Los Directores de Hotel ¿Servimos o nos servimos? - 1ª Parte
14 febrero, 2016 (13:46:08)El 09 de Mayo de 2009 publicaba el artículo “Siento vergüenza ajena” y en el considero de especial importancia el comentario #7 en el que entre otras cosas, asumo que como Directores de Hotel, tenemos en cada empresa para la que trabajamos plazo de caducidad, porque no es nada fácil para un gran número de empresarios, asumir la figura del Director de Hotel, por cuanto representa de necesidad de dejar en manos de éste, decisiones que hasta que necesita esa figura en su empresa, consideraba que eran de su exclusiva incumbencia, por lo que es frecuente encontrarse con el caso que señalo en ese comentario, sobre las tres etapas básicas en la vida del Director de Hotel.
“La primera que dura seis meses a un año, es en esa etapa, que el Director se la juega, puede y debe hacer lo que quiera, porque le van a respetar, solo tiene un problema, no puede equivocarse lo más mínimo, en los tres primeros meses le costará el puesto a la menor equivocación, y si acierta podrá seguir actuando como Director.
En la segunda etapa, que puede empezar entre los seis meses y el año de haber iniciado su andadura como Director, el empresario si ve que las cosas van funcionando, pierde el miedo a la situación que le obligó a contratar a ese Director, y trata de tomar las riendas de su negocio. En este momento el Director se la vuelve a jugar, si cede ante las presiones del empresario, deja de ser el DIRECTOR, y empieza a perder capacidad de gestión, teniendo que ir asumiendo directrices, que normalmente van a incidir negativamente en su cuenta de resultados.
Resultado: dos o tres años de problemas hasta que el empresario considere que ya no lo necesita y busque la manera de despedirle.
Si en el momento de inicio de la segunda etapa, el DIRECTOR defiende su posición frente al empresario que todavía le respeta, puede tener éxito y seguir siendo el DIRECTOR, o tiene que presentar la dimisión y su continuidad al frente del establecimiento va a depender más de la forma en que lo plantee, y el orgullo del empresario, que de magnitudes económicas.
El paso a la etapa tercera desde la posición de cesión de sus responsabilidades en la segunda etapa, lleva a la desaparición de la figura del DIRECTOR para dar paso a un profesional amargado, carente de capacidad para gestionar el establecimiento al que fue llamado a dirigir, y sometido a los caprichos de los propietarios "pues debe asumir que el empresario y la esposa de éste, sus hijos, etc. son los que tienen la última palabra."
Afortunadamente, nunca me he visto en esa situación, porque mientras he sido el Director de un Hotel, la propiedad siempre ha tenido la primera palabra, aquella en la que se toman los acuerdos y se aprueban los objetivos, a partir de ese momento, pasa a ser MI HOTEL, mientras mantenga la confianza de ese propietario, y la última palabra siempre ha sido la mía, aunque esa palabra, dirigida con todo respeto a quién me había contratado, haya sido: Por favor, prepáreme la liquidación"
Probablemente esa sea la causa de haber adquirido tanta y tan variada experiencia, en la dirección hotelera.”
Habiendo dirigido hoteles urbanos, de negocios, vacacionales, deportivos, de sky y montaña, de sol y playa, de salud en balnearios y hoteles con spa, en diferentes destinos de las provincias de Orense, Madrid, Murcia, Huesca, Zaragoza, Tarragona, Alicante, y de las islas Baleares y Canarias, complementados con trabajos de asesoría y formación en todas las provincias anteriores más La Coruña, Cantabria, Vizcaya, Navarra, Toledo, Castellón, Almería, Granada, Sevilla, Cádiz y Huelva, además de en Cuba, Republica Dominicana y los Estados de Ceará y Rio Grande del Norte, en Brasil.
Estos antecedentes me han permitido comprobar la dureza e inseguridad del trabajo del Director de Hotel, por lo que no debiera extrañar a nadie, que éste deba ser un trabajo tremendamente vocacional, para poder disfrutar del mismo, y que no todo el mundo sirva para ello, por muy titulado que pueda estar, e idiomas que pueda dominar, especialmente cuando a todos los problemas descritos, se le añade la dificultad de conciliar la vida laboral y familiar, especialmente en tantas empresas como hoy en día pretenden que sus directores les ofrezcan una dedicación total, sin ofrecerles la compensación de poder vivir con su familia en vivienda debidamente adaptada para ello, dentro del propio hotel, situación que por mi parte he tenido en una gran parte de los hoteles que he dirigido.
