"Hemos pasado de la incertidumbre pandémica a una incertidumbre bélica"
Pablo Díaz Luque, profesor de Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Cataluña (UOC)
Publicada 13/03/22- "Podría darse un escenario positivo, pero si el conflicto se alarga mucho difícilmente va a haber recuperación, o no al nivel esperado"
- "España se puede vender como un escenario lejano del conflicto dentro del contexto europeo, que atraiga a británicos, alemanes, nórdicos"
- "El cambio climático afecta, pero no le toca al turismo ser el líder del cambio, sino que será parte de un cambio que tiene que ser global"
Cuando la pandemia de la COVID-19 evolucionaba de manera positiva y el sector confiaba en reactivar el turismo a partir de Semana Santa, la invasión de Ucrania por parte de Rusia ha generado un nuevo clima de inseguridad para la economía y también para la actividad turística. "Hemos pasado de una incertidumbre pandémica, en la que no sabíamos si iba a haber otra ola o una nueva variante del virus, a la incertidumbre bélica, en la que no sabemos si la guerra va a ser corta o larga", afirma Pablo Díaz Luque, profesor de Estudios de Economía y Empresa y experto en turismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Por tanto, hay que estar atentos a cómo evoluciona la contienda, "si se llega a un acuerdo y no se alarga en el tiempo, podría darse una rápida recuperación de la alegría y una contención de precios", agrega.
Una vez que la sexta ola de la pandemia parecía controlada y el sector se mostraba optimista respecto a su recuperación, un conflicto bélico hace saltar de nuevo las alarmas. ¿Qué consecuencias puede tener para el turismo?
Hemos pasado de una situación de incertidumbre pandémica a una situación de incertidumbre bélica y, en cualquier actividad económica, la incertidumbre no es un buen escenario. Todo dependerá de la situación que se vaya dando, de que la guerra se alargue o no. La primera consecuencia es que dejen de venir turistas rusos y ucranianos, lo que tendría una incidencia mínima, aunque suponen un público interesante por su gasto, además de la pérdida de los esfuerzos dedicados para captar este turista.
¿Cómo puede influir la guerra en la confianza y el ánimo de las personas a la hora de viajar?
El turista europeo tiene muchas ganas de volver a salir después de la pandemia. Podría darse un escenario positivo, pero si el conflicto bélico se alarga mucho difícilmente se va a recuperar o no lo hará a los niveles esperados. El peor escenario es que la guerra se alargue porque, además de la falta de confianza, hay una cuestión económica por un encarecimiento de los viajes. Sería un escenario de crisis inflacionista, con un encarecimiento del transporte, de la energía, que puede derivar en un incremento de los precios y que podría hacer que los turistas se retraigan. Con este escenario de incertidumbre económica y de inflación, la bonanza que se veía tras la pandemia se va a perder.
¿Y los turistas de larga distancia?
Se unen dos cosas. Por un lado, es un tipo de turismo, en especial el asiático, que iba a tardar en recuperarse por la pandemia y ahora tardará aún más. Según la experiencia de crisis anteriores, como la del SARS, lo primero que se recupera son los viajes a los países de alrededor y más tarde los destinos de larga distancia. Por tanto, este turismo que no iba a viajar, por la cuestión pandémica, hasta que no se vieran las cosas muy claras y el virus muy controlado, ahora se le une esa incertidumbre bélica.
Si se retrae el turismo internacional, ¿el mercado doméstico podría ser de nuevo el principal soporte de la actividad turística, como en 2021?
A ver cómo evoluciona el conflicto, todo ocurre muy rápidamente. Si se llega a un acuerdo y no se alarga en el tiempo, podría darse una rápida recuperación de la alegría y una contención de precios. Por eso hemos pasado de esa incertidumbre pandémica, en la que no sabíamos si iba a haber otra ola o una nueva variante del virus, a la incertidumbre bélica, en la que no sabemos si la guerra va a ser corta, larga…
Además de las ganas de viajar, muchas familias han podido ahorrar durante los últimos años al no haber podido salir de vacaciones, pero ahora podrían tener que hacer frente a un encarecimiento de los precios del alojamiento, transporte, restauración…
Se podrían encarecer las salidas, así como la vida cotidiana de las familias, lo que podría influir en su decisión de salir de vacaciones. Es necesaria una contención de los precios para seguir siendo atractivos, pero las dinámicas son malas, crece el precio del girasol, la energía… Si esto sigue así, va a ser complicado para mantener los precios.
