Día Mundial del Turismo: un desiderátum
21 septiembre, 2017 (15:22:51)Desde 1980 cada 27 de septiembre se celebra el Día Mundial del Turismo, una fecha instituida un año antes por la Asamblea General de la Organización Mundial del Turismo (OMT). Fue elegida en recuerdo de la aprobación de los Estatutos de la OMT el 27 de septiembre de 1970, sin duda un hito importante a nivel mundial. Con los eventos que ese día tienen lugar se trata de ayudar a concienciar a la comunidad internacional acerca de la importancia del turismo, tanto como para haber merecido la creación de una Agencia especializada por parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Además, la Asamblea General de la ONU declaró 2017 como Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo, en sintonía con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, lo que refuerza aún más la efeméride de este año, que, congruentemente, responde al lema “El turismo sostenible como instrumento de desarrollo”. Con él se trata de enfatizar la contribución del turismo a los tres pilares de la sostenibilidad (económico, social y ambiental) y a cada uno de los 17 objetivos de desarrollo sostenible de la ONU para transformar nuestro mundo.
Es un día de grandes declaraciones por parte de grandes personalidades, cargadas de buenas intenciones y lugares comunes; de palabras grandilocuentes y rimbombantes anuncios autocalificados como históricos. Seguramente es lo que toca desde la oficialidad.
Desde mi modestísima posición y desde el suelo que piso quisiera contribuir a la celebración de este año con la expresión de una serie de deseos, que son deseos de cambio. Aspiraciones para una industria turística más orientada a la mejora de la calidad de vida de las personas, particularmente de las comunidades receptoras de los flujos turísticos; construida no para la gente, sino con la gente (la preposición marca un matiz muy importante), no por unos pocos, sino entre todos, porque el turismo, de verdad, es cosa de todos.
De forma más concreta, y desde esa premisa básica de que el turismo es (quieran o no) cosa de todos, permítanme parafrasear a Martin Luther King cuando pronunció aquél célebre ”I have a dream” en 1968. En mi humilde sueño:
1.-Me gustaría ver una gobernanza del turismo mucho más abierta, alejada de las “mesas camilla” de unos cuantos que hacen y deshacen sobre la base de sus propios intereses. El turismo necesita de una alianza con la sociedad en el más amplio sentido posible, más allá de la concertación, manifiestamente insuficiente, entre representantes políticos y empresariales. La base del éxito es una gobernanza sana, por encima, pese a su importancia, de aspectos como las infraestructuras de transporte y comunicaciones.
2.-Me gustaría que, desde una gobernanza mucho más abierta, participativa y transparente, se apostara de verdad por la información y el conocimiento, haciéndolo accesible, particularmente a los emprendedores, a través, por ejemplo, de políticas de “open data”.
3.-Me gustaría que el turismo dejara de entenderse como algo de lo que todo el mundo parece saber (quizás por aquello de que todos, con más o menos frecuencia, ejercemos como turistas) y se valorara como lo que realmente es: una actividad económica muy compleja, con implicaciones de todo tipo, que requiere de conocimientos especializados para su gestión. Y de datos e información (más allá de la intuición y la inercia) para decidir, en los que hay que invertir.
4.-Me gustaría que se hiciera un mayor esfuerzo por hacer ver a la sociedad en general, y a sus dirigentes públicos y privados en particular, que el turismo del siglo XXI es una industria intensiva en tecnología y conocimiento, no sólo en mano de obra poco cualificada que genera escaso valor añadido.
5.-Me gustaría ver una sociedad educada para el turismo, lo que es lo mismo que decir preparada para abrazar la diversidad y que respeta y hace respetar su patrimonio (material e inmaterial); esa educación, desde la familia y la escuela, es el soporte más sólido de una economía que, cada vez en mayor medida, es turismo dependiente.
6.-Me gustaría que el sector pudiera ofrecer a los profesionales (especialmente a los jóvenes) que vocacionalmente desean desarrollar su carrera en este sector algo más que trabajos estacionales, precarios y mal pagados. Que el turismo sea visto como una opción real y deseada, no como el camino que se toma cuando no hay otro. Que el turismo ofreciera a esos jóvenes ilusión, no frustración; capacidad de atraer y retener talento, en definitiva
7.-Me gustaría que la gestión de los destinos turísticos cambiara su tradicional lógica cuantitativa y de oferta por una lógica cualitativa y de demanda que ponga el cliente-turista por delante del recurso. No se trata de vender lo que tengo, sino de vender aquello que me quieren y pueden comprar.
8.-Me gustaría que el marketing de un destino no se fundamentara en la venta de todo a todos, sino que se sustentara en una previa definición del modelo al que se aspira y, por tanto, del tipo(s) de turista al que se quiere llegar y se pretende atraer.
9.-Me gustaría que no estuviéramos abocados a ser pobres (en términos relativos) porque hayamos elegido (o, aún peor, otros hayan elegido por nosotros) un tipo de turismo indiferenciado en el que nuestra competitividad sólo pueda sostenerse vía precios.
10.-Me gustaría…Lo dejo aquí, por ahora. Soñar no cuesta dinero, y resulta agradable siempre que el argumento no se convierta en pesadilla. Para evitarlo, deberían albergarse expectativas de que ese cambio soñado pueda terminar convirtiéndose en realidad, y si es pronto mejor que tarde. Dejo esta pregunta implícita en el aire para que cada quien se la responda a si mismo/a con base en el análisis de su propia realidad. Como escribió el distinguido profesor estadounidense Warren Bennis, 'gurú de la motivación': “El liderazgo es la capacidad de convertir visiones en realidad”. Ahora bien, ¿existe?
Si te quieres sumar a mi sueño, participa. Tu opinión es más que bienvenida.
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