El lenguaje importa
16 noviembre, 2015 (10:34:20)Hace unos días, precisamente en el fatídico 13N, Hosteltur se hacía eco, en una noticia en la que daba cuenta del Congreso Internacional de Turismo Familiar, de las manifestaciones de un destacado responsable público balear, que reproduzco literalmente: "Los niños son trofeos: ilustran el éxito que los padres han tenido en la vida. Y cuando vamos de vacaciones, jugamos a que somos familia y el sector turístico tiene que ayudar con todas sus fuerzas a ese juego, que va muy en serio, tenga éxito".
Aunque quienes estamos en este mundo del turismo podamos entender el sentido de estas afirmaciones, la forma de expresarlas importa. Comparar a los niños con “trofeos”, aunque sea metafóricamente, revela, en el fondo, un sentido materialista tan exacerbado que genera rechazo. Decir que “cuando vamos de vacaciones jugamos a que somos familia”, puede fácilmente interpretarse como que fuera de ese periodo la supuesta familia no es tal, llegando a ofender, aunque, por supuesto, sin intención de hacerlo. Prescribir que “el sector turístico tiene que ayudar con todas sus fuerzas a ese juego” parece revelar un ejercicio de hipocresía.
Yendo de la anécdota a la categoría, la lección es que no todo vale para hacer negocio; existen límites, y la ética es uno de ellos, aunque sea autoimpuesta. Me pregunto en cuantas Escuelas/Facultades de Turismo se estudia esta materia de la ética en los negocios. Como puede imaginar el lector/a, es una pregunta retórica. En lugar de tenerle “miedo”, por las connotaciones de otro tipo que se le pudiera atribuir, debiera ser obligatoria, sobre todo en un mundo cada vez más diverso y multicultural, en la que los gestores privados y públicos se enfrentan con frecuencia a dilemas éticos a los que sólo ellos pueden dar respuesta, esto es, a decisiones que ponen a prueba sus valores y principios, permitiéndoles averiguar qué está por encima de qué, a ellos y a todos los demás involucrados.
El turismo es, obviamente, una actividad económica, pero de ahí a impregnarla de un sentido mercantilista tan extremo hay un trecho. Cierto que esto no es patrimonio ni de la industria turística ni de quienes están en posición de ejercer alguna influencia sobre la misma. Es el mal de un capitalismo sin alma, fuente de muchos de nuestros problemas.
Quienes ostentan una posición de liderazgo (y aún más si es público) tienen que medir sus palabras, por la repercusión y el efecto mimético que generan: el lenguaje importa. La cita que da origen a este post es para recordar y no repetir por desafortunada, dicho con toda humildad y respeto: su autoría no importa.
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