El turismo post-coronavirus (I)
17 marzo, 2020 (09:58:11)Parece aventurado plantearlo en estos momentos, cuando el problema y la turbulenta travesía a que nos aboca no han hecho más que empezar. Pero alguien tiene que poner la luz larga, más allá de la perentoria luz corta.
Es tiempo de preocupación, pero no de histeria o pánico. Es tiempo de prudencia y paciencia. De responsabilidad y disciplina. De ser constructivos y arrimar el hombro. De reflexionar y aprender para cambiar hábitos, tanto a nivel individual como colectivo. También de mirar hacia adelante, aunque sin hacer dejación de la memoria, para, cuando pase la tempestad y llegue una cierta calma, analizar más fríamente lo que pasó, sus causas, lo que se hizo o dejó de hacer.
Mirar hacia adelante y cambiar. Es una obviedad que las empresas turísticas se están viendo ya muy gravemente afectadas por el frenazo en seco provocado por la pandemia que estamos padeciendo, pero la historia nos muestra que el turismo es una actividad muy resiliente, incluso en situaciones catastróficas: serán meses muy duros, pero se recuperará. En los países del sur, que tan acostumbrados estamos a hacer vida en la calle, el confinamiento en nuestros hogares nos va a costar mucho, de manera que las ganas de airearnos y recuperar la libertad temporalmente sacrificada, cuando esta guerra al covid-19 termine, serán enormes, al estilo de lo que ocurre en los fríos países del norte cuando termina su largo invierno. Volveremos a viajar, y con más ganas aún, al paso, eso sí, de la recuperación de la crisis económica que el maldito bicho nos dejará como parte de su herencia. Por eso hay que pensar en las medidas a corto plazo, por supuesto, porque son urgentes para evitar en la mayor medida posible la caída de empresas y el desempleo masivo, pero también en el largo plazo, porque seguramente este episodio de nuestras vidas, que ningún ciudadano común podía imaginar, aún más por la rapidez con que se han sucedido (y siguen sucediéndose) los acontecimientos, nos va a cambiar como personas y, en consecuencia, como turistas. Nunca habíamos vivido nada parecido.
En este sentido, me permito compartir algunas ideas, de diferente alcance, conforme a unas pautas o principios.
1.-Seamos más humildes.
Este episodio nos demuestra cuán frágiles seguimos siendo. Quienes creían haber descubierto la nueva bola de cristal capaz de anticiparlo todo, con sus sofisticados algoritmos de big data, etc. etc., deberían bajar un poco el diapasón. En la hiperconectada economía actual, el pasado cada vez informa menos el futuro, y si lo hace es cada vez a más corto plazo. Hace muy pocos días podía leerse el siguiente titular: “Los hoteles ya pueden predecir su ocupación con un 90% de acierto” (con hasta tres meses de antelación). No digo más, salvo que la globalización tiene peajes impredecibles y que el efecto mariposa existe; por eso es tan importante tener previstos planes de contingencia.
2.-Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.
Por ejemplo:
-Si la gente no puede ir a comer a los restaurantes, los restaurantes pondrían llevar su comida a la gente. El envío de comida a domicilio está permitido en el Real Decreto de estado de alarma: el "take away food". Una manera de adaptarse al entorno y paliar la crisis, sobre todo para los negocios familiares.
-Si la gente no puede ir a los hoteles y estos están vacíos, los hoteles pueden ponerse (voluntariamente) al servicio de la gente. Particularmente las grandes cadenas tienen una oportunidad extraordinaria de demostrar si sus políticas de responsabilidad social son auténticas o impostadas. El público lo va a reconocer, premiando a unos y dejando en la indiferencia a otros (lo mismo cabe decir respecto a otro tipo de empresas, como líneas aéreas y touroperadores, en lo que concierne a su respuesta a esta excepcionalidad). Aquellos gestores con más visión ya se han adelantado.
-Si los turistas no pueden llegar a los destinos, los destinos pueden llegar a los turistas potenciales a través de las nuevas tecnologías: tour virtuales, gemelos digitales, 3D,…La tendencia a una intensificación del uso de estas y otras tecnologías en el turismo (como la robotización) se va a acelerar, y quien no esté preparado quedará relegado aún más rápidamente. Ahora es momento de sembrar para empezar a recoger cuando este ciclón haya pasado. Ahora es el momento de que los entes gestores de los destinos pongan la luz larga e inviertan en proyectos de este tipo para llegar al turista potencial, despertar una ilusión (más necesaria que nunca) y provocar el deseo de visitar el destino cuando sea posible, dejando de ser invisible en la inmensidad del referido ciclón. Sé que no es fácil, la presión de las urgencias no ayuda, pero por eso mismo marcará la diferencia entre quiénes sean capaces de verlo (y hacerlo) y quiénes no.
-Si la actividad económica no dinamiza el negocio turístico, la empresa turística puede generar negocio y una cierta actividad económica en su entorno. Por ejemplo, las empresas del sector podrían aprovechar este paréntesis para hacer, en la medida de lo posible, las reformas o renovaciones pendientes en sus instalaciones, si hay personal que pueda trabajar en ellas. En esta misma línea iría lo ya indicado sobre entrega de comida preparada a domicilio por parte de los restaurantes.
-Si los empleados no pueden ir a la empresa, la empresa puede ir a los empleados facilitándoles el teletrabajo y estimulando la formación online, con idea de reforzar la competitividad cara al nuevo tiempo post-coronavirus.
3.-Si un destino no es percibido como seguro, ¿cómo va a ser inteligente?
La seguridad, en sentido amplio, será algo cada vez más valorado por el turista en su decisión de compra, no ya por posibles actos de terrorismo o inestabilidad social, sino por la salud. Ser percibido como un destino seguro, que da máximas garantías sanitarias al turista, va a ser un atributo aún más importante de lo que ya era. Quienes hagan esta apuesta, estarán bien orientados. Quizás, el concepto de destino turístico inteligente tenga que empezar a plantearse seriamente añadir una nueva dimensión en tal sentido, con toda la infraestructura tecnológica de vanguardia y de innovación que traen consigo puestas al servicio no sólo de la sostenibilidad y la accesibilidad universal, sino también de la seguridad y la salud (con herramientas que faciliten la telemedicina, etc.).
4.-Medios de transporte público más saludables, no sólo alimentos.
Por ejemplo, ¿podrán las compañías aéreas, por aquello del low cost, seguir metiendo pasajeros con calzador en sus aviones durante horas, con los riesgos que ahora se hacen más patentes (además de otros)? ¿Experimentará algún cambio la llamada “democratización” del transporte aéreo a raíz de esta crisis? ¿Aprenderemos alguna lección que nos haga tomar la salud más en serio, aunque haya que pagar algo más? ¿Hasta qué punto estaremos dispuestos a asumir un sobreprecio por medidas que reviertan ese hacinamiento percibido como potencialmente peligroso, con cabinas donde las distancias son mínimas, a modo de cuasi-latas de sardinas, y la limpieza/higiene es manifiestamente mejorable? Yo diría que la demanda de ese segmento del mercado tenderá a crecer, como la de los alimentos saludables.
En suma, es tiempo de pensar en cómo reinventarse, de pensar y vivir estratégicamente, como decía el maestro Rafael Alberto Pérez, cuyos libros recomiendo leer. Las mayores oportunidades están en las crisis, en los puntos de inflexión. Y me parece que estamos en uno de ellos.
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