En este contexto, ¿en qué medida España puede lanzar un mensaje de certidumbre, como destino refugio, estamos en el sur de Europa, lejos del conflicto?
En el ámbito de las acciones internacionales, un gran reto es plantearlo como un destino seguro en varios aspectos, tanto en el sanitario como en defender que estamos muy lejos del escenario bélico. España se puede vender como un escenario de lejanía del conflicto dentro del contexto europeo, que atraiga a británicos, alemanes, nórdicos… Podría sustituir a destinos como Turquía, que está más cerca del escenario. Si se tiene en cuenta la lejanía del conflicto, creo que habrá otros ganadores, como América del Sur, el Caribe... Cuanto más alejados del escenario bélico, mejor.
Corremos el peligro de que los alemanes se queden en Alemania y los ingleses, en Inglaterra; pero tenemos que combatir esa incertidumbre con un escenario de tranquilidad para atraer a esos turistas. Contener los precios, pese a que España ya no era tanto un país de buen precio, sino de buena calidad, frente a los precios más baratos que ofrecían competidores como Turquía, Egipto o Túnez, y perseverar en la calidad y el buen servicio. Se estaba haciendo bien y se puede seguir haciendo bien.
La actividad turística española es muy dinámica, se recupera muy pronto. Lo vimos en otros momentos, como en el cierre de Thomas Cook. Hay que confiar en que el sector turístico es lo suficientemente dinámico para encontrar a los turistas sustitutos lo más rápido posible
Por otro lado, después de la pandemia, ¿se apreciarán nuevos comportamientos en el viajero?
Hay un movimiento ambivalente. Antes de la crisis había un comportamiento más ecologista, más sostenible, sobre todo en los medios de transporte, a raíz del movimiento ‘vergüenza a volar’ impulsado por Greta Thunberg. Había cierto movimiento de sustitución de los aviones por la alta velocidad en tren. Había ciertas iniciativas que ahora se han visto superadas por la pandemia, pero que se recuperarán.
Hay una preocupación, pero no hay una modificación de las prácticas porque las prácticas que se ofrecen todavía no son radicalmente distintas o van muy lentas. No creo que haya un cambio de paradigma en el comportamiento turístico en el ámbito de la sostenibilidad a largo plazo a nivel global
El calentamiento global y el cambio climático afecta, pero mantengo que no le toca al turismo ser el líder del cambio, sino que será parte de un cambio que tiene que ser global, en el que tiene que participar, además de la industria turística, la textil, alimentaria… Toda la industria tendrá que ir cambiando y no sé si es el momento, después de una pandemia y ahora con una crisis bélica. La primera impresión es que primero tiene que haber una recuperación y después veremos hacia dónde nos movemos.
Se ha incrementado la digitalización, particularmente en estos años de pandemia. ¿Qué papel va a jugar en la actividad turística?
Se ha avanzado mucho, pero hay que seguir haciéndolo, con especial atención a las pymes. No podemos olvidar que en ciertos destinos turísticos había conflictos antes fruto de la ‘plataformización’ de los mismos. Tendríamos que encontrar una política de equilibrio para tener cuidado con no saturar y no perder cierta esencia. Y aquí la tecnología puede jugar un papel importante, para corregir esta situación y tener cuidado con el exceso de descontrol que la tecnología produce en favor de plataformas
Aparte de esa digitalización del sector y de la pequeña y mediana empresa, hay que perseguir el uso de las tecnologías para el bienestar de los turistas, así como para un uso más eficiente también de la energía, con más sensores y más inteligencia turística en los destinos.
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