¿Por dónde empiezo a innovar?
Publicada 06/11/09
¿Entonces dónde debemos iniciar los procesos de innovación? Allí donde seamos más fuertes. Desarrollar nuestras fortalezas nos va a posicionar en primera línea del mercado, y va a hacer que en muchas ocasiones sean los demás los que deban seguir nuestra estela, pero en la línea que nosotros ya hemos señalado y en la que somos más fuertes.
Esta fortaleza, además, debemos entenderla desde dos perspectivas: desde la interna, es decir, en aquellos procesos y acciones donde sabemos que podemos aportar más valor y desarrollar sinergias de implementación con mayores potencialidades de éxito, y hacia el cliente, en aquellos elementos de producto y servicio donde el cliente cree que le aportamos más valor. Sólo así seremos capaces de integrar dos estrategias concéntricas y convergentes de acción que mejoren nuestras estructuras internas y la imagen de valor que de nosotros tienen los clientes.
Las acciones sobre la gestión interna no se refiere sólo a la mejora de procesos, sino también a la optimización de aquellos objetivos y capacidades en los que seamos más efectivos y que nos aporten valor tanto a nosotros como a los clientes. Agregación de nuevos mercados, creación de nuevos productos y servicios, mejoras de la eficiencia en la gestión, optimización de costes y de servicio, son áreas donde podemos actuar y que nos van a dar una mayor capacidad de respuesta a las necesidades planteadas.
Pero no sólo debemos actuar en esa dirección, sino que podemos y debemos desarrollar aquellos atributos que el cliente visualice como fundamentales en nuestro modelo de negocio y en nuestro producto. No hablamos de mejorar lo que damos, sino de transformaciones incrementales, cambios en el producto que le den al cliente la percepción de que reciben un valor mucho mayor en una línea de coherencia de producto pero desarrollando transformaciones que posicionen a la empresa en una posición de transformación constante.
Esta estrategia conjunta supone sobre todo una doble percepción de valor, por un lado por las consecuencias y repercusiones positivas que para él puedan tener los cambios internos y por otro a través de una percepción de valor más evidente que parte de un contacto directo del cliente con el producto evolucionado y transformado.
No existe innovación si no hay una repercusión directa en el mercado, si no somos capaces de que tenga un efecto directo en nuestros clientes o en un segmento determinado. La innovación si efecto de mercado no es innovación, es invención, y de poco sirve ni para la empresa ni para el cliente.
Juan Sobejano (juan.sobejano@hosteltur.com)
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