Evolución del Turismo de lujo
3 octubre, 2023 (07:55:58)TURISMO DE LUJO
Hasta bien avanzados los años 80 creíamos que el turismo de lujo era el de los que viajaban en primera clase, se alojaban en hoteles de 5 estrellas y comían en restaurantes bien valorados por Michelin. Por aquellos años, algunos empezaban a tener una visión más amplia, como Agustín Picazo, director del mítico Los Monteros en Marbella en sus años de esplendor, que ya aseguraba que el lujo era el servicio. Así convirtió su hotel de habitaciones normales, pero con un magnífico” beach club” y una atención personalizada, en uno de los más caros de España y al que todos los que disponían de los recursos necesarios querían regresar.
Pasaron los años y las “experiencias de lujo “se fueron imponiendo al tamaño de las habitaciones o a las estrellas. No bastaba con comer y beber bien, sino que era necesario un tema que sirviera de hilo conductor: las habitaciones, más bien suites, debían incluir jacuzzi y piscina y el viaje se debía hacer en avión privado.
En el mar los yates fueron creciendo, al tiempo que disminuía la cuenta corriente de los propietarios – alguno ha llegado a costar más de 500 millones de euros-sin que a los emires del Golfo o, hasta hace poco, a los plutócratas rusos, pareciera importarles. Más modestamente los amantes pudientes de los cruceros ya no se encontraban a gusto compartiendo espacio con otros miles de personas y se empiezan a esconder en yates para un centenar de personas, gestionados por los expertos de las cadenas hoteleras más lujosas como Aman. A partir de 30.000 euros, en función del champán que se consuma, el que lo desee puede pasar una semana a bordo.
Parecía que el nuevo formato se había establecido, pero llegó la pandemia que aceleró, una vez terminada, una tendencia que no había podido explotar: a los ricos de verdad, que además se han hecho más ricos estos últimos años ya no les interesa el aspecto físico de los hoteles o la comida de los restaurantes, ni siquiera el servicio. Ahora lo que importa es la exclusividad: algo que solamente ellos puedan tener y que cueste mucho dinero, no algo que esté al alcance de los que tienen solo unas docenas de millones.
Loa viajes a la Antártida alojándose en tiendas de campaña y sufriendo los rigores climatológicos a cambio de soledad en la inmensidad del hielo- a partir de los 70.000 euros-, el viaje espacial -unos 200.000- o el más imponente de los conocidos hasta ahora: el que lleva a tres o cuatro osados a las profundidades del mar para observar el pecio del” Titanic “por 500.000 y en algún caso, la experiencia última.
Para los que quieran iniciarse, ya hay en el mercado viajes de aventura a islas desiertas, imitando a los “ realities” de la tele como “ Supervivientes” ,en el caribe panameño en Filipinas o Indonesia a partir de 5.000 euros por una semana. La mayoría de los participantes nunca ha dormido en una tienda de campaña. Serán abandonados, armados solo con un machete, en las profundidades de la selva, con el reto de volver al campamento base . Suelen tardar al menos tres o cuatro días y algunos tienen que ser rescatados por el equipo organizador formado por antiguos miembros de fuerzas especiales.
Pueden tardar 48 horas en aprender a hacer fuego o un instrumento con el que poder pescar. Lo pasaran mal, pero al terminar coco cortado por la mitad con su machete, tumbada en la playa :” Esta experiencia vale un millón de euros”.
Los participantes suelen ser ejecutivos jóvenes que todavía no pueden gastarse cuarenta o cincuenta mil euros por una semana de angustia, pero quieren estar preparados para cuando llegue el momento en el que si puedan. Cada vez hay más agencias especializadas en este tipo de experiencias, especialmente en Gran Bretaña, donde parece que aun quedan restos del masoquismo histórico.
Todos saben que no hay turismo de aventura sin riesgo , que es un componente importante del paquete, por el que hay que pagar un extra.
Estos viajes tienen en común el lujo de la incomodidad y algunos el de la falta de espacio. Seguro que hay otros que son secretos, más caros, que garantizan experiencias extremas y que solo se venden a los iniciados. Ya sabemos que los ricos de verdad no son blandengues, sino gente dura que disfruta del turismo de lujo allí donde otros solo ven peligro y sufrimiento.
Según ellos mismos declaran, les parece que el campamento es un hotel de 7 estrellas. Como muy bien explicaba una participante , todavía eufórica, con un coco cortado por la mitad con su machete, tumbada en la playa: “Esta experiencia vale un millón de euros”.
Los participantes suelen ser ejecutivos jóvenes que todavía no pueden gastarse cuarenta o cincuenta mil euros por una semana de angustia, pero quieren estar preparados para cuando llegue ese momento.
Cada vez hay mas agencias especializadas en este tipo de experiencias, especialmente en Gran Bretaña , donde parecen que aún quedan restos del masoquismo histórico.
Todos saben que no hay turismo de aventura sin riesgo, que es un componente importante del paquete, por el que hay que pagar un extra.
Estos viajes tienen en común el lujo de la incomodidad y algunos el de la falta de espacio. Seguro que hay otros , aún más caros, que todavía son secretos, que garantizan experiencias extremas y que solo se venden a los iniciados. Ya sabemos que los ricos de verdad no son blandengues, sino gente dura que disfruta del turismo de lujo allí donde otros solo ven peligro y sufrimiento.
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