Desafíos 2023 para los hoteles españoles

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Portada de la revista Hosteltur, noviembre de 2022.

EDITORIAL
La resiliencia de la hotelería española ante crisis superpuestas

Los resultados logrados por las empresas hoteleras en el verano de 2022 han confirmado una vez más la resiliencia de la industria turística española ante crisis de casi cualquier índole y su capacidad para recuperarse a gran velocidad cuando las condiciones externas lo permiten.

Recordemos que el año 2022 arrancó con incertidumbres (pandemia, tensiones inflacionistas, guerra en Ucrania…), continuó con numerosas dificultades en plena temporada alta (huelgas, largas colas y esperas en aeropuertos, falta de personal…) y se despedirá con más incertidumbres (crisis económica, crisis energética, aumento de costes, escalada de tensión Rusia-Occidente…).

Y a pesar de todos ello, el sistema turístico ha sido capaz de ponerse en marcha y funcionar a toda máquina, atendiendo a millones de viajeros, aun viniendo de dos años prácticamente en stand-by.

En este contexto, muchas miradas se dirigen a las empresas hoteleras, punta de lanza de nuestra industria y donde se desarrollan gran parte de las experiencias que viven los turistas.

Es cierto que la temporada veraniega de 2022 ha sido positiva para la mayoría de las compañías (sobre todo en destinos de sol y playa, más que en ciudades) pero es necesario recordar que venimos de los dos años más difíciles en la historia del turismo.

La cuenta de resultados de este verano no va a arreglar de golpe el balance de miles de empresas con un pasivo donde se han acumulado deudas y créditos pendientes por pagar y donde los costes de producción se están disparando.

Por eso, al ser los hoteles un eslabón crítico de la cadena de valor, datos como el ADR, la ocupación, el RevPar o la evolución de las reservas para los próximos meses deberían ser la principal preocupación de las administraciones públicas (sean ayuntamientos, cabildos, diputaciones, comunidades autónomas, Gobierno central, etc.), más que el número de turistas que pueda recibir un destino.

El hecho de que el ánimo de los inversores se mantenga positivo pese a los dos años de pandemia, que haya movimientos e interés por invertir en España, y que los precios de los activos hoteleros no se hayan desplomado también deberían animar a las administraciones públicas a confiar más en el criterio de nuestras empresas hoteleras cuando estas les piden, por ejemplo, líneas específicas de ayudas para impulsar la reconversión de destinos, cambios de normativas para favorecer la transición energética, medidas para evitar el caos en los aeropuertos, etc.

De hecho, el desafío cada vez más apremiante para las empresas hoteleras en España es implantar miles de medidas relacionadas con la sostenibilidad. Ahí es donde se juegan su futuro para las próximas décadas. En este proceso, donde se necesitarán cuantiosas inversiones, así como un entorno favorable para los negocios y para el desarrollo de la actividad turística, el sector privado no puede ni debe caminar solo.

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