Retos de la arquitectura en turismo: diseñar espacios más flexibles
El arquitecto Juan Herreros afirma que en los hoteles "falta todavía darle una nueva dimensión a la flexibilidad de la propia habitación, a esos espacios que se podrían convertir en otras cosas temporalmente"
Publicada 22/05/22- "El programa de los hoteles está cambiando. La proporción de usos complementarios con respecto de las habitaciones se está alterando"
- "La flexibilidad va a ser un factor determinante en la arquitectura de mañana, no del futuro, sino de mañana"
- "Nuestra obligación es entender el presente, pero intentar extender el interés por lo que hacemos más allá de una temporada"
Juan Herreros es uno de los arquitectos españoles más reconocidos fuera de nuestras fronteras. Dirige el estudio Herreros, que, entre otros trabajos, ha creado el Museo Munch de Oslo, inaugurado en el pasado mes de octubre. Ha trabajado en diversos países y en distintos ámbitos, en lo relativo al sector turístico construyó un revolucionario palacio de congresos en Bogotá y ahora está desarrollando un novedoso proyecto hotelero en Centroamérica. Además, es profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Recientemente, ha sido reconocido con el premio Cinco Océanos del Summit MadBlue 2022 -cumbre de innovación, ciencia y cultura por el desarrollo sostenible-, por contribuir a desarrollar una cultura urbana basada en la implicación responsable de la arquitectura en la sociedad y el impulso de la sensibilidad medioambiental.
Ha trabajado en varios países y en distintos ámbitos, como la cultura, transportes, construcción de viviendas… ¿y en el sector turístico?
Hemos hecho el Palacio de Congresos de Bogotá, un edificio revolucionario en su momento porque fue el primero que renunció a tener los auditorios inclinados. Los hicimos planos y sin butacas fijas. Los centros de congresos con auditorios levemente inclinados y focalizados en un escenario son muy limitados, mientras que en un auditorio plano, se puede hacer, además de un congreso, una exposición de coches, un campeonato de judo, un concierto, una fiesta… Convierte al palacio de congresos en un edificio público de primera dimensión. También fue pionero en cuestiones de sostenibilidad, no tiene aire acondicionado y se refrigera con ventilación natural.
Tras dos años de pandemia, especialmente tras varios meses de confinamiento, ¿la crisis sanitaria podría marcar un antes y un después en el diseño de los espacios que habitamos?
Sería deseable. Hemos corroborado algunas cosas que la disciplina de la arquitectura y del urbanismo ya había reclamado en cierto modo, pero no había tenido mucho eco. La pandemia ha demostrado que es muy importante tener acceso a la naturaleza, no solo en los parques sino en los propios edificios, en las azoteas, en las terrazas... Es importante que toda vivienda tenga un pequeño espacio al aire libre, en la medida de lo posible; hay que eliminar esa obsesión por aumentar el salón a costa de una terraza que todo el mundo despreciaba. Es muy importante tener usos comunes en los edificios, que generen una cierta sensación de comunidad. A pesar de compartir los gastos, no hemos sido capaces de construir comunidades.
¿Qué es lo que se prioriza ahora al elegir el diseño de un espacio?
La flexibilidad va ser un factor determinante en la arquitectura de mañana, no del futuro, sino de mañana. Hemos descubierto que hay cosas que pueden cambiar radicalmente nuestros rituales cotidianos, la forma en la que se trabaja, se estudia, se realizan las actividades comerciales, se viaja o se reside en un hotel y es importantísimo que la arquitectura se adapte a esas novedades. Antes pensábamos en la flexibilidad como la capacidad de que la arquitectura asumiera cambios conocidos: una familia que crece, una oficina que se reduce o unos puestos de trabajo que se vuelven despachos. Pero ahora, por primera vez en la historia, esas novedades son desconocidas. No sabemos qué va a pasar con la inteligencia artificial, el metaverso...
En relación con ese cambio en la forma de viajar o de residir en el hotel que mencionaba, durante la pandemia muchos hoteles optaron por otras alternativas, como comercializar sus habitaciones como oficinas, ante la ausencia de clientes.
El mundo de los hoteles es muy interesante por lo que representa en el inconsciente colectivo de tiempo diferente en una vida organizada. El hotel viene a ser un lugar de experimentación sobre uno mismo. A raíz de la pandemia y quizá también de otros movimientos que están ocurriendo, el programa de los hoteles está cambiando, la proporción de usos complementarios con respecto de las habitaciones se está alterando. Antes eran eminentemente habitaciones, ahora hay otras muchas actividades. Falta todavía darle una nueva dimensión a la flexibilidad de la propia habitación, a esos espacios que se podrían convertir en otras cosas temporalmente
¿Es ese el objetivo del proyecto que está desarrollando en Centroamérica?
Estamos haciendo un proyecto para transformar unas cuantas plantas de un hotel en oficinas, de manera que la cantidad de espacio que se dedica a habitaciones pueda fluctuar conforme lo hace el mercado, ampliando o reduciendo la cantidad de plantas dedicadas a oficinas. Es decir, con unas operaciones muy sencillas, aquellas plantas, que es difícil colocar en el mercado según la temporada, puedan ser ocupadas por oficinas. Éstas igualmente tienen que ser temporales, es una condición del tiempo que vivimos.
El hotel tendría como una especie de centro de gravedad, como de agua y aceite, que sube y baja conforme a la demanda.
El proyecto afecta a una parte de las habitaciones. Estamos empezando de arriba abajo hasta un nivel en el cual esa fluctuación del mercado está ahora estudiada.
¿Sería un proceso de cambio sencillo?
