La seguridad sigue siendo la pieza clave del Turismo
22 abril, 2020 (01:59:07)El COVID-19 ha generado una situación totalmente inesperada, que no sin precedentes, ya que no debemos olvidar que las grandes pandemias han formado parte de la historia de la humanidad desde que existe el ser humano.
Esta situación, con su dramático impacto en las personas, tiene una consecuencia paralela en la crisis económica que ya empieza a notarse debido al parón que están sufriendo los diferentes sectores y países. El turismo ha sido el primer sector en notar esta crisis y parece que será uno de los últimos en recuperarse, ya que esta pandemia está directamente relacionada con la movilidad y la interacción humana, dos de los elementos básicos de la industria turística.
El COVID-19 supone una amenaza global, en la que el número de casos de contagios en los países varía de uno a otro, siendo España uno de los países más afectados a nivel mundial. A su vez, los picos de contagio y las medidas adoptadas por cada país difieren considerablemente de uno a otro.
En este ámbito, y a fecha del presente escrito, existe un desconocimiento global sobre la posible fecha de vuelta a la “normalidad”, así como de las condiciones en la que ésta se llevará a cabo. Teniendo presente además, que la vuelta a la normalidad está ligada a varios factores, teniendo como fundamentales 2: el descubrimiento de la vacuna y la posible mutación del virus.
El turismo está íntimamente ligado con la movilidad, por lo que parece lógico que, si se pretende volver a hacerlo posible, el primer paso sería lograr ofrecer una movilidad segura. Además, hay que tener en cuenta otros factores, ya que debido al largo confinamiento se pueden producir cambios de hábitos o posibles temores, sobre todo en las primeras semanas post-confinamiento, y a causa de ello, ya se prevé que el primer destino elegido por los turistas será uno que se pueda realizar con transporte terrestre, posiblemente utilizando coches particulares, y dentro del territorio nacional.
A la movilidad, se le une el segundo componente, la seguridad. Tradicionalmente, la mayor parte de los turistas han buscado siempre destinos seguros dónde disfrutar sus vacaciones. Esa seguridad, tras el COVID-19, no deberá ser sólo física (bajas tasas de criminalidad, etc) sino que ahora también deberá ser sanitaria.
Estamos delante de un gran reto global, que podemos superar si logramos realizar un esfuerzo conjunto y claro, que además tenga en cuenta los miedos que posiblemente vaya a generar la tragedia vivida. Y ello supone adoptar medidas técnicas, tecnológicas y sociales que doten de seguridad a toda la cadena de valor de la industria turística.
Aplicando el sentido común, se puede pensar que la seguridad sanitaria de los destinos turísticos se alcanzará; por una parte, asegurando que los propios destinos hayan controlado la propagación del COVID-19 entre su población. A esta situación de control de contagios, únicamente puede llegarse a través de la realización de tests masivos a la población, y como resultado de ello, llegar a conocer al detalle el número de personas infectadas, portadoras y sanas. Situación a la que, además, las tecnologías existentes pueden ayudar en gran medida, aunque no necesariamente a costa de la supresión de nuestros derechos de privacidad, como se nos quiere hacer creer (y que por ende, puede suponer en sí mismo, una brecha de la seguridad en el tratamiento de nuestros datos personales de no hacerse correctamente).
Por otra parte, para garantizar destinos realmente seguros, a éstos sólo deberían acceder personas que garanticen encontrarse sanas a través del recientemente acuñado “pasaporte sanitario”. Es decir, ni más ni menos, que las personas que pretendan viajar a un destino turístico deben realizarse previamente un test de contagio en su país de origen realizado por parte de un laboratorio o institución acreditada, y sólo en caso de encontrarse sana, puede acceder a ese “pasaporte sanitario” que le permitirá desplazarse sin problemas y con todas las garantías al destino elegido. Evitando de este modo, riesgos para su propia salud, y para la de los demás.
Además, puertos y aeropuertos deberían estar dotados de escáneres de temperatura de manera permanente, a modo de detección y alarma temprana para así evitar posibles riesgos, tal y como ya sucede en muchos aeropuertos internacionales pero que en España parce que cuesta introducir. Así como también, estar dotados de test rápidos, para poder realizar tests de manera aleatoria, o a aquellos pasajeros que muestren indicios de alguna enfermedad.
La recuperación de la actividad turística es posible y factible, siempre que se pongan las medidas adecuadas. Europa es líder mundial en esta industria, por lo que debería alcanzarse un gran pacto europeo apoyado por el sector privado para poder iniciar la recuperación cuanto antes.
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