Hay una serie de interrogantes que no gustan sacarlos a la palestra por su aparente serie de contradicciones: ética mal enfocada, miedos, desconocimiento y problemática social y política, especialmente hoy en día con la aplicación de confinamientos como estrategia de gestión de la pandemia del covid19 y sus consecuencias en nuestro entorno turístico y natural.
Diferentes colegas están apreciando una repentina masificación turística, aunque realmente debería hablarse de excursionismo, ya que no genera pernoctaciones y en muchos lugares (la mayoría) ni siquiera restauración ni animación turística (actividades, guianza, etc.).
Desde luego no es algo nuevo, ni ha surgido por generación espontanea, sino que responde a una necesidad emocional o psicológica de muchos ciudadanos que al no poder viajar a sus destinos favoritos ni realizar el ocio acostumbrado, deciden usar su tiempo libre en el consumo de espacios naturales, donde se presupone entornos libres de gente, de turistas, pero que sin embargo se saturan en tiempo y espacio de forma realmente peligrosa o amenazadora, tanto para el medio natural, las poblaciones rurales como para los turistas consumidores habituales de estas áreas naturales y rurales.
Y si lo consideramos en términos de sostenibilidad y competitividad, los resultados son evidentemente muy negativos, ya que los impactos negativos en ambos, superan con creces a cualquier posible beneficio individual o colectivo psicológico.
Cabe destacar el beneficio económico por el consumo de carburantes, frente a todos los costes ecológicos, sociales y económicos (residuos, seguridad, restauración, etc.)
Podría decirse que nos encontramos ante un dilema al tratar de responder a una pregunta tan fácil como difícil de contestar: ¿El turismo está destruyendo el medio ambiente?
El turismo de sol y playa es la salvaguardia ecológica de muchas zonas naturales que están sufriendo esta sobre-saturación turística
Hace poco tiempo tuve esta conversación con Alberto Martin en su programa de podcast “Charlas de Hotel”, donde no solo comentaba mi gran preocupación, aunque no solo mía, sino de muchos colegas sobre este impacto, sino que aportaba un mensaje positivo hacia el turismo de sol y playa, al turismo de masas, al urbano, ya que su existencia es en muchas formas, la salvaguardia ecológica de muchas zonas naturales que están sufriendo esta sobre-saturación turística u “overtourism”.
Hoy en día que está en pleno debate turístico el tipo de modelo deseado para el futuro post-pandemia, debería tenerse en cuenta estas reflexiones y no asumir la defenestración del turismo de sol y playa, de masas y urbano, considerando al otro turismo como la salvación, no solo porque no lo es, ni económica ni ambientalmente sino porque sería insostenible, bajo todo punto de vista, estrategia por cierto que se prioriza en todas las agendas políticas.
El debate turístico sobre el tipo de modelo deseado para el futuro post-pandemia
Pero también es muy necesario y urgente, tomar medidas para conseguir un desarrollo turístico de las zonas rurales, donde s e incluye las naturales, ya que en muchos casos son los atractores principales de los destinos y viajes, que sea sostenible y por supuesto competitivo, cosa que esta muy lejos de conseguirse, ya que el modelo actual es muy primitivo, en el sentido de poco o casi nulo en innovación, muy estacionalizado, apenas genera desarrollo local, insuficientemente inteligente, y con unas grandes necesidades formativas o de preparación-capacitación de los actores involucrados, tanto público como privados.
Y no es una cuestión económica, que también, sino un cambio de actitud que habrá de traducirse a la demanda y viceversa.Queda mucho e importante por hacer.
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