Boracay, zona en la que se encuentra la playa de arena blanca más visitada de Filipinas, ha lanzado una iniciativa para desarrollar la isla como un destino turístico respetuoso con el medio ambiente, siguiendo el ejemplo de Bali.
Hoteles, bares y restaurantes se sumarán al esfuerzo, una iniciativa de la organización ecologista Greenpeace que persigue que la industria del turismo también contribuya a la lucha mundial contra el cambio climático y que, sin embargo, es vista con escepticismo por los hosteleros locales.
Con el lema "Salvemos el medio ambiente, salvemos Boracay", los participantes en el proyecto se han comprometido a impulsar las fuentes de energía renovable, medidas de ahorro energético, gestión de los residuos y un plan de desarrollo urbanístico que no dañe el frágil ecosistema.
Los dueños de los negocios se someterán a inspecciones para verificar si cumplen con las medidas, y en caso de no hacerlo, pagarán multas que se destinarán a un fondo especial para invertir en energías limpias. "Todavía no es tarde para Boracay. Puede ser un modelo de destino saludable con el medio ambiente para otros lugares en la región y en todo el mundo", afirma Von Hernández, director de campañas de Greenpeace en el Sudeste Asiático.
Energías renovables en los hoteles
El pasado diciembre, Greenpeace firmó un acuerdo para implantar sistemas de energías renovables y ahorro energético con la Asociación de Hoteles de Bali, con motivo de la celebración en la isla indonesia de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Apenas seis meses después, uno de los hoteles que suscribió el pacto, el Discovery Kartika Plaza, ya alimenta con energía solar los aparatos de aire acondicionado de todas sus habitaciones.
Boracay, al igual que la isla indonesia de Bali, es uno de los pocos destinos del Sudeste Asiático y el único de Filipinas que ofrece al turista todo tipo de actividades además de broncearse y bañarse en el mar, como surf, buceo o excursiones por la jungla. Junto a ello, dispone de una vida nocturna en bares y discotecas que podría competir con la de Manila, la capital.
Sin embargo, algunos empresarios y la mayoría de residentes de Boracay se mostraron escépticos respecto a si el plan será viable en la paradisíaca isla, que dispone de una larga playa de fina arena blanca que figura en todos los folletos turísticos de Filipinas.
Dos décadas después de que comenzara a ser desarrollada por los promotores inmobiliarios, ya casi no queda terreno donde se pueda construir sin afectar al paisaje o el ecosistema. Pero siguen levantándose nuevos hoteles y torres de apartamentos, algunos de ellos en plenos acantilados.
La explotación urbanística continuará
Los propietarios de varios establecimientos aseguraron que la explosión urbanística continuará, ignorando tanto el proyecto de Greenpeace como una moratoria sobre construcción que aprobaron a principios de mes los propios empresarios filipinos. Explicaron que estos hombres de negocios, que ahora defienden un modelo de desarrollo limpio para Boracay, hallarán lagunas legales para eludir su propio pacto, aprovechándose de la debilidad de las corruptas autoridades locales.
Filipinas, el segundo mayor archipiélago del planeta con más de 7.000 islas, es un territorio particularmente vulnerable a la subida del nivel mar, uno de los efectos del cambio climático.
Hasta 700 millones de kilómetros cuadrados de sus costas están en riesgo de inundarse en las próximas décadas, entre ellas Boracay, si no se pone freno a la degradación del medio ambiente. El país dispone de una de las legislaciones medioambientales más ambiciosas de Asia, pero es ineficaz a causa de la corrupción en la explotación turística de las zonas costeras.
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