No hace mucho tiempo, hablando con mi amigo portugués Antonio, le comente que me gustaría conocer una región o un destino que tuviese de todo, y además que las distancias fuesen asequibles para ir tranquilo, de un lugar a otro, en coche.
Es decir, ni más ni menos que tuviese paisajes muy atractivos, pero tanto de monte, naturaleza, costas, como pueblos con buen patrimonio cultural, gente amable, hospitalaria, por supuesto una buena gastronomía, con vinos de calidad y variados, con zonas rurales donde se apreciase la autenticidad del campo y donde uno pudiese viajar sin sentirse agobiado por multitudes de turistas…..es decir como coloquialmente se dice “rizar el rizo”, sabiendo que no creería su respuesta en caso de que me hablase de algún lugar real y no imaginario o inventado.
Por su trabajo de promoción, no dudó un segundo en hacerme una propuesta apetitosa y me conmino a visitar un territorio no tan conocido, pero que seguro sería una sorpresa y cumpliría mis tremendos requerimientos.Y lo que parecía imposible, dejo de serlo, en el momento que la sorpresa se fue convirtiendo en realidad y fui adivinando cual sería ese destino codiciado, que al menos podría reunir todo lo que deseaba.
Pues sí, se trataba del Alentejo, región portuguesa de la que se dice alberga todo lo que uno pide en un viaje.Como si fuese una película, comencé un viaje desde la frontera española de la provincia de Cáceres, haciendo un círculo, bajando hacia el sur (Frontera del Algarve), la zona del litoral, y subiendo después hacia Setúbal, para regresar de nuevo por el noreste (Évora y su comarca) hasta la frontera española.La lista de pueblos es grande, pero sin duda todos tienen un denominador común, un urbanismo muy acogedor, con patrimonio histórico-arquitectónico increíble, apto para todos, con cascos históricos muy bien conservados, y casi siempre con su castillo, en la parte más alta de cada pueblo.
Da igual el pueblo, porque todos son bonitos, agradables, reconfortantes y tranquilos, con un clima que varía entre los 9ºC y los 45ºC, lo que condiciona las formas de vida de sus gentes y por tanto también de su arquitectura, agricultura y por supuesto gastronomía.Recorrer el campo y pueblos alentejanos, provoca alojarse en su turismo rural, algo fácil por la variedad y cantidad que tiene, tanto en tipologías (Hoteles, hostales, quintas, pousadas, agroturismo, etc), como en calidades y precios o bien si se prefiere una estadía en el mismo pueblo o en fincas/quintas aisladas en medio del campo.
Si bien no es mi primera vez en el Alentejo, pude descubrir otro tipo de alojamientos rurales enfocados a un mercado de mayor poder adquisitivo, de un promedio de entre 100 y 170€/noche, que según me confirman tienen una buena ocupación anual (Ronda el 40%) superior a la media del 25-30%, con una demanda mayoritariamente de países europeos como Alemania, Países Bajos y por supuesto España en las temporadas clave de vacaciones cortas.
Les recomiendo sin duda alguna conocer cada pueblo, cada esquina alentejana, como la zona del preciado conjunto de Marvao (Frontera con Valencia de Alcántara), pero quedándose en Tapada da Rabela (Aldea de Beira), cuyos propietarios tienen una reserva natural privada de unas 20 ha, dedicada especialmente al avistamiento de aves, con comederos y dormitorios diferentes según las especies y unos burros que siempre reciben amistosamente a los visitantes.
Desde aquí hay bastantes caminos y carreteras por recorrer, incluso subiendo el cerro del propio Marvao para visitar su castillo desde el que se denomina toda la planicie.De camino hacia el embalse de Alqueva (Zona Dark-Sky, de observación nocturna del cielo), uno de los más grandes de Europa, con unos contrastes tremendos entre los olivos y el azul de este inmenso espejo de agua, con pueblos casi mágicos, como Monsaraz, se encuentra el turismo rural Monte da Estrela, propiedad de unos médicos, los que apostaron por una edificación y finca más sostenible, quienes además producen su propio vino orgánico a la antigua usanza en tinajas de barro.
