaciones van a ser muy necesarias si no queremos perder turistas y, por tanto, competitividad como destino turístico mundial importante, tal y como somos en la actualidad”, defiende Olcina.
Adaptación de los destinos
“Es necesario adaptar los destinos turísticos que deben ser de emisiones cero, con movilidad sostenible, mucho más verdes y con edificios más eficientes. Deben ser también destinos con una gestión impecable del agua potable. Ya hay ejemplos de destinos turísticos que están apostando por esta nueva filosofía de acción, que se debe convertir en su eslogan turístico para sus campañas de promoción en los próximos años. Debemos instaurar una marca turística en España que sea la de destino adaptado al cambio climático”, abunda.
Teniendo todo esto en cuenta , ¿cómo lo está haciendo el turismo? Durante la citada cumbre del clima, el secretario general de la OMT, Zurab Pololikashvili, reprochaba a la industria “la brecha existente entre las intenciones y las acciones implementadas por los integrantes del sector” para atajar la emergencia climática.
La realidad le daba la razón: algo más de 400 empresas suscribían el documento que recogía el compromiso para reducir las emisiones. Una ausencia de medidas que también confirma Blázquez, que pone de relieve que en muchas de las medidas de Responsabilidad Social Corporativa analizadas se observa más “marketing” que actuaciones reales
“A mi entender esto solo se resuelve a través de la regulación”, incide.
Por su parte, Olcina alude además a la necesidad de renovar el modelo. “Estamos ante un cambio que va más allá de lo ambiental y lo económico. El cambio climático va a suponer también un cambio cultural, un cambio de modos de actuar en sociedad. Estamos ante el mayor problema ambiental al que se ha enfrentado la Humanidad a lo largo de la historia”, expone, y subraya que está en nuestra mano poderlo convertir en una oportunidad para mejorar la relación con el medio ambiente y hacer nuestro desarrollo realmente sostenible. “Ahora vemos la insostenibilidad del modelo desarrollado. Es el momento de cambiar”, reclama.
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