Formación turística en España: reforma universitaria ya
¿Estamos perdiendo la batalla de la educación superior?
Publicada 14/12/11¿Cómo puede ser España un país competitivo si su formación universitaria se está quedando a la cola de medio mundo? La Universidad española necesita una reforma a fondo, pero se carece del coraje y la visión de futuro necesarios para dejar de mirarse el ombligo y asumir que no lo estamos haciendo bien. Alfonso Vargas se pregunta: "¿Estamos perdiendo la batalla de la educación superior?"
Aunque va a ser que no, con o sin Ministerio de Turismo hay que trabajar por arreglar muchas aspectos ligados a la competitividad de nuestro sector turístico.
Uno de ellos, no menor por cierto, es el de la educación superior. Cierto es que las competencias no estarán en el ente administrativo que corresponda al turismo (pongamos una Secretaría de Estado), pero lo que interesa es mejorar ese aspecto clave para el futuro de una industria tan trascendental para nuestra economía.
A poco que uno se mueva por el mundo, la respuesta a la pregunta que da título a este post es sí, rotundamente sí. Razones:
-Tenemos un sistema universitario arcaico y demasiado fragmentado, anclado en el paradigma de la cantidad, que evoluciona con demasiada lentitud, en el que la movilidad del profesorado es escasísima, al igual, en general, que la capacidad para atraer talento del exterior (alumnado y profesorado).
-La gobernanza universitaria no favorece un genuino sentido de lo que es gobernar: establecer prioridades y asignar recursos acorde con las mismas. Más bien se tiende al "café para todos", porque así es más fácil ganar votos con los que ganar elecciones. ¿Cómo es posible que España no sea una de las grandes potencias en formación e investigación en materia de turismo? ¿Cómo es posible que no se pongan en juego nuestros mejores recursos para conseguir este objetivo, que debería ser una prioridad nacional?
-En un sistema esencialmente político el principio del mérito y capacidad en el gobierno de estas instituciones queda en un segundo plano. Aplicar un principio democrático en los órganos de representación es correcto, pero aplicarlo a la elección de quienes, por ejemplo, han de dirigir centros de investigación, es confundir los términos. Elección democrática a ciertos niveles en lugar de concursos públicos abiertos y con los méritos curriculares por delante es una manera de proceder que no conduce, precisamente, a la excelencia (más bien a la mediocridad y a perpetuar las endogamias). Hemos mimetizado los vicios de la política al interior de las universidades, que deberían ser otra cosa.
-La actividad investigadora se ha sesgado hacia la publicación en revistas científicas de las denominadas de impacto. Es cierto que esta exigencia nos ha obligado a hacer mejor investigación científica y a ganar presencia en los círculos académicos internacionales, pero es hasta ahí hasta donde llega el referido impacto: esas revistas no son aptas ni son leidas por los tomadores de decisiones en el mundo real, ya sea privado o público. Muchos investigadores hacen un esfuerzo enorme por abrirse camino en esas revistas, pero sus hallazgos no suelen tener una traslación más allá ni, por tanto, repercusión práctica. En resumen: el sistema no ayuda a construir puentes entre el mundo académico y el empresarial; los esfuerzos, y por tanto los recursos, se dilapidan. ¿Tiene sentido publicar por publicar? ¿O publicar para que ese conocimiento lo aprovechen otros, en otros países?
-La última reforma de los planes de estudio ha sido un fiasco más; no hemos tenido capacidad ni para armonizarlos, no digo ya a nivel europeo (que hubiera sido lo ideal; la UE sigue siendo en buena medida una entelequia), sino tan siquiera a nivel de todo el estado español, lo que sigue dificultando la mobilidad. Por supuesto, ni me refiero a las dotaciones presupuestarias.
-Si hay una actividad económica netamente global, que necesita de profesionales con una visión amplia, internacional, de lo que ocurre en el mundo, esa es el turismo. ¿Están preparadas nuestras universidades, en general, para formar a futuros profesionales con esa capacidad de competir en un mercado global, o seguimos con enfoques meramente localistas? No hay más que ver el cuadro de profesores, sus CVs, y la procedencia del alumnado (más alllá de lo que representan los estudiantes Erasmus, que en la mayor parte de los casos, y hablo con algún conocimiento de causa, buscan más una experiencia vital -utilizando un eufemismo, sin perjuicio de su lado positivo- que académica. ¿Es necesario que haya estudios de turismo en todas partes?
-¿Cómo es posible, en estas condiciones, que nos hablen de calidad, la de verdad, no la que dice la burocracia universitaria que a tanta gente "entretiene", con la consiguiente merma de productividad? ¿Cómo es posible que el sistema haya estado expulsando, con jubilaciones anticipadas e incentivadas a cargo del erario público, a los más experimentados, maestros que en muchos casos han creado escuela? ¿Cómo es posible que un/a joven profesor universitario, que intenta hacer su doctorado, tenga que cumplir con un contrato que le obliga a cubrir 380 horas lectivas en varias disciplinas? La tan cacareada calidad es un engaño más.
-En los rankings a nivel internacional prácticamente no existimos, más allá de algunas estupendas escuelas de negocio.
-La apuesta que se está haciendo por la educación en otras partes del mundo, por ejemplo en China, nos deja verdaderamente en pañales. Sencillamente no podemos competir en medios, pero sobre todo en visión de futuro. Los estudios de turismo son un buen botón de muestra. Lo he vuelto a constatar estos días en Hong Kong, en una cumbre de gran alcance internacional. Da envidia constatar como se mueven en otros países: Australia, Nueva Zelanda,...,no digo ya EE.UU, Reino Unido, etc.
¿Alguien le presta atención, de verdad, a lo que pasa en nuestro sistema universitario? Aún está pendiente la gran reforma, que no es sino la de la gobernanza en las insituciones de educación superior. No hay más que mirar a las mejores universidades del mundo y aprender. Pero se necesita liderazgo y coraje para emprender las reformas precisas y cambiar; no burócratas que muevan papeles y no molesten, sino gente con visión, proyecto y peso académico. El último informe de un grupo de expertos internacionales, disponible en la web del Ministerio, da claves muy interesantes. Yo diría, utópicamente, que habría que aplicar la máxima de Schumpeter: la destrucción creativa. Como estamos no vamos a ninguna parte en un mundo también globalizado en la educación superior.
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