7 pistas para reconocer el turismo rural
16 mayo, 2016 (16:15:13)Primera, la imprescindible: El turismo rural es sostenible ambientalmente
Parece que es obvio, y parece que no hubiese nada que discutir. Pero si consideramos cuál es el estándar de sostenibilidad, hasta qué punto queremos o debemos llegar, la cosa cambia. ¿El turismo rural debe aspirar a dejar una impronta cero en su entorno, como ocurría hace sólo 50 años? ¿Hasta qué punto se debe profundizar en la generación de energía para autoconsumo, sólo en los alojamientos, o nos implicamos también en los transportes? ¿Se debe ser riguroso en el consumo de productos locales? Y, el corolario de todas las cuestiones similares a las anteriores, ¿qué incidencia tiene esto en el cliente?
En cualquier caso me parece un éxito que la implicación del turismo rural como negocio local que contribuye al desarrollo respetuoso de su entorno sea indiscutible. Esta característica ya se ha convertido en una de las señas de identidad más potentes del turismo rural.
Segunda, la gran olvidada: El turismo rural es sostenible socialmente
El mantenimiento del empleo en el sector servicios supone un flujo de rentas desde el exterior hacia el interior de la comarca. En ese microsistema económico se produce la redistribución de las rentas, que alcanzan a todos los habitantes.
Todos los parámetros que indican la calidad de una sana relación social y laboral se dan en el empleo turístico en pequeñas comunidades. Las diferencias entre los salarios más altos y más bajos son poco significativas; el autoempleo es tónica común; por la misma razón, el empleo sumergido es casi inexistente, lo que implica un cierto nivel de protección social para todos los trabajadores del subsector. El turismo rural impulsa la reducción de las desigualdades y el desarrollo social armónico de las comunidades.
Tercera: la dimensión colectiva y de desarrollo
Permite unir las capacidades de todos los participantes sobre el territorio. Tradicionalmente los habitantes de zonas rurales son personas polivalentes, que se ven obligados en su vida diaria a desenvolverse contando con escasa ayuda en forma de prestación de servicios desde el exterior. Pero eso no quiere decir que no se produzca cierta especialización de funciones. El turismo rural permite poner en juego las habilidades o las capacidades de cada miembro de la comunidad, diversificando el paisaje económico. Los productores locales de alimentos desarrollarán mejoras en sus productos, que serán realzados por los cocineros y el personal de servicio locales, todo ello divulgado por los responsables de la promoción turística desde la oficina de turismo, conjuntamente con los productos de que realizan los artesanos de la comarca…
En suma, el turismo rural permite dar salida al papel de cada persona, que crea su propia ocupación, en la comunidad.
Cuarta, pensemos en grande: El turismo rural explota los mejores recursos turísticos desde el punto de vista de estrategia de país
Siguiendo un razonamiento a corto plazo, las comunidades rurales estarían tentadas de volcarse en experiencias masivas, consumidoras de recursos o que proporcionen mala imagen a las comarcas. Un macrofestival de música o un área de alojamiento masiva para explotar un recurso natural son opciones, incluso seguramente opciones legales, pero depredadoras para el futuro. Afortunadamente los ejemplos de errores de este tipo pueden contarse con los dedos de una mano; más bien el turismo rural ha ido siempre unido al arte, a la cultura, a la vida sana, a la gastronomía. No promociona el turismo sexual, ni el de borrachera, ni el shopping (¡y eso que tenemos que agradecer!).
Considerando la dimensión temporal, el tipo de negocio turístico respetuoso con el entorno que se da en las zonas rurales puede ser una receta más lenta, pero mucho más segura para garantizar la explotación sostenible. Considerando la dimensión espacial, a España le conviene enormemente la existencia de un modelo turístico que se conduce por los cauces de los mejores recursos turísticos, sirviendo incluso en ocasiones de ejemplo a las zonas desarrolladas en la industria turística.
Quinta, la fibra sensible. ¡Salvemos el mundo rural!
El turismo rural supone una oportunidad para dar a conocer las comunidades rurales y su modo de vida. Si, efectivamente, es una perogrullada; pero es importante, en este momento de acelerado despoblamiento del campo y de sus consecuentes pérdidas de saberes locales, de tradiciones, de producciones artesanas etc. Toda experiencia turística implica la difusión de la imagen del destino, que se va con los viajeros y que alcanza a sus amistades. La experiencia de difusión de imagen comienza en el momento de la decisión de compra, y se realiza aún al regreso en la casa del consumidor. Pues bien, el turismo rural cuenta con el atractivo más potente que pueda darse: la oportunidad de vivir experiencias en un mundo lamentablemente desconocido que está a la vuelta de la esquina.
Sexta, mirando al futuro: Permite la modernización de las comunidades rurales
La utilización de saberes técnicos, tecnológicos y organizativos en la gestión de los negocios supone un aporte de conocimiento que es de gran utilidad. Muchas comarcas han visto crecer sus rendimientos desde que el negocio turístico introdujo una visión generalizada de gestión. La gestión de los destinos también beneficia a las comunidades si hablamos de modernización, puesto que puede ejercer un liderazgo en cuanto a técnicas que son rápidamente adoptadas por los negocios locales (véase el ejemplo de autosuficiencia energética de la isla de La Palma, promovido por las instituciones).
Por otro lado, la demanda por parte de los visitantes de servicios estándar como los que tienen a su disposición en su domicilio hace que las comunidades rurales progresen.
Séptima, la gran desconocida: El turismo rural es femenino
Una buena parte del empleo y del autoempleo relacionado con el turismo rural es para mujeres. Es más, una buena parte de los proyectos son liderados por las mujeres. La fijación de población femenina en el medio rural es una excelente noticia desde los puntos de vista demográfico, económico y social.
Gracias al gran Manolo García Linares, el pintor obsesionado por lo rural, por cederme una de sus obras como ilustración.
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