Brexit, Filosofía y eso de "una persona, un voto"
8 julio, 2016 (12:11:31)En el Reino Unido se les han quedado los ojos como platos al comprobar que no solo ganó el Brexit el referéndum, sino que el país no dispone de ningún plan para hacer efectiva esa decisión, ni siquiera de un Plan B, y además, están ocurriendo cosas nada positivas para el propio Reino Unido que nadie había previsto. La victoria de los "brexiters" fue muy ajustada, ganaron con un 51,9% de los votos (en total hubo 17.410.742 votos a favor de dejar la UE por 16.577.342 votos a favor de permanecer), un resultado que muestra varias divisiones internas:
- A favor de Europa votaron masivamente los jóvenes menores de 24 años (75%), los habitantes de grandes ciudades (Londres, Liverpool, Manchester, Edimburgo), los británicos de clase alta y media alta y los que cuentan con estudios superiores.
- A favor del Brexit votaron los mayores de 65 años (al parecer, un 60% son euroescépticos), los habitantes de las zonas rurales (sobre todo de Inglaterra), y las clases sociales media baja y baja, y con menos estudios.
Brecha entre urbano y rural, brecha entre jóvenes y viejos, brecha entre clases sociales y nivel de estudios... los abuelos han decidido con su voto en qué Reino Unido vivirán a partir de ahora sus nietos, en contra de la opinión de éstos... Pero además, el resultado del referéndum también deja clara otra línea divisoria: entre el norte y el sur del país, con una Escocia y una Irlanda del Norte que han apoyado claramente la permanencia en la Unión Europea, y una Inglaterra y un Gales favorables a la salida.
No queda claro que el resultado del referéndum fuera el esperado: al día siguiente mismo empezó una recogida de firmas para pedir un segundo referéndum, y Escocia ha apelado a todos los países de la UE para que les ayuden a quedarse dentro, una decisión complicada que además tiene a Cataluña y a algún otro territorio de la Unión como atentos observadores...
¿Sabían lo que votaban cuando votaron?
Descontento de la gente por años de austeridad, una juventud frustrada laboralmente, un partido Conservador dividido, una población envejecida que echa de menos el Imperio y teme las consecuencias de la inmigración... la mala imagen de la UE, que esa sí es común en todas partes, sospecho... pero además ha habido factores políticos, como la alianza entre votantes tories de la zonas rurales y laboristas del norte de Inglaterra, que han votado por la salida... muchos factores explican la decisión tomada por algo más de la mitad de los votantes.
También el miedo, claro, ha sido fundamental: sobre todo, miedo a los efectos de la inmigración, ese miedo a la diferencia que es tan fácil de azuzar cuando interesa políticamente. El que viene de fuera es distinto, reza a un dios distinto, come platos distintos, viste de forma distinta, educa a sus hijos de forma distinta, nos quiere imponer sus costumbres, no se adapta, no se convierte en un perfecto inglés (o español, o francés...) sino que pretende no perder su identidad, nos roba los trabajos y las prestaciones sociales... seguramente argumento a argumento, con cifras y explicaciones racionales en la mano, sea fácilmente desmontable... pero nadie hace el esfuerzo, y al final, la irracionalidad del miedo toma posesión de las conciencias.
Esta semana, la diputada laborista Oona King decía en el Parlamento británico que era "muy justo y democrático" celebrar un segundo referéndum porque la gente votó "sin tener ni idea de las consecuencias que tendría la decisión de salir de la UE"... y añadió que "después de todo, lo que se les preguntó fue "¿quieres dejar la UE?" y no "¿quieres romper el Reino Unido?". Oona King se refería a la cadena de consecuencias imprevistas que la decisión del Brexit puso en marcha a partir del mismo día siguiente del referéndum.
Y seguramente sea cierto que nadie previó el vacío de poder (David Cameron anunció que se iba tras el verano al día siguiente de la victoria del Brexit), la falta de un plan concreto para articular la salida, las consecuencias en la bolsa, en la libra esterlina (La libra esterlina registra su valor más bajo desde hace 30 años), las decisiones empresariales de abandonar el Reino Unido (EasyJet se va del Reino Unido tras el Brexit) tanto por parte de empresas británicas como de empresas de otros países establecidas allá (bancos, fábricas de automóviles...)
