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La turismofobia es, paradójicamente, uno de los temas estrella en el turismo español de hoy. El éxito, entendido como un crecimiento sin límites y del que nos hemos vanagloriado con sus sucesivos récords sin mirar más allá, ha derivado en una reacción adversa en no pocas comunidades locales ante los efectos de una masificación o excesiva concentración de la demanda que ha puesto a prueba la capacidad de resistencia de la población afectada. Y, aunque se pueda (y deba) sentir empatía ante las protestas por el encarecimiento (cuando no imposibilidad) del acceso a la vivienda (sea en propiedad o en alquiler), la turistificación de zonas residenciales (con las viviendas de uso turístico y sus alquileres de corta duración), el colapso de ciertos servicios públicos esenciales (como el transporte), la banalización o pérdida de identidad de barrios que han quedado a merced de las necesidades o gustos de los turistas (la gentrificación que expulsa de ellos a los residentes y sus modos de vida tradicionales), la privatización/mercantilización del espacio público para disfrute de aquellos (y poco o nada accesible para los locales), etc., lo paradójico es que no todos estos males pueden ser atribuidos en exclusiva al turismo (como el de la vivienda, aunque sí que influya, como ponen de manifiesto las cifras que pueden encontrarse en: https://www.europapress.es/turismo/hoteles/noticia-malaga-madrid-centro-sumarian-mas-20-viviendas-pasar-pisos-turisticos-mercado-residencial-20240709112156.html) y que estamos “jugando” con la principal actividad económica del país (casi la única en algunos lugares). Debemos no confundir los síntomas con las causas de los problemas, que no siempre están (al menos del todo) en el turismo, pero no querer ver, sea por miopía o por aplicar la estrategia del avestruz, tampoco arreglará nada, sino al contrario.
Es importante insistir una vez más en que el problema no es el turismo, sino su modelo de crecimiento y su gestión (o no gestión), que no sólo alude a la cantidad, sino a la concentración espacial y temporal, así como a la tipología de la demanda. Hay quienes piensan que es un problema pasajero consecuencia del llamado efecto revancha (o “champán”) de la postpandemia, pero ya antes de la COVID-19 había signos claros de que estos problemas estaban ahí, y ahora el malestar se ha ido extendiendo como una mancha de aceite. Además, como se ha explicado en otros posts (como éste: https://www.hosteltur.com/comunidad/005750_la-maquina-del-crecimiento-turistico.html), el problema no es coyuntural, sino estructural, con tendencia a agravarse, aún más si se carece de una planificación seria que lo haga frente, más allá de medidas improvisadas e incluso descoordinadas.
Llegados a este punto, cabe poner encima de la mesa la interrogante de si no hemos entrado en una nueva fase con relación a la turismofobia, por dos razones principales:
1.-Una, sin ningún género de dudas, negativa, que debiera cortarse de raíz. Una cosa es manifestarse pública y civilizadamente ante los problemas que el turismo masivo y mal (o no) gestionado está agudizando o generando en las comunidades anfitrionas, y otra lo que sucedió muy recientemente en la ciudad de Barcelona, cuando se pasó al acoso directo al turista: https://www.bbc.com/news/videos/c0dm9w2ey7po - https://youtu.be/S-p-YGNXEnY?si=4IehFCwchcv-sEu5
Esto es absolutamente inaceptable y significa errar por completo el “tiro”: la legitimidad que pudieran tener esas protestas queda sepultada por estas acciones indefendibles. Esperemos que no cunda el ejemplo, pues el impacto reputacional a nivel internacional es considerable, no ya para un destino en particular, sino para la principal industria de todo el país.
2.-Otra, en principio, positiva: las grandes empresas del sector, agrupadas en Exceltur, han dado un interesante paso al frente que merece nuestra atención y comentario, pues aborda un factor crítico, quizás el que más, en el análisis de esta compleja problemática que afecta al sector turismo: su gobernanza, como eje de bóveda de toda la arquitectura del sector y que, por tanto, sostiene a todos los demás ejes (saturación, gentrificación, empleo y medioambiente, según este lobby).
