Reflexiones políticas sobre la crisis del turismo
19 septiembre, 2020 (01:56:59)Ante la aparente falta de soluciones concretas a la crisis planteada a la actividad turística española dentro del ámbito estrictamente sectorial, existe la alternativa de salirse de este ámbito limitado para buscar un enfoque que proporcione una perspectiva más amplia sin la cual parece difícil encontrar soluciones efectivas. La razón que avala este cambio de perspectiva es sencilla: ésta no es una crisis turística sino el resultado de una crisis sanitaria y de la gestión que se ha realizado de la misma.
La pandemia del Covid-19 ha llevado a los politólogos a plantearse qué modelo político de los que existen actualmente es el que está mejor preparado, por su naturaleza y características, para hacer frente a la pandemia. Para ello han sometido a análisis a los tres modelos existentes.
Al modelo liberal, que los estudiosos políticos identifican como el vigente en los países anglosajones, y al que caracterizan por ser el mercado el factor que determina la asignación de recursos productivos y el nivel de los salarios, así como la fuente del capital, le atribuyen las ventajas de tener la capacidad de generar innovaciones radicales como es el caso de la investigación de tratamientos y vacunas, área en el que ocupan los primeros puestos. También se le atribuye una mayor flexibilidad, que ha supuesto una mayor aceptación del trabajo a distancia y del comercio online. Su punto negativo: su estrategia de contención del virus ha pecado de falta de rigor y a veces, incluso, ha sido caótica.
Al modelo socio-liberal, grupo en el que se incluyen Alemania, Holanda, Austria y los Países nórdicos (y en el que podría encuadrarse España), que se caracteriza por la existencia y el papel que juegan las instituciones sociales intermedias como los sindicatos, se le atribuye una mayor capacidad para diseñar una estrategia coherente de contención de la extensión de la pandemia, basada en la mayor cohesión social que proporcionan esas organizaciones intermedias, a través de las cuales se logran acuerdos para la reducción de las jornadas de trabajo, y se distribuyen socialmente los costes individuales, obteniendo en definitiva una mayor aceptación de las medidas restrictivas como el confinamiento. Su desventaja radica en la menor capacidad de innovación.
Finalmente, los politólogos han analizado el modelo denominado “capitalismo de Estado”, encarnado en China. Este modelo permite la adopción de medidas radicales, como el confinamiento total, sin tener en cuenta la opinión de los grupos sociales y de los individuos. Dispone de capacidad de innovación al asignar políticamente recursos a la investigación, pero como factor negativo se señala la falta de transparencia, que pudo originar la propagación del virus dada la ocultación inicial de información y la reticencia de otros países al uso de las vacunas desarrolladas en China por su utilización propagandística.
El resultado final de este análisis, como no podía ser de otra manera siendo los analistas partidarios del modelo liberal, es que mientras China está siendo capaz de una más rápida recuperación económica, el modelo liberal será el factor fundamental en la erradicación del virus, ocupando el modelo socio-liberal un puesto menos relevante.
Este ejercicio analítico de los politólogos es, al menos en apariencia, consistente pero se mueve en el plano fundamentalmente teórico, cuando es mucho más importante tener en cuenta la praxis. Este enfoque fundado en la práctica nos ayudará a situar a nuestro país en la gestión de la pandemia. Y el resultado, basado en datos incontrovertibles de número de contagiados, hospitalizados y de víctimas de la pandemia, es que España aparece como uno de los peores de entre todos los países del mundo. Así lo subrayan todas las organizaciones internacionales (OMS, UE, OCDE).
España está, como antes se ha indicado, en el grupo socio-liberal, una de cuyas ventajas sería la de ser más eficaz en la contención de la pandemia, y, sin embargo, no hemos sido capaces de lograrlo. Y no es cuestión de la orientación política, de derechas o de izquierdas, del Gobierno del país, sino de su capacidad de gestión. Hay gobiernos de derechas, como el británico, que puede competir en ineficacia con el gobierno español. Por tanto hay que descender de los terrenos de la teoría política y de la orientación ideológica, al práctico de la capacidad de gestión de los respectivos gobiernos: en su capacidad de previsión, de planificación, y de rapidez de reacción ante las cambiantes fases de la pandemia.
En un sistema tan descentralizado como el español, la capacidad de coordinación y cooperación, o como la moda ahora impone de “cogobernanza”, es fundamental. Y el fundamento de esta capacidad es la lealtad institucional, ausente en nuestro sistema, viciado por la pugna política que sacrifica el bienestar de la sociedad a ventajas políticas de corto alcance. Permaneciendo en este plano de la praxis la conclusión es obvia: el sistema descentralizado político y administrativo tendrá ventajas e inconvenientes, pero sólo puede funcionar si existe lealtad institucional. En otro caso es profundamente disfuncional, además de costoso.
En definitiva, mientras nuestro sistema político sea incapaz de dar una respuesta eficaz a la gestión de la pandemia, el turismo español correrá el riesgo cierto de quedar maltrecho y de perder su posición de liderazgo, esforzadamente obtenida con la labor e iniciativa de todo el sector, público y privado.
Es necesario insistir, para que lo entiendan aquellos que en posiciones políticas relevantes, siguen ignaramente menospreciando al turismo: ésta no es una crisis del sector turístico español sino una crisis sanitaria cuya pésima gestión está hundiendo al turismo, y con él a la economía nacional.
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