Josep Piqué: "Si alguien se queda fuera de la digitalización, desaparecerá"
Publicada 10/05/22
- “O se es competitivo, y eso pasa por la digitalización y por la adaptación energética, o el mercado se encarga de hacerte desaparecer”
- "Es importante disponer de flexibilidad en el mercado de trabajo, todo lo que introduzca nuevas rigideces va a ir en contra del empleo"
- "El conflicto en Ucrania puede ser largo. Nos tendremos que acomodar a esa situación, pensando más en el medio que en el corto plazo"
Tras la pandemia de la COVID-19, la guerra en Ucrania ha abierto un nuevo eje de incertidumbre en Europa, que "no se va a solucionar ni en los próximos días, ni en las próximas semanas. Podemos estar hablando de un conflicto largo", afirma el exministro y analista en geopolítica, Josep Piqué. Una situación que ha impactado ya en la economía española, "vamos a ver una ralentización del crecimiento, que con toda probabilidad se va a mantener a lo largo del año que viene", agrega. Piqué, que fue ministro de Industria y Energía, de Asuntos Exteriores y de Ciencia y Tecnología entre 1996 y 2003, en los gobiernos de José María Aznar, además de presidente de Vueling durante seis años, va a participar en el Foro Hosteltur, que se celebrará este miércoles en el Teatro Goya de Madrid. El evento comenzará a las 15:00 horas y se podrá seguir presencialmente o por streaming, solo es necesario registrarse.
Tras dos años de pandemia, desde febrero estamos ante una nueva situación de incertidumbre, debido a la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Las consecuencias se están notando ya en la economía española, incluso el Gobierno ha reducido su previsión de crecimiento. Desde su punto de vista, ¿qué podemos esperar en los próximos meses si se mantiene esta tensión en Europa?
La primera cuestión que hay que dilucidar es cuánto puede durar la guerra. Todo apunta a una cronificación de la misma. Es decir, no se va a solucionar ni en los próximos días, ni en las próximas semanas. Podemos estar hablando de un conflicto largo y, por lo tanto, nos tendremos que acomodar a esa situación, pensando más en el medio que en el corto plazo.
La guerra en Ucrania está teniendo un impacto en el lado de la oferta, pero también en la confianza de los agentes económicos y, por tanto, en el consumo y en la inversión, en el lado de la demanda. Todo apunta a que vamos a ver una ralentización del crecimiento, que con toda probabilidad se va a mantener a lo largo del año que viene; también una estabilización de la inflación, con una cierta tendencia a la baja en los próximos meses y una mayor normalización de cara al año que viene, y al mismo tiempo un endurecimiento de la política monetaria y, por tanto, una subida de los tipos de interés y el inicio de la imprescindible consolidación fiscal. Es decir, la necesidad de presentar un plan razonable y creíble de reducción del déficit y reducción de la deuda. Esos son los parámetros en los que nos vamos a mover en los próximos meses.
Si se produce esa normalización de la inflación, con tendencia a la baja, podría dar un impulso a la demanda...
Efectivamente, lo que pasa es que estamos ante situaciones de gran incertidumbre. El principal problema de la actual inflación es que es el resultado conjunto de unas políticas de demanda hiperexpansivas en los últimos años, una política monetaria ultraexpansiva por parte de los bancos centrales y, al mismo tiempo, políticas fiscales para hacer frente a la pandemia, también muy expansivas. Eso genera una presión desde el lado de la demanda que se ha encontrado, desde el lado de la oferta, con restricciones y cuellos de botella derivados de los confinamientos por la pandemia y ahora también con las consecuencias geopolíticas de la guerra.
Por tanto, estamos hablando de tensiones en las materias primas básicas, las energéticas, por supuesto, pero también minerales, metales, que son fundamentales para el desarrollo y para las nuevas tecnologías, para los componentes intermedios, como los microprocesadores, y la conjunción de ambas cosas explica la actual situación. El futuro de eso va a depender del grado de progresiva moderación de las políticas del lado de la demanda y de la oferta, de la estabilización de una situación que, hoy por hoy, es muy volátil, como lo muestran las fluctuaciones en los mercados energéticos.
El turismo se recupera poco a poco tras atravesar el peor momento de su historia por la pandemia. A pesar de la incertidumbre que genera el conflicto en Ucrania, las previsiones para el verano son optimistas. ¿Cree que este sector tirará de nuevo de la economía?
Desde los años 60 del siglo pasado, el turismo ha sido la gran palanca del crecimiento y de la recuperación de la economía cuando estábamos en las fases bajas del ciclo. Ha hecho los deberes, desde un punto de vista de aumento de su competitividad, mejora en la relación calidad-precio y de una internacionalización realmente espectacular. Después de la pandemia, hay muchísimas ganas de volver a viajar, pero no sabemos si pueden surgir otras variantes que nos puedan complicar la vida. Lo estamos viendo ahora, con un incremento muy importante de los contagios, aunque, afortunadamente, desde el punto de vista de las hospitalizaciones, no tiene mucha repercusión, pero habrá que estar muy atentos porque eso podría significar una reintroducción de las restricciones que haría daño a un sector tan importante como el turístico.