Podría recurrirse a aquello de que no hay mal que por bien no venga, o a que más vale tarde que nunca, pero llama la atención que se elabore como reacción ante un panorama que se ha empezado a poner feo con tantas protestas. Cabe preguntarse si hasta ahora no se habían dado cuenta los líderes del turismo español, desde sus atalayas privilegiadas, de la necesidad de “impulsar un turismo socialmente responsable, inclusivo y regenerativo en España” (ver: https://www.exceltur.org/wp-content/uploads/2024/07/240703_Nota-de-Prensa-presentacion-Manifiesto-Turismo-Bien.pdf). No parece verosimil, pero, en todo caso, si es para rectificar y contribuir a reconducir las aguas que se han salido de su cauce, bienvenido sea, así como la valentía de reconocer, al menos implcítamente, que el modelo actual no responde, en general, a esos atributos del "turismo bien". No es una tarea fácil, pues estamos ante lo que en la literatura científica se conoce como un problema malvado (wicked problem), sobre el cual el paradigma de la complejidad nos enseña que para abordarlos se necesita:
*Pensamiento sistémico, o sea, ser capaces de observar el problema en su conjunto y en su contexto (el llamado big picture, que es diferente en cada caso).
*Llegar a una comprensión común del problema entre las partes interesadas, lo cual requiere: un sólido marco de confianza y colaboración; un análisis honesto de los intereses y dinámicas de poder de todas ellas; empatía y escucha activa.
*La co-creación de soluciones con un enfoque iterativo y experimental, de aprendizaje y mejora.
En este marco, y dejando al margen la consideración preliminar efectuada con un cierto grado de escepticismo, lo mollar es analizar su contenido, que se recoge en el siguiente “Manifiesto”: https://www.exceltur.org/wp-content/uploads/2024/07/240702_-Manifiesto_Turismo-Bien.pdf
Ojalá se logre entre todos una entente para configurar un desarrollo turístico soportable para las comunidades de acogida (eludo la palabra sostenible, que tan manida se ha vuelto), en la que el intercambio social siga haciendo primar los impactos positivos sobre los negativos, en su conjunto.
Para ello, extraigamos lo que se propone en el Manifiesto de Exceltur “Por un turismo con propósito, responsable, inclusivo y regenerativo” acerca de la gobernanza, ante un fenómeno como el sobreturismo que, impulsado por la demanda (https://www.linkedin.com/pulse/la-m%C3%A1quina-del-crecimiento-tur%C3%ADstico-va-parar-vargas-s%C3%A1nchez-sfntf/), ha de ser abordado en cada destino.
Veamos cuál creen que es “El turismo que todos queremos” (esto debería acordarse entre todos, ¿no cree?, aunque bienvenido sea un pronunciamiento que sirva como punto de partida para el debate) desde el punto de vista de los mecanismos sobre los que la toma de decisiones pivota, es decir, del eje en el que se ponen las bases del futuro de este sector, tan importante desde cualquier perspectiva que adoptemos.
En dicho documento se habla, en primer lugar, de “impulsar una nueva visión y gobernanza turística público-privada recíprocamente comprometida con iniciativas que permitan al sector avanzar hacia un desarrollo turístico socialmente más sostenible, amparado en un(os) nuevo(s) modelo(s) turístico(s)”. Una declaración llena de inconcreciones, salvo una: mantiene (y repite posteriormente en varias ocasiones) el concepto de gobernanza público-privada, es decir, una gobernanza en la que sólo intervienen dos partes, “en torno a políticas e iniciativas públicas y empresariales que procuren, con la mayor convergencia de intereses, el mejor equilibrio de las futuras actividades turísticas con las expectativas y capacidad de acogida de las sociedades locales. Algo a lograr bajo la más estrecha colaboración público-privada, sujeta a una nueva gobernanza mejor estructurada, que tome en mayor consideración las diversas sensibilidades ciudadanas”. Hasta aquí, no alcanzo a ver dónde está el carácter novedoso de la propuesta, salvo que se refiera, graciosamente, a tener en cuenta en mayor medida que antes las inquietudes de quienes forman las comunidades anfitrionas, que en general venían siendo ignoradas.
Tampoco su materialización, aunque, continúa el documento, se trata de “progresar hacia nuevas políticas turísticas, prácticas empresariales y fórmulas de gobernanza público-privada que faciliten ese turismo más inclusivo, responsable y comprometido”. Limitándome al primero de los propósitos, ¿se entiende por inclusivo invitar a participar a los diversos grupos de interés, más allá de empresas y Administraciones públicas, en la definición de esas pretendidas “nuevas políticas turísticas” y, por tanto, en la toma de las correspondientes decisiones? (https://www.linkedin.com/pulse/gobernanza-tur%C3%ADstica-inclusiva-alfonso-a-vargas-s%C3%A1nchez-avfgf/). Aunque no queda claro, se alude, a continuación, a “impulsar con visión transversal de medio/largo plazo fórmulas jurídicas ágiles y flexibles de gobernanza turística público-privada”, con una serie de compromisos, entre ellos:
1.-”Promover la creación de nuevas entidades u órganos de verdadera cogestión público-privada tanto para la promoción de la demanda, como previamente para el diseño y mejora experiencial de la oferta turística en los destinos…bajo nuevos marcos jurídicos y consensos público-privados y compromisos recíprocos, siguiendo unas pautas de gradual cogestión muy profesionalizadas y basadas en unas hojas de ruta estratégicas, elaboradas con una visión transversal y de medio y largo plazo”. Teniendo en cuenta que en muchos destinos su gobernanza se sigue limitando a una concejalía y/o a un patronato de turismo netamente político, diría que esta propuesta tiene sentido.