Nadie debiera dudar de la excelente calidad de los muchos directores de hotel vocacionales, que existen el este país, el caso es que cuando hay estudiantes de turismo no tan vocacionales y estudian esa carrera, esperando que alguien les dé una oportunidad, sin haberse preparado para ser ellos la oportunidad de una empresa hotelera, tampoco debiera extrañar a nadie, el título de este artículo, sobre todo en el caso de aquellos directores que son contratados para convertirlos en lo que en dicho muy aragonés, se define como “el capacico de las hostias”, en el que pregunto, si el Director de Hotel sirve el cargo que ostenta, o se sirve de ese cargo, porque no tiene nada de extraño, salvo que el sentido de autoestima y el de la ética que pueda tener cada uno, le marquen las líneas rojas que no debe traspasar, dado que muchas de las personas que ostentan ese cargo, pero que no lo disfrutan, puedan sentirse tentadas de servirse del mismo para sus intereses particulares, si no están seguros de servir para poder prestigiarse con el mismo, convirtiéndose ellos en oportunidad para las empresas, en lugar de pedirlas una oportunidad para demostrar una valía que, en más de un caso, no tienen, porque como he señalado en más de una ocasión, no es el cargo el que prestigia al individuo, sino que es el individuo que ejerce su cargo con honestidad y eficacia, el que prestigia el cargo que ostenta desde la base de su propio prestigio profesional.
Es posible que la situación que evidenciamos esté muy relacionada con la que señalaba el 03 de Mayo de 2009 en el artículo “¿Los consultores somos la solución o formamos parte del problema?”, porque como señalo en párrafo anterior, he combinado durante muchos años mi trabajo como director de hotel, con el de formación y consultoría, dando respuesta a las muchas demandas que he recibido para ello, como consecuencia del prestigio adquirido en esas actividades, dada la calidad de la formación y de los estudios de viabilidad que he realizado desde que a finales de 1966, ingrese en el Programa de Promoción Profesional Obrera como Monitor de Restaurante y Bar, siendo destinado como profesor de Recepción y Administración del Hotel Escuela Bellamar en la primavera de 1967, donde comencé a profundizar en el análisis de los sistemas de control y en modelos diferenciados de gestión estratégica, alejándome de los métodos de trabajo que me habían enseñado, al darme cuenta de que si todos utilizábamos las mismas estrategias, de ahorro de costes y búsqueda de la máxima ocupación, solo nos quedaba como factor para competir el precio, y por ese camino cada vez los hoteles ganaban menos, pese a tener más altos niveles de ocupación y pagar cada vez peor a sus empleados.
Desde esa perspectiva, desde el primer hotel que pase a dirigir, definí un modelo de gestión cuyo objetivo era “GARANTIZAR LA RENTABILIDAD DESEADA, CON LA MÍNIMA OCUPACIÓN POSIBLE”, modelo en el que afortunadamente hasta el momento no he tenido competencia, por cuanto la mayoría de directores, consultores y asesores, solo hacen lo que les han enseñado a hacer, sin pararse a pensar en lo que es necesario hacer, lo que por un lado no les facilita adaptarse a los cambios, y por otro como consecuencia, muchos de ellos confunden las herramientas con las soluciones, impidiendo con el uso de aquellas, encontrar éstas.
Unan todo lo señalado hasta el momento, y piensen si no puede estar hasta cierto punto justificado que algunos directores de hotel, terminen tratando de utilizar los cargos que ocupan para buscar solución a sus propios problemas, si no ven claras perspectivas de futuro en los puestos que ocupan, al estar su prestigio ligado al puesto que ocupa en lugar de estarlo a su persona, como consecuencia de la baja calidad de la gestión que realizan, obligándoles a amarrarse a los cargos, para poder seguir manteniendo sus negocios o sus puestos laborales.
Autor: Miguel Ángel Campo Seoane
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