Revisando los análisis que hemos ido publicando a lo largo de estas semanas, uno puede apreciar ese optimismo que existe, y que comparten todos los organismos, cuando se trata de analizar el sector turístico. La recuperación, atendiendo a los principales indicadores, sigue su curso en tanto en cuanto se van reactivando y reabriendo todas las economías, a la vez que se acercan las fechas claves del verano y las vacaciones. Y como consecuencia de esto, los indicadores van recuperándose y volviendo a los niveles que mostraban en fechas previas a la crisis que atravesamos.
La ocupación, como muestran los indicadores, ya se acerca a la que veíamos en 2019. El gasto turístico, como puede apreciarse en las estadísticas que venimos publicando, también se sitúa en cifras prepandemia. La llegada de turistas extranjeros, siendo este un indicador clave para nuestro sector, también está casi recuperada, con la recepción de 9 de cada 10 turistas. Y todo esto que digo se materializa en un empleo turístico que no deja de crecer, cosechando cifras récord que superan a las cifras prepandemia, así como un PIB turístico que podría cerrar el año con gran parte del camino cosechado.
En esencia, la recuperación del turismo, a la luz de los datos, como publicábamos la semana pasada, es un hecho. Los datos de junio lo anticipaban y los datos de julio lo han confirmado. España, o mejor dicho, el sector turístico español sigue recuperando el terreno perdido y demostrando su capacidad para recuperarse tras las distintas crisis y recesiones que enfrenta nuestro país. Y pese a enfrentar problemas muy serios, como puede ser la inflación, que ha provocado que este sea el verano más caro de la historia, o la gran renuncia, que ha incrementado los costes laborales y ha impedido la explotación plena de los recursos, este sigue su tendencia alcista.
Sin embargo, pese a que hablamos de un verano que pretende cerrar con registros no vistos anteriormente, la situación podría torcerse en tanto cuanto se vaya acercando el otoño, y se vaya acelerando esa desaceleración económica, ese enfriamiento global que pronostican todos los organismos, y que preocupa, como muestran los indicadores, a unos consumidores que podrían dejar de gastar de un momento a otro. Pese a los buenos datos que hemos visto estos meses, la situación que se avecina preocupa a unas familias y a una industria que teme a la incertidumbre y a una inflación que no remite.
Y esto pudimos observarlo en el informe publicado por Sigma Dos que comentamos y analizamos en esta columna.
Como dijimos, esta inflación, en tanto no remitía, ha ido modificando las preferencias de unos agentes económicos que, ante la difícil situación y las expectativas futuras, han optado finalmente por ser preventivos y cancelar sus decisiones. Concretamente, el informe hablaba de que esta inflación había llevado al 43% de las familias españolas a cancelar sus vacaciones ante la fuerte escalada que han vivido los precios en los últimos meses y la pérdida de poder adquisitivo que han sufrido las familias por esta situación en un escenario en el que las rentas no se han incrementado.
Y esto es lo que estoy tratando de decir en el artículo que hoy publico. Pues la recuperación del sector sigue su curso y las expectativas para este verano son muy positivas, pero la situación, que ya ha contagiado a las familias y la industria, podría provocar una sequía tras el verano. Y así lo muestra la confianza del empresario, del consumidor y los hogares, así como otros indicadores, como los indicadores PMI. En este sentido, indicadores que ya se encuentran en contracción, o en niveles que preocupan por lo que anticipan.
Esa incertidumbre, esa inflación, esa narrativa económica que leemos diariamente en la prensa está concienciando a los agentes económicos, los cuales se muestran cada vez más preocupados por una situación económica que confían en que empeore. Las encuestas, los sondeos, las entrevistas… todas las consultas realizadas a los agentes económicos muestran una percepción del contexto bastante pesimista por parte de estos. La situación económica que se avecina, para ellos, no es buena, y ante eso, posponen sus decisiones de consumo e inversión, frenando la economía con ello.
Por esto, de seguir así, preocupa que esta situación se dé y que los agentes frenen en seco su consumo en pro de esperar a escenarios futuros. Pues, de darse el caso, esta recuperación que hoy va viento en popa mañana podría detenerse. Y las previsiones menos optimistas, las cuales descuentan esta ralentización por lo que comento, muestran una situación en la que, de darse esta situación que comento, la recuperación del sector corre peligro. Y cuando digo esto, me estoy refiriendo a posponer la recuperación al 2024.
En conclusión, debemos ser cautos. Nos estamos recuperando y debemos seguir trabajando en esa recuperación, pues no hay indicios reales en la situación macro como para frenarnos en seco. Sin embargo, sí debemos contemplar escenarios alternativos, todos los posibles, y tener en cuenta escenarios que podrían darse y, de hacerlo, complicarnos la vida.
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