¿Somos usuarios de los avances tecnológicos o papanatas tecnológicos?– Capítulo 3
22 enero, 2016 (19:52:59)
Cuando la tecnología en lugar de ser una inversión se convierte en un gasto
Viene de: Como obtener valor de lo que se invierte en tecnología
La rapidez con la que se desarrollan los avances tecnológicos en el momento actual, puede hacer que éstos, más que en una ayuda a la gestión, se conviertan en un gasto muy difícil de rentabilizar, bien por obsolescencia de la tecnología utilizada, bien por que el coste de ésta, sea excesivamente alto, sin aportar mejoras sustanciales de la gestión que se venía realizando, creando un nuevo coste innecesario, que podría haberse retrasado durante varios meses cuando no años, para poder introducir una tecnología más desarrollada y con menor coste unos pocos meses o años más tarde, que hubiese mejorado la rentabilidad de la inversión realizada, como en el ejemplo al que hacíamos referencia en el capítulo anterior.
El problema al que vengo enfrentándome desde hace muchos años, es que los avances tecnológicos, se han convertido más en una necesidad publicitada por los responsables de marketing de las empresas que los desarrollan, y los asesores coachs y consultores, que se aprovechan de la falta de visión crítica de sus potenciales usuarios, que por necesidad real de éstos de su uso, o porqué dichos avances tecnológicos aporten mejoras sustanciales a los mismos, como podría demostrar la anécdota a la que hago referencia en la introducción de esta serie, y complemento en el primer capítulo de la misma con el título “ ¿Está reduciendo la tecnología la capacidad de desarrollo intelectual del ser humano?”, pudiendo comprobar como en nuestra industria se utilizan herramientas cada vez más tecnológicas, sin preocupación de formarse adecuadamente en su uso para obtener un adecuado ROI de las inversiones que realizan, dejando la parte más importante de la rentabilidad que podrían derivarse de las mismas en manos de empresas ajenas al sector hotelero.
Como podría demostrar otra anécdota de mi primera etapa a la que introduzco en el último párrafo de la introducción a esta serie, donde escribo “En este destino tuve la oportunidad de disponer de las máquinas de facturación y contabilidad suministradas por la empresa tecnológicamente más avanzada de la época, para que pudiera enseñar su uso a los alumnos, ofreciéndome un amplio campo de investigación en el que empecé a desarrollar importantes sistemas de control, que luego solo he tenido que ir adaptando a los avances tecnológicos que han ido apareciendo a lo largo de los últimos cuarenta años con grandes logros de productividad.”, el caso es que los avances desarrollados con aquellas máquinas, me hizo ver como muchos avances tecnológicos, se convierten en gastos innecesarios en muchas de las empresas que los utilizan sin necesidad real de los mismos, como consecuencia de los consejos interesados de quienes los desarrollan y los comercializan, como podrá verse en el siguiente ejemplo, entre las máquinas con las que tuve la oportunidad de practicar, estaban la de facturación hotelera Anker de procedencia sueca, y las máquinas de contabilidad Burroughs de origen americano, que me permitieron grandes logros, al mismo tiempo que comprobar el mal uso que se hacía por parte de un gran número de empresas de las inversiones tecnológicas.
En los últimos años sesenta, una máquina contable de Burroughs de última generación podía costar alrededor de 150.000 pesetas, pudiendo programar en su regleta de computación dos programas diferentes, como podrían ser el programa contable y el de facturación hotelera, y en una regleta diferente podrían programarse otros programas como pudieran ser uno de nóminas y otro de almacén, que podrían ser utilizados en la misma máquina, con el simple intercambio de las regletas, en periodos en los que no tuviesen un uso continuado del programa en uso, mientras que una facturadora de hotel Anker, con precios muy parecidos si era una National o una Sweda las más populares de la época, podían costar alrededor de las 500.000 pesetas, y solo tenían la posibilidad de trabajar con el programa de facturación hotelera, para hacer las facturas de los clientes, ofreciéndonos una totalización de producción por líneas de negocio y departamentos.
