Uber y Airbnb: ¿economía colaborativa o economía informal?
24 julio, 2017 (11:23:44)En los últimos años hemos asistido a la explosión de las que se han venido a denominar “nuevas plataformas colaborativas”, dentro de lo que se conoce ya como “nueva economía colaborativa”. Las sucesivas crisis económicas acaecidas en los países desarrollados desde 1973, y muy especialmente la profunda recesión de 2008, la recuperación de antiguas ideas y filosofías partidarias de la cooperación y el intercambio, la crítica al sobreconsumo y al crecimiento ilimitado y, muy especialmente, la enorme ventana de oportunidades que abren las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs), han cuajado en este nuevo tipo de modelos económicos y de iniciativas empresariales. De las muchas plataformas existentes, que cubren amplios y muy diversos sectores económicos (el transporte, las finanzas, el alojamiento, el ocio, la educación, la alimentación y un largo etcétera), cabe destacar dos: Uber, en el sector del transporte y Airbnb, en el sector del alquiler de viviendas. Ambas están muy directamente relacionadas con el sector turístico: Uber facilita la movilidad de los visitantes en las ciudades y Airbnb es una plataforma de alojamiento directamente relacionada con el polémico fenómeno de los pisos turísticos. Tanto Uber como Airbnb han sido denunciadas por competencia desleal, la primera por parte de las asociaciones de taxistas y la segunda por las asociaciones hoteleras.
Ambas plataformas han experimentado un crecimiento exponencial en poco tiempo: según el estudio El Turismo Colaborativo 2015, publicado por The Ostelea School of Tourism & Hospitality y EAE Business School, la facturación de los sectores colaborativos que en 2014 alcanzó los 12.930 millones de euros (una contribución del 6 % del total de la facturación agregada a nivel global) se estima que para 2025 llegará a los 138.000 millones de euros (una contribución del 50 %). No obstante, el incremento de sus actividades ha suscitado crecientes críticas por parte de empresas competidoras, administraciones y asociaciones y organizaciones ciudadanas.
Estas plataformas, sometidas a la creciente presión y a las fuertes críticas de la opinión pública, se defienden apelando a los principios y valores de la economía colaborativa. Rechazan tales críticas, presentándolas como un reflejo de actitudes tecnófobas, de mentalidades obsoletas y de dinámicas gremiales y corporativas de un modelo económico convencional que no entiende lo nuevo y que se resiste como gato panza arriba ante lo que, en cualquier caso, no sólo representa una forma mucho más eficiente y moderna de gestionar las relaciones económicas, sino también y de forma muy particular, un nuevo sistema de valores centrado en lo colaborativo. Así, Uber y Airbnb encarnarían un nuevo modelo, no sólo superior al anterior en términos económicos y tecnológicos, sino también en términos morales y de estilo de vida. Esta estrategia de defensa blinda aparentemente a estas plataformas frente a cualquier crítica sea cual sea su origen u orientación.
Sin embargo, esta línea de defensa carece de fundamento. En primer lugar existen sólidas razones para dudar que estas empresas puedan englobarse en puridad dentro de la categoría de “economía colaborativa”, en segundo lugar, cabe la fundada sospecha que, lo que por las razones ya mencionadas se quiere clasificar dentro de esta categoría, más bien debería clasificarse dentro de otra: la de “economía informal”. Vayamos por partes. La economía colaborativa se basa en dos principios: primero, que las personas interactúan intercambiando bienes y servicios directamente, evitando proveerse a través de las compañías y las empresas en los mercados convencionales y, segundo, que la motivación que anima dicho intercambio es la satisfacción de necesidades y no tanto el afán de lucro. Obviamente, Uber y Airbnb incumplen ambas condiciones: se trata de plataformas de intermediación que generan, institucionalizan y pretenden monopolizar un mercado, sobre el que ejercen un control férreo y al que se ven obligados a someterse sus usuarios (por lo tanto, no existe “libre intercambio” entre iguales, sino un intercambio establecido por las plataformas según los condiciones que éstas imponen a sus usuarios) y sin lugar a dudas, la motivación única de estas plataformas no es otra que el puro afán de lucro. No sólo eso, sino que, por ejemplo en el caso de Airbnb, en muchos casos los “particulares” que ofertan sus inmuebles a través de esta plataforma son asimismo empresas o empresarios que poseen múltiples viviendas y no meramente personas individuales que obtienen unos pocos ingresos alquilando sus pisos. Es decir Airbnb no sería una mera plataforma “colaborativa” Peer to Peer, (P2P), sino que, a menudo, opera como una plataforma comercial Peer to Business (P2B).
El concepto “economía informal”, acuñado a comienzos de la década de 1970 por el antropólogo económico Keith Hart (1973) a partir de la observación de la economía de Ghana, nos permite comprender muchas de las características de estas plataformas. Según Alejandro Portes y William Haller (2004): “Parece existir un consenso cada vez mayor entre los investigadores del mundo desarrollado que el campo de aplicación del término sector informal abarca "las acciones de los agentes económicos que no adhieren a las normas institucionales establecidas o a los que se niega su protección" (Feige, 1990). O bien, incluye "todas las actividades generadoras de ingresos no reguladas por el Estado en entornos sociales en que sí están reguladas actividades similares" (Castells y Portes, 1989).” No cabe duda que ese es el caso de Uber e Airbnb. Y es justo la ausencia de regulación y la voluntad de sustraerse a ésta donde radica el origen y fundamento de las críticas a estas plataformas. Quizás por eso estas plataformas y otras parecidas deberían ser rebautizadas como parte de lo que se podría etiquetar como “nueva economía informal”.
- Castells, Manuel and Alejandro Portes (1989). "World Underneath: The Origins, Dynamics, and Effects of the Informal Economy." en The Informal Economy: Studies in Advanced and Less Developed Countries, editado por A. Portes, M. Castells, and L. A. Benton. Baltimore, MD: The Johns Hopkins University Press.
- Feige, Edgar L. (1990). Defining and Estimating Underground and Informal Economies: The New Institutional Economics Approach. World Development, 18(7).
- Hart, Keith (1973). Informal Income Opportunities and Urban Employment in Ghana. The Journal of Modern African Studies, Vol. 11, Núm. 1.
- Portes, Alejandro y Haller, William (2004). La economía informal. Santiago de Chile: Naciones Unidas-CEPAL.
- Sansó, Marc (Dir.) (2015). El Turismo Colaborativo. The Ostelea School of Tourism & Hospitality y EAE Business School.
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