Sí, solo hay que cambiar aspectos del mobiliario, mientras que ingredientes como la distribución eléctrica sería operativa en los dos casos. Es un mecanismo de reversibilidad de estancia a oficina con la misma arquitectura. Estamos hablando de una transformación muy sencilla, que solo necesita pequeñas operaciones, casi un cambio de muebles.
Muchos de sus proyectos se han destacado como modélicos en el ámbito sostenible, como el Museo Munch de Oslo. ¿Qué supone la sostenibilidad en sus nuevos diseños?
La sostenibilidad es ya o debería ser una parte sustancial del mundo que habitamos. De alguna forma nos hemos pasado de frenada en nuestra relación con el planeta, y nos estamos perdiendo una parte sustancial de la calidad de vida que hasta ahora creíamos que podíamos suplir con kilovatios, con dinero o con gasolina. Ahora sabemos que reduciendo esos consumos se pueden conseguir otros modelos de calidad, de confort y de felicidad. No se trata de renunciar a nada, sino de perfeccionar lo que tenemos a base de eliminar los superfluo, solo con ello posiblemente conseguiremos cambios muy sustanciales. Desde el punto de vista de la arquitectura esto es determinante.
Hay que plantearse el valor de lo que tenemos, a lo mejor basta con corregirlo en lugar de sustituirlo o destruirlo. No destruir hoy en día sería una de las primeras normas de nuestro nuevo código ético como habitantes del planeta
En línea con la economía circular…
La ciudad en una dimensión muy significativa está infrautilizada, es muy irresponsable hacerla crecer más y más y dejar tras de sí territorios abandonados, edificios obsoletos o descampados moribundos. Hay que corregir lo que tenemos, hay que darle una segunda oportunidad a aquellos espacios fallidos. Nosotros nos dedicamos mucho a eso, lo llamamos correcciones tipológicas, es decir, es como tomar algo que puede que en su momento fuera adecuado, pero el tiempo pasa por todos y también por los edificios y los descarrila.
Los hoteles suponen un ejercicio apasionante de recuperación de arquitecturas obsoletas. Se podrían hacer en muchos lugares, cuando haces viviendas no puedes hacer ese tipo de ejercicios de irracionalidad creativa, pero me parece que el hotel tiene un significado muy potente y lo permite
¿Las tendencias en arquitectura cambian muy rápido?
Siempre hay tendencias, pero tienen el riesgo de una vigencia muy breve. Nuestra obligación es entender el presente, pero intentar extender el interés por lo que hacemos más allá de una temporada. Las obras de las que nosotros estamos más contentos han logrado de alguna manera, no solo tener un impacto en el momento de su inauguración, sino extenderlo a lo largo de un periodo largo en el que ese proyecto o esa obra se ha encontrado con otras novedades que la han validado.
¿Un ejemplo podría ser el Museo Munch?
Sí, es un proyecto que se desarrolla a lo largo de 12 años. Si no hubiéramos realizado un tremendo esfuerzo estudiando todos los museos del mundo, lo que estaba pasando en el arte, en las relaciones de los visitantes con las instituciones culturales, para producir ese edificio, hoy ya no estaría de moda porque sería un edificio del año 2008. Ha sido el empeño en construir una síntesis de un periodo de tiempo, incluido una pandemia y otras muchas cosas, lo que permite que el Museo Munch sea considerado ahora como un sitio como al que hay que ir, un atractivo turístico de primera índole que ha recibido 600.000 visitantes en seis meses [se inauguró en octubre de 2021], en una ciudad que tiene apenas 300.000 habitantes. Eso es seguramente porque la vigencia de lo que representa el edificio, de los riesgos que ha asumido y de la propuesta que incluye se mantiene y esperemos que se mantenga durante mucho tiempo.
¿Qué papel juegan factores como el cambio climático y la eficiencia energética? ¿En qué medida son prioritarios?
Son ingredientes de diseño que ya operan desde el primer momento de la elaboración de un proyecto. Hace unos años, la arquitectura se mantenía conforme a su tradición y las ecuaciones energéticas consistían básicamente en añadir prótesis técnicas, como paneles solares, unas chimeneas, revestimientos de fachada... Ahora la arquitectura se está convirtiendo en otra completamente diferente. De la misma forma que antes pensábamos la estructura desde el principio, ahora estos elementos influyen en el diseño,
En la arquitectura que hacemos hay muchas huellas que vienen de la incorporación de diferentes sensibilidades, no solo asociadas a las cuestiones de sostenibilidad, también con la diferente concepción que tenemos de la naturaleza, la necesidad de utilizar materiales que tengan una trazabilidad aceptable
Saber que un bosque ha sido tratado con justicia, afecta a la manera en la que utilizamos los materiales; hemos dejado de utilizar algunos que incluso eran fetiches arquitectónicos, ahora somos más críticos con su utilización.
Acaba de recibir el premio Cinco Océanos del Summit de desarrollo sostenible MadBlue, por su contribución a crear una cultura urbana basada en la implicación responsable de la arquitectura en la sociedad y el impulso de la sensibilidad medioambiental. ¿Qué supone este reconocimiento?
Estos premios tienen un efecto muy permeable para los equipos de trabajo, no solo los arquitectos que trabajan en nuestro estudio, también todos los colaboradores externos, los ingenieros, los conocedores de todo tipo de disciplinas a los que tenemos que recurrir y a los que demandamos una puesta al día y una actualización que muchas veces cuesta acometer. Estoy seguro de que en esta oficina hay gente que se ha puesto más contenta que yo al sentir que lo que hacemos vale para algo, es apreciado, tiene sentido y que estamos en la línea correcta.
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