Durante años pude comprobar como en los hoteles se utilizaban las facturadoras con costes que superaban en un trescientos por ciento, el de las máquinas de contabilidad que podían ofrecer con un coste muchísimo más bajo, mayores prestaciones, sin que nadie se preocupase por el alto coste de las primeras, dada la imagen de modernidad que daba su uso a los hoteles que las utilizaban sustituyendo los medios de control y facturación manuales por medio de la mano corriente, y que pese a los desarrollos que iban introduciéndose, yo he seguido utilizando en muchos de los hoteles que he dirigido, hasta prácticamente los años noventa en que empecé a disponer de programas informáticos a precios razonables, consiguiendo cambios en la programación de los mismos, que durante los años setenta y ochenta eran inviables.
Durante cerca de 20 años, en la mayor parte de los hoteles que dirigí, tuve que enseñar a mis empleados de recepción el uso de la mano corriente, al estar en la mayoría de casos habituados al uso de las facturadoras de hotel, que en el mejor de los casos, no pasaban de ser máquinas registradoras, con un programa de facturación y cobro muy elemental, con una información limitada que dificultaba un conocimiento a fondo y real de todos y cada uno de los elementos de producción, obligando a realizar posteriores análisis y repartos de la producción en listados independientes, que nos pudiesen informar de los índices de rentabilidad de cada producto o línea de negocio, que en muchos establecimientos no se realizaban, por dos razones principales, la primera de ellas, el tiempo que requería el análisis diario de la producción, y la segunda y más importante, que no eran conscientes de la necesidad e importancia que para la gestión del hotel, tenían aquellos datos, y dado que en un mercado de demanda como el existente hasta mediados de los años setenta, normalmente se ganaba bastante dinero, aunque se comercializase muy mal el producto hotelero, y por tanto la mayoría de empresarios y directivos no daban mucha importancia a la organización y control de sus empresas, a pesar de que a lo largo de los sesenta y setenta, en cada una de las intermitentes crisis económicas que iban sufriendo los países europeos, nuestros principales proveedores de clientes, desaparecían del mercado las empresas más endeudas, su desaparición beneficiaba a las que con menos cargas financieras y ya amortizadas, e incluso los tour operadores turísticos con los que trabajaban, podían adquirir por muy poco precio, los hoteles que se veían forzados al cierre. El problema derivado de aquellas situaciones ha sido el que nunca se ha sentido la necesidad de mejorar los sistemas organizativos y de control, porque para los que iban creciendo el sistema les parecía muy bueno, y veían en ese crecimiento la bondad del modelo de gestión que venían realizando, sin pararse a pensar en ningún momento que su éxito, era puramente circunstancial, y producto de la suerte al encontrarse en el momento de las crisis con sus hoteles amortizados, y en mejor situación financiera que sus competidores.
La situación descrita se agrava de forma espectacular a partir de la primera crisis del petróleo que iniciada durante la última decena del mes de agosto de 1973, afecta gravemente a nuestro turismo a lo largo de 1974 y 1975, por la dureza del impacto del precio del petróleo sobre las economías de los países que en aquellos momentos son importantes proveedores de turismo para nuestro país, como Reino Unido y Noruega, situación que se revierte muy rápidamente, por cuanto el problema económico que sufren estos países, se soluciona rápidamente al hacer rentable la explotación de los pozos de petróleo del mar del Norte entre Escocia y Noruega.
El problema en la actualidad de nuestro turismo, como puede ocurrir en otras muchas industrias, es que nos dejemos seducir por el marketing de las empresas creadoras de tecnologías, y los consejos de los consultores y asesores que las comercializan y nos convencen de que son indispensables para el desarrollo de nuestras empresas, convirtiendo su uso en un gasto importante de las mismas, del que podríamos prescindir fácilmente, si muchos empresarios y directivos, supiesen lo que realmente necesitan para tener un adecuado control de la comercialización, producción y gastos de sus empresas, con una formación adecuada de sus empleados y adaptada a sus necesidades, en cada momento.
Pasa a: Cuando la tecnología se convierte en un gasto, puede llevar a la ruina a cualquier empresa
Autor: Miguel Angel Campo Seoane
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