¿Por qué crece el turismo extremo de lujo en todo el mundo?
Expertos de UOC hablan de exhibicionismo y desmotivación vital
Publicada 18/07/23La tragedia del sumergible Titán, que ofrecía viajes de ocho días y siete noches para visitar los restos del Titanic, ha puesto sobre la mesa una realidad: el turismo extremo de lujo está creciendo, aunque para unos pocos. Desde la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), analizan el fenómeno y explican que responde a una “desmotivación vital” y a la necesidad de “reconocimiento social”, al tiempo que advierten sobre su impacto medioambiental.
Ver el Titanic a 3.800 metros de profundidad, subir el Everest y el K2, viajar al espacio o hacer carreras en el desierto son algunas de las experiencias de turismo extremo que hoy pueden encontrarse en el mercado. Hace años, solo se dedicaban a ellos quienes estrenaban a diario, pero en estos momentos estas actividades “están popularizándose para ciertos públicos”.
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La UOC recuerda que en su momento “el turismo de ricos” se enfocaba en safaris o destinos exóticos, pero con la democratización del acceso a los viajes hay una búsqueda por ir a los extremos de lujo.
"El interés por este tipo de actividades o prácticas de turismo extremo de lujo viene por su exclusividad, son excéntricas y, en muchos casos, hacen subir la adrenalina y se enmarcan en un ambiente de personas con un altísimo poder económico que prácticamente compiten entre ellos, como Jeff Bezos u otros multimillonarios", comenta Pablo Díaz, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, experto en turismo.
En esa línea, comenta que se trata de prácticas “poco accesibles para la población general, basadas en actividades extremas. Por ejemplo, ir a lugares remotos como el polo sur, hacer grandes cumbres en poco tiempo, ser abandonados en islas remotas o en la selva para tener prácticas de supervivencia extrema o viajes espaciales"
Según datos de National Geografic, citados por la UOC, actualmente alrededor del 90% de los montañeros que abordan la ascensión del Everest son clientes de expediciones guiadas, muchos de ellos sin una mínima competencia alpinística. El precio para ascender al Everest varía entre los 45.000 y los 200.000 dólares y puede incluir cocinero, calefacción o helicópteros.
También las expediciones turísticas a la Antártida han ido en aumento. En 1996 el número de turistas rondaba los 7.000, en 2020 la cifra llegó a los 74.000 y la International Association of Antarctica Tour Operators (IAATO) calcula que este año podrían alcanzarse los 100.000.
Exhibicionismo y desmotivación vital
Este turismo extremo de lujo, sostiene el profesor de la UOC, “tiene rasgos de excentricidad y de exhibicionismo”, y es resultado de la democratización del turismo, el ascenso del turismo de bajo coste (low cost) y la masificación turística, “que empujó a que este turismo excéntrico tome relevancia para personas con alto poder adquisitivo que quieren vivir unas experiencias que solo unos pocos en el mundo podrán gozar”.
Mireia Cabero, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología de la UOC, va un poco más allá en el análisis y señala que existen razones internas y externas que llevan a alguien a probar una práctica extrema sin contar con un bagaje técnico.
"Aburrimiento o desmotivación vital que se compensa con experiencias emocionales extremas, necesidad de superación personal y anestesia emocional serían las motivaciones internas", dice. Y añade, que las externas serían "la necesidad de reconocimiento social, voluntad de demostrar (poder, atrevimiento, que se vive una vida interesante, etc.) y de destacar”, ya sea por la experiencia extrema que ha podido vivir, por el atrevimiento, o por los medios económicos que se tiene.
El impacto de los viajes extremos
Los expertos de la UOC también ponen el foco en los problemas medioambientales que ocasionan este tipo de actividades extremas, y recuerdan las imágenes viralizadas de largas colas de escaladores queriendo ascender el Everest “con la pertinente huella ecológica, residuos, basura, etc., que supone su estancia en un lugar no adaptado”.
"Hay ciertas prácticas de turismo extremo que se han masificado (como la subida al Everest) que no tienen en consideración los efectos colaterales de su actividad, los efectos dañinos o las externalidades que tienen estas prácticas, ya que generan situaciones de insostenibilidad que en un futuro traerán consecuencias, y veremos cómo se gestionan", advierte Díaz.
De hecho, cita un estudio de la revista Nature que afirma que cada persona que visita la Antártida causa la desaparición de 83 toneladas métricas de nieve por las emisiones del transporte que ha usado para llegar. Lo mismo ocurre con las experiencias en islas de difícil acceso, o en la selva. “El impacto también es considerable ya que estos espacios dejan de ser vírgenes y comienzan a abrirse a su explotación”, concluye Díaz.
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