2.-“Fomentar nuevos espacios de diálogo en colaboración con gobiernos, administraciones públicas y asociaciones ciudadanas, para promover sinergias de trabajo, establecer rumbos de futuro y abordar los distintos problemas locales indeseados que surjan a lo largo del proceso.” El punto siguiente sirve como concreción de éste.
3.-“Considerar, donde proceda, la creación de “Consejos Turísticos Ciudadanos”, formados por representantes de las comunidades de vecinos, autoridades locales y diferentes operadores del sector, con objetivo de conciliar los distintos intereses en barrios/zonas tensionadas tanto de ciudades, como de destinos turísticos maduros. Aconsejaría entre otros, sobre las inversiones más deseables en nuevas infraestructuras o el mantenimiento de las existentes, planes de movilidad y gestión del entorno, así como la definición y regulación de las capacidades y límites de carga de las zonas.” Queda patente, pues, su carácter netamente consultivo y de asesoramiento. Aun mereciendo una valoración positiva, la cuestión sigue siendo donde radica el poder para tomar las decisiones en materia turística, que el punto primero parece atribuir a esas “nuevas entidades u órganos de verdadera cogestión público-privada”. O sea: deciden políticos y empresarios una vez oídos, si fuera el caso, los demás grupos concernidos por la actividad turística.
Con otras formas, es el status quo que parece querer seguir consagrando este documento, de lo que se deriva su compatibilidad con la afirmación contenida en él en el sentido de que “el residente más constructivo debe jugar cada día más un papel central en el proceso decisorio para lograr, entre otros, inducir su mayor empatía por el sector y sus mejores sentimientos de acogida para con los turistas”. Reiterado más adelante: “Escuchar, cada día más, la opinión ciudadana constructiva de los residentes en los destinos, para incorporar su visión y compromisos en la identificación y gestión de los flujos más deseables para la comunidad”.
En suma, aunque sea al nivel más incipiente de carácter meramente consultivo, la propuesta de constituir estructuras permanentes de participación con la presencia del amplio elenco de partes interesadas en el desarrollo turístico, particularmente las comunidades locales, es un paso adelante, si bien no puede decirse que novedoso en la medida en que ya hay destinos que las han puesto en marcha, con sus variantes. El gran paso adelante sería no solamente darles voz, sino también voto en los procesos de toma de decisiones, al menos en ciertos asuntos que pueden afectar de forma más directa e inmediata a sus vidas cotidianas. Por ejemplo, no tendría por qué ser necesaria su intervención en la definición de las acciones de promoción del destino, pero sí en lo que respecta a la turistificación de zonas residenciales y a la mercantilización de los espacios públicos (https://theconversation.com/instituciones-empresas-y-ciudadania-un-triunvirato-para-la-sostenibilidad-del-turismo-208693).
Sea como fuere, sería aconsejable que un manifiesto de este tipo fuera asumido no sólo por una asociación de empresarios, por muy relevantes que sean sus integrantes, sino que se discutiera y acordara entre todos los grupos de interés, haciendo patente ese propósito inclusivo al que se alude, a modo de “Pacto por el Turismo”, conforme al contexto específico de cada destino.
Finalmente, analizemos en qué medida se cumplen los requisitos para abordar este tipo de problemas complejos (malvados):
1º Pensamiento sistémico (capacidad para entender los problemas en su conjunto y en su contexto). No parece que este documento esté suficientemente impregnado de esta cualidad, pues no se trata sólo de involucrar al “conjunto de la cadena de valor del sector privado” y de “su voluntad de relacionarse de manera más responsable con el entorno y con las expectativas ciudadanas”, sino de incluir, también, otros sectores con lo que mantiene una fuerte interacción para, por ejemplo, impulsar la circularidad en el turismo (https://theconversation.com/el-futuro-del-turismo-sera-circular-o-no-sera-154769). Las experiencias de los hoteles circulares en la isla de Mallorca o las Comunidades Turísticas Circulares en la isla de Tenerife son buenos botones de muestra, que deberían extenderse con la mayