Turismo y España: cómo alcanzar los horizontes que le corresponden
Publicada 11/06/12
El profesor Manuel Figuerola Palomo aporta con este post una dosis de sentido común y estrategia para que el turismo español alcance los horizontes que le deberían ser propios. su fórmula implica a todos, a la sociedad, a las administraciones y al propio sector.
En los últimos días, por causa de la crisis que España padece, la cual ni podemos ignorar, ni negar, suelo reiterarme en una declaración, que pienso comienza a convertirse en un tópico aburrido. Manifestación que persigue la aplicación de una política turística más firme, diversificada y comprometida, por parte de todos los sujetos del sistema turístico. Lo que podría conducirnos a que el turismo como actividad económica y social vehicular, en un período de tiempo, inferior a tres años podría incrementar en un 3 % el PIB o VAB. Lo que significa un aumento de la producción turística directa e indirecta (gasto) de cerca de 60.000 millones de euros, y de una renta directa de 21.200 millones de euros. Considerando, por otra parte, que aunque se le reconoce un efecto multiplicador importante al turismo, esta actividad no lo es tanto, como lo son, otros sectores del arco productivo, como actividades industriales y constructivas.
Es evidente, que el periodista de turno, el político inquieto e incluso el empresario despistado, al escucharme, inmediatamente, me formulan la lógica pregunta ¿cómo lograr esos valores? Y con absoluta firmeza y profundo convencimiento, mi respuesta se limita en comunicarles, la necesidad de cumplir con cuatro principios, que están totalmente identificados con la existencia, impulso y promoción de un turismo eficiente. Lo que equivale a romper el nudo crítico que abre o habilita el proceso de expansión turística en equilibrio y solidez:
- Conseguir credibilidad social en el papel que juega y puede jugar el turismo como factor de desarrollo
- Impulsar la voluntad política, de manera que las acciones y estrategias a favor del turismo sean efectivas
- Impedir la inseguridad jurídica en cualquier proceso, contrato, actuación o proyecto que signifique promoción del turismo
- Como consecuencia del logro de los tres principios anteriores se habrá podido consolidar la capacidad de crecimiento de un turismo estable, sostenible y enriquecedor.
Es posible que los lectores de este artículo puedan entender, que lo que estoy proponiendo es complejo teórico y exige mucho tiempo, cambios e incluso decisiones de ámbito superior, que parece ser, no se identificarían con la interpretación que numerosos personajes, sociólogos, economistas y políticos hacen de la actividad turística.
Considero que el primer principio se basa en una simple estrategia. Es decir, conseguir que la población entienda, valore e incluso ame al turismo, como fundamento de su prosperidad y mejora cultural. Lo cual ha de partir de la enseñanza en las escuelas de lo que es el turismo, como debemos cuidarlo y mostrarles que obtenemos social y económicamente de las llegadas de nuestros visitantes.
El segundo principio, es sin duda más complejo ¿Cómo conseguir que los políticos asuman, el verdadero poder del turismo. Y no lo identifiquen, como hacía un antiguo ministro español como “la guinda que endulzaba el agrio pastel de la información”.
Por último, hemos de pensar por encima de cualquier otro objetivo, que el desarrollo de un turismo sostenible y enriquecedor, exige regularidad, necesita tiempo y rigor científico. No puede aceptarse, el crecimiento por el crecimiento; la permisividad por la permisividad; o la aceptación de figuras y modelos inadecuados, en aras del logro de otros objetivos, que no sean la estabilidad de una tendencia expansiva permanente y rentable, pero socialmente justa, y ambientalmente correcta.
No cabe duda, que el laissez faire vivido, el residencialismo sin barreras, el todo vale en el paisaje, la ruptura de equilibrios urbanísticos, la facilitación de modelos de turismo equívocos y temporales, y sin duda la facilitación en el pasado de un atenazador oligopolio de demanda, nos ha conducido a una estructura turística que se proyecta en uno de los países con mayor biodiversidad y capitalización cultural, a depender del turismo del sol y playa, por encima del 70 por ciento de la demanda; a presenciar como la estancia media que en el pasado superó, en cuanto al segmento extranjero once días de estancia, siga reduciéndose sucesivamente, en lugar de crecer por nuestros valores y nuestra diversidad; y lo que es más grave observar, si dividimos el total depurado de los ingresos por turismo, entre el total de las estancias realizadas por nuestros turistas no residentes, un gasto medio por estancia, que difícilmente llega a 80 euros.
En consecuencia la conclusión de todo ello no puede ser otra, que asumir que vendemos mal, y sin capacidad de cambiar. Por lo que necesariamente, habremos de luchar por un turismo más motivador e influyente. De manera que la sociedad española, igual a como se produce en otros países, vuelva a reconocer al turismo, como un verdadero factor de dedicación, progreso y desarrollo. Lo cual tendrá su fortaleza y su esplendor, si a partir de ahora, generamos un escenario que contemple al turismo asentado sobre cuatro ejes instrumentales básicos: formación, calidad, innovación y diversidad.
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