La elevada estacionalidad de la actividad turística impulsa, a su vez, una alta temporalidad en el empleo. ¿En qué medida la reforma laboral, recientemente aprobada, resolverá este problema?
En primer lugar, creo que el sector ha avanzado en la desestacionalización, aunque es más difícil en los destinos llamados de sol y playa. A partir de ahí, en determinadas regiones y en determinados subsectores, es importante disponer de flexibilidad en el mercado de trabajo y saber que todo lo que introduzca nuevas rigideces va a ir en contra del empleo porque las empresas no van a contratar si no están seguras de que se pueden adaptar en el caso de que cambie el ciclo económico.
La reforma laboral ha supuesto un impulso de la contratación indefinida, pero discontinua. Eso es algo que el sector turístico está aprovechando, pero todavía está por ver cuáles son sus consecuencias en el medio plazo
Ahora, el marco legal es el que es y hay que adaptarse a él, pero veremos lo que sucede cuando el ciclo nos complique a todos la vida. Siempre hay que estar abierto a buscar fórmulas para ir mejorando un mercado de trabajo como el español que, por otra parte, tiene problemas estructurales desde hace décadas, como lo muestra el hecho de que solemos tener, y eso es absolutamente anómalo, una tasa de desempleo que dobla la de los países de nuestro entorno.
Dentro del sector turístico, un segmento fundamental es el transporte aéreo. Una industria que usted conoce bien, ya que fue presidente de Vueling durante varios años, y que se enfrenta a retos como la sostenibilidad y el encarecimiento de los combustibles. ¿Cómo ve la aviación en estos momentos?
La veo muy concienciada respecto a la necesidad de avanzar muy rápidamente en el proceso de descarbonización. El sector va mucho más rápido de lo que normalmente la opinión pública percibe y creo que, aunque todo requiere su tiempo como es lógico, vamos a ir viendo cómo el proceso de adaptación es razonable y comprometido con la transición energética y medioambiental. Otra cosa es la coyuntura desde el punto de vista de los precios de los combustibles, del queroseno en el caso de la aviación, que se ve afectado por la presión de los mercados de hidrocarburos y no es la primera vez que sucede.
El gran reto es cómo mantener la competitividad de unos precios que no sean disuasorios y sin que eso implique perder la rentabilidad. Cuando se pierde la rentabilidad y no se pueden transferir los costes a los precios, al final lo que acaba sucediendo es que hay una reducción de la oferta y eso es malo para todos
Por otro lado, ¿qué opina de la distribución de los fondos europeos? ¿Van a conseguir esa transformación del modelo económico que se persigue?
Ojalá. A veces nos parece que todo está yendo muy lento y, efectivamente, desde el punto de vista de las necesidades de las empresas es así, pero también es verdad que no somos los más lentos. Al contrario, España y Portugal han sido los primeros en presentar los famosos PERTE y en recibir los primeros fondos de la Unión Europea, particularmente los Next Generation. Además, se han puesto en marcha otros mecanismos, como los fondos para las empresas de la SEPI, que están apoyando también a turismo, en general, y también al sector aéreo.
Hay que dar un poco de tiempo al tiempo, pero también es verdad que son ayudas que fundamentalmente van dirigidas a las grandes empresas y de lo que se trata es de que vayan permeando después hacia esa tupida red de pequeñas y medianas empresas que también necesitan adaptarse en su modelo productivo, en su competitividad y que, por lo tanto, puedan sobrevivir
Ese es el gran reto de una economía, que puede seguir basándose en el sector servicios, no hay mayor problema en que eso sea así, pero siendo conscientes de que los servicios son cada vez más globales, que la competencia es cada vez mayor y que, por lo tanto, o se es competitivo, y eso pasa por la digitalización y por la adaptación energética, o el mercado se encarga de hacerte desaparecer.
Respecto a la digitalización, un proceso que ha registrado un fuerte impulso en nuestro país debido a la crisis sanitaria, ¿cree que se está acometiendo a buen ritmo?
La pandemia ha supuesto un avance de varios años en el proceso de digitalización de los comportamientos empresariales y de los consumidores, pero no hemos sido los únicos. Por lo tanto, en términos de competitividad relativa no podemos hablar de una mejora, porque los demás también, por decirlo en términos coloquiales, han espabilado. Todo lo que se haga en ese terreno va a ser poco, no es que el futuro sea digital, lo es ya el presente, y si alguien queda al margen de la digitalización, su destino es la desaparición.
Hay que aprovechar los fondos comunitarios, pero también las vías de financiación que existen en los presupuestos de las Administraciones Públicas españolas para la digitalización de procesos y productos
Y ahí sí que nuestras empresas tienen que ser capaces de utilizarlas con eficacia, muchas veces son presupuestos que quedan por cubrir porque la burocracia y los trámites suelen ser excesivos. Se necesita una simplificación y hacerles las cosas fáciles a las empresas.
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