Apenas a un par de kilómetros de este country house, por cierto con spa, en la aldea de Estrela a orillas del embalse, se encuentra un restaurante (Sabores de la Estrela) muy coqueto, regentado por un matrimonio que le pone toda su pasión por la gastronomía y le hace disfrutar tanto por la vista como por los sabores de sus creaciones. (Hasta el vino de la casa esta bueno)Viajando hacia Beja, pequeña ciudad con un conjunto arquitectónico muy atractivo(fundada alrededor del año 400 a. C. por los celtas), donde se incluye una de las torres medievales más altas del continente, y donde también se come muy bien al estilo alentejano (Bueno, muy abundante y buen precio), nos encontramos con otro tipo de paisajes, que rodean con sus montes el rio Guadiana y donde se encuentra otro alojamiento en medio de la naturaleza, Herdade do Vau, que al igual que los otros, no tiene vecinos, pero este a diferencia, se encuentra en lo alto de un cerro, con vistas espectaculares. El propietario, recupero el edificio en ruinas y además investigo para desarrollar un viñedo con características especiales por las condiciones físicas (Clima y suelos) de la zona.
Parece que siempre que alguien se imagina el Alentejo, se asocia con alcornocales, encinas, olivos y viñedos, lo cual es cierto, pero sin embargo tiene un contraste paisajístico tremendo, ya que si nos dirigimos hacia el oeste, nos encontraremos con el litoral, menos domesticado, una costa con mucha roca, entremezcladas con playas de arena fina (Por la erosión intensa del mar) y claro una cocina de mar, que ha de probarse.
Odemira es el pueblo cercano más notable y en apenas unos kilómetros el paisaje cambia bruscamente por los alcornoques y una orografía sinuosa de pequeños montes, donde se ubica la Quinta do Chocalhinho, cuyos dueños provienen de la isla de Macao, antigua colonia portugués de Ultramar, quienes apuestan también por la agricultura y combinan un acento rustico de la Región, con una funcionalidad turística y según me cuentan en verano se desbordan de reservas, a pesar de sus mas de 45ºC de temperatura, pero las playas cercanas, atraen mucho.
En todos los turismo rural del Alentejo, sirven desayunos tipo buffet, con embutidos y quesos de las fincas cercanas, aceite,…, pero parece que a los portugueses lo que más les gustan son los dulces y siempre más de la mitad de lo que sirven, suele ser bizcochos, croissants, mermeladas, miel, etc.
Sin dejar del todo la costa alentejana, seguimos más al norte y en concreto a la zona de la reserva natural protegida Lagoas de Santo Andre, una especie de laguna de agua salobre, separada del mar por apenas unos metros, muy rica en avifauna y con una vista espectacular, donde se puede ver unas playas de kilómetros de arena con un mar fuerte e intenso, en el que están garantizados los atardeceres para llevarse la foto de recuerdo, si seguimos hacia el interior, pasando por Santiago do Cacém, adentrándose por millas y millas de alcornoques, llegamos a otro turismo rural Monte do Giestal, gestionado por Guida, una socióloga que volvió de la ciudad para ocuparse de la finca familiar, pero con un perfil más turístico que agrícola, ofertando unas casas tipo apartamento, con todas las comodidades que alguien pueda necesitar y servicios no solo de spa y gimnasio, sino por ejemplo de comidas a domicilio, servidas por un restaurante local que ofrece cocina alentejana casera, por cierto excelente por evitar la palabra exquisito que en portugués significa lo contrario.
Me sorprende el nivel de calidad y ese concepto de funcionalidad turística con ruralidad, que parece muy codiciado por el mercado europeo y también por él que escribe.
Como le comente a mi amigo alentejano Antonio, después de este viaje tengo que admitir que estaba en lo cierto y que en un solo viaje son tantos los contrastes que uno puede experimentar de paisajes naturales, rurales, pueblos, montes, playas, cultivos y por supuesto gastronomía, vinos, aceites en pueblos y alojamientos que merece la pena descubrir.
Pero algo que mi amigo no me dijo y lo pude descubrir, fue que aunque uno vuelva más veces, en el Alentejo siempre se encuentran sitios y experiencias muy diferentes, por lo que conocerlo lleva su tiempo, afortunadamente.
Por eso la pregunta: ¿Existe el destino ideal?, pues como el mejor vino del mundo, es aquel que nos guste más. Para eso, toca viajar y conocerlo.
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