Está claro que, por lo motivos que sea, algo más de la mitad de los votantes en el referéndum del Brexit quiso votar "sí", pero no está claro cómo va a seguir el proceso. Algunos recuerdan que incluso al margen del resultado del referéndum, es el Parlamento británico el que debe solicitar al Parlamento Europeo su salida como país miembro, algo que de momento no ha sucedido y que algunos opinan que no va a suceder, a pesar de todo, porque como explicaba Andreu Ward, socio de Cuatrecasas, “el artículo 50 está diseñado para que ningún país en su sano juicio lo utilice”. Esto sería así porque, sin posibilidad de marcha atrás una vez iniciado el proceso, una vez que es notificado, el país queda en manos de los otros países de la UE, con la complejidad estratégica que ello supone en una negociación. ¿Es posible que 17.410.742 británicos votaran sin ser conscientes de lo que votaban?
¿Y qué pinta la Filosofía en todo esto?
Sea como sea, el titular de este artículo habla de Filosofía. Y es que no puedo evitar relacionar lo sucedido en el referéndum del Reino Unido con el hecho de que en España estamos a punto de abandonar una asignatura como la Filosofía en el baúl de los trastos viejos e inservibles. La grandeza de la democracia es la de dar a todas las personas el mismo valor, todos los votos cuentan y todos valen igual, sea el voto de un fontanero, el de un labrador, el de un cantante, el de un maestro de escuela o el de un escritor o un Premio Nobel. El gran valor de la democracia es que cada voto individual cuenta, y entre todos, por el peso numérico, se decide.
Que el neoliberalismo nos quiera hacer creer que todos hemos de ser economistas y expertos en finanzas, porque solo las asignaturas relacionadas con los números y el dinero cuentan para el futuro, es un error de dimensiones apocalípticas. El espíritu humano ha engendrado el pensamiento, el arte, la música, la poesía, unas potencialidades humanas que no nos podemos permitir dejar atrás. Lo que necesitamos es que se nos enseñe a pensar, que los votantes del futuro sean críticos y sean capaces de razonar y analizar, de entender lo que ocurre a su alrededor, para que así no puedan ser manipulados por los intereses partidistas o por el miedo. Solo una educación que contemple al ser humano en su integridad puede producir ciudadanos responsables, conscientes, informados, analíticos y críticos con el poder. Solo así la democracia tiene sentido, si los votantes han tenido oportunidad para desarrollar su criterio, su capacidad de análisis y razonamiento, de hacerse preguntas y discriminar entre las respuestas posibles, sin dejarse manipular ni acongojar. Si en lugar de consumidores, usuarios, contribuyentes, espectadores, clientes... son ciudadanos, con todo lo que este concepto implica. Si fuera así realmente, sería más difícil dudar de si los votantes saben o no lo que votan en el Reino Unido y en todas partes.
Si falla la educación, fallará la democracia porque las decisiones que se tomarán en las urnas no serán dictadas por la razón y el análisis, sino por los sentimientos, por el miedo, por la credulidad ciega, por la ignorancia.
Es en las aulas donde nos jugamos nuestro futuro, no en la City, ni en el Parlamento Europeo, ni en Wall Street. Es en las aulas donde debemos velar por el futuro de nuestra sociedad, por la salud de nuestra democracia... en esas aulas, por cierto, donde tanto el elector como el elegido han de educarse en los mismos valores, porque también la calidad de nuestros políticos procede de esas aulas.
Si no es así, el alto logro de "una persona, un voto" se convierte en una trampa mortal: interesa una población que viva mirando a su ombligo, centrada en la tele y el fútbol, ignorante de mucho, sin criterio y sin capacidad de análisis, desconfiada y temerosa. Así la corrupción, la insolidaridad y la sinrazón tendrán vía libre por mucho, mucho tiempo.
Gracias por haber leído hasta aquí.
Feliz fin de semana!
Para comentar, así como para ver ciertos contenidos de Hosteltur, inicia sesión o crea tu cuenta
Inicia sesión