El alquiler turístico y la turismofobia en Mallorca
13 junio, 2017 (11:42:58)
En los últimos tiempos se ve cada vez más un término en Internet, antitourism, que tiene hasta su propio hashtag en Twitter. De hecho, por lo que he podido leer el origen del término es precisamente el hashtag que se buscó para hablar del tema en esa red.
Buceando por la red social de microblogging se pueden ver artículos sobre esta cuestión aplicada a numerosos destinos turísticos. Hay algunos que no sorprenden, como Venecia, que probablemente ostenta el récord en la ratio de turistas por residente, con unos 30 millones de turistas por unos 50.000 habitantes, o como Barcelona, sobre todo por las medidas adoptadas recientemente por el consistorio encabezado por la alcaldesa Ada Colau. Pero sorprende más verlo en destinos como Islandia, donde están pensando en elevar impuestos a los turistas, o Camboya, donde quieren limitar la entrada a lugares de especial interés como el memorial a las víctimas del genocidio de los Jemeres Rojos de Pol Pot.
Volviendo a ámbitos más cercanos, Mallorca aparece en diversos artículos escritos en otros países por las pintadas contra turistas que han podido verse en diversos puntos de las áreas con mayor número de visitantes. Uno de los motivos para el incremento del turismo en la isla de los últimos años es el fuerte incremento en la oferta y demanda de alojamiento turístico a través de plataformas online como Airbnb y Homeaway, o en un ámbito más local Yupihome.
Respecto a esta cuestión, se ven voces a favor y en contra de este tipo de alojamiento, especialmente en lo que se refiere a la falta de control que se ha ejercido o se ha podido ejercer sobre la parte ilegal de la misma. Cada una de las partes tiene sus razones y, claro, depende de cómo toque el bolsillo hay un posicionamiento en un lado o en el otro.
Pero más allá de dónde se sitúen las partes implicadas económicamente en la cuestión, creo que hay una pregunta importante que hacerse al respecto: ¿Los beneficios de esa actividad para la comunidad en cuestión (en este caso Mallorca) son superiores a los perjuicios? En este caso, para mí la respuesta es clara: NO.
Más allá de las molestias que ocasionan algunos huéspedes temporales a las comunidades de vecinos (que sin duda es un tema importante), en la isla se está produciendo un fenómeno de desaparición de oferta de viviendas para los residentes, ya sea porque los precios se han elevado muchísimo o porque hay personas a las que no se renueva el alquiler para dedicar su hasta ahora vivienda al alquiler turístico. Y no sólo lo es para los residentes, sino también para las personas que vienen a trabajar unos meses durante la temporada alta, lo que puede suponer a corto-medio plazo un gran problema para el propio sector turístico.
Es cierto que los caminos que abre Internet son difíciles de parar, de ahí que sea tan complicada una solución para esta cuestión, pero creo que es inevitable una legislación que limite la oferta y que sea altamente punitiva para con la gran ilegalidad que rodea esta actividad. Y creo que hay que hacerlo rápido porque se están sumando nuevos actores a esta oferta, como algunos fondos de inversión y algunas inmobiliarias, de los que se espera algo más que poner en marcha una actividad ilegal en este campo, como hemos podido leer recientemente en Hosteltur.
EL BIEN COMÚN
Soy consciente de que es complicado legislar/regular una actividad cuyo impacto es global pero que afecta de manera diferente a las distintas CCAA y a los distintos municipios dentro de la misma Comunidad Autónoma, y que además tiene por encima a la LAU. Y entiendo que desde el Gobierno central se indique al Govern balear que en su legislación debe tener en cuenta la libertad de empresa. Pero también cabe recordar el papel de los Ejecutivos autonómicos como valedores del bien común y no sólo de la libertad de las empresas a campar a sus anchas sin que se les pueda poner ningún límite, a pesar de que su actividad pueda llevar a un territorio a una situación insostenible.
Otra cuestión a tener en cuenta es que en Baleares, para bien o para mal, se apostó por un modelo turístico hotelero frente al modelo residencial, y no por un modelo mixto, de manera que si hay que introducir cambios en el modelo debe hacerse siguiendo unas claras líneas estratégicas que doten de racionalidad a un proceso de cambio, y no lo dejen únicamente a merced de los vaivenes del mercado.
Tal vez una solución parcial pueda ser la medida adoptada por Italia para evitar la evasión fiscal de la economía colaborativa, una iniciativa que implica a las plataformas que comercializan como agente recaudador, dándoles una responsabilidad en el proceso ante la que hasta ahora, que se sepa, han escurrido el bulto. Y es que aunque Internet ha dado frutos muy positivos en el ámbito de la citada economía colaborativa, eso no significa que cualquier iniciativa que surja en su ámbito deba ser dejada a su libre albedrío, siguiendo un sesgo ultraliberal que ya se está viendo que no aporta beneficios a la vida en comunidad.
La alternativa a no tener en cuenta los efectos de esta actividad en el territorio en que se desarrolla es, a mi juicio, un antitourism rampante y una ‘venetización’ de la isla, es decir, un lugar en el que prácticamente no haya residentes y convertido en un parque temático irreal que, a la postre, pierde buena parte de su encanto en medio de un inmenso flujo de visitantes que ni pueden disfrutar de los lugares más encantadores del lugar, ni pueden conocer un modo de vida de una población local en retirada.
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