El tabú del no en Asia
30 mayo, 2014 (04:03:27)Al poco de llegar a mi nuevo destino en Dubai, el por entonces buque insignia de mi empresa en la región, llegó una delegación de líderes de otras propiedades para hacer un estudio operacional y financiero del mismo.
Este informe requería muchos datos de cada departamento y, al ser tan nuevo en mi puesto, no tenía el suficiente conocimiento como para desenolverme adecuadamente. Inmediatamente busqué una alternativa pero, al estar la posición de número dos vacante, la siguiente persona más cercana era mi asistente administrativa. Se trataba de una señora filipina muy amable, la cual además me proporcionaba los datos de un modo muy eficaz. A su vez, yo los transmitía a mí jefe, el cual formaba parte de esta importante reunión.
Un día mi jefe vino a mi despacho a contrastar los datos que le estábamos proporcionando. Nos sentamos y le pedí a mi asistenta que me mostrase los registros operacionales y financieros en los que se basaban nuestras respuestas. Cúal fue mi sorpresa cuando, ante este legítimo intento de contraste de datos, algunos no cuadraban en absoluto, de hecho, eran el producto de una estimación más o menos acertda por parte de mi número dos.
Estos falsos datos nos ponían en entredicho a mi, a mi jefe y a nuestro hotel en general frente a los líderes de otros hoteles. ¿Mi primera reacción interna? Decepción, enfado, descrédito profesional…
Hasta entonces, mi sensibilidad y empatía cultural había sido intuitiva, fruto de haber mudado de país ya siete veces y habiendo estado expuesto a muchas nacionalidades, costumbres y sensibilidades distintas. Pero nunca había hecho uso de mi empatía de un modo calculado, consciente y profesional.
Recordé haber leído que, históricamente, las sociedades asíaticas se habían construído de un modo muy jerarquizado y con un sistema de obediencia debida y castigos ejemplarizantes muy estrictos. Trasladado a nivel profesional, el “no” hacia el jefe es un tabú…y el mensajero muchas veces es castigado por trasnmitir malas noticias.
De repente las respuestas érroneas de mi asistente ya no me producían enfado hacia ella, sino hacia mí. Yo había colocado a esta persona en una situación complicada ya que, por su papel de asistente administrativa, que no número dos del departamento, había información a la que ella no podía acceder. Sin embargo, debido a su herencia cultural, no podía rechazar mi petición de información ni argumentar que ella no sabía esos datos…¿su única solución? Darme los datos del mejor modo que sabía.
Afortunadamante mi jefe supo dehacer el entuerto y todos salvamos la reputación.
Por mi lado, yo seguía sin tener un número dos en mi departamento por falta de candidatos aceptables por lo que me tenía que seguir apoyando en mi asistente para obtener información. Pero ¿cómo solucionar el problema de su aversión a decirme que no?
Tuve una charla con ella y le propuse lo siguiente: cada vez que yo le hiciese una pregunta a la cual ella no sabía o no podía responderme, su respuesta sería que aquello eran “datos historicos”, datos ya muy antiguos que ya no guardábamos.
Con aquella clave conseguimos que su reputación siguiese intacta (al fin y al cabo ahora era capaz de responder a todas mis preguntas), a la vez que yo sabría cúando tenía que obtener la respuesta mediante otra fuente.
Desde entonces he utilizado este sistema con mucha gente de mi confianza. Esta muestra de delicadeza y empatía cultural, aunque simple, creo que me ha ayudado mucho en mi crecimiento y es un una de la muchas habilidades prácticas adquiridas a base de convivir y trabajar con otras culturas.
Post Scriptum: cada país y región evoluciona de modo distinto. Mis constataciones a nivel cultural no deben tomarse como un proceso de juzgamiento sino más bien una observación neutral y respetuosa tendente a comprehender y adaptrame al medio profesional (y personal) en el que me desenvuelvo, para provecho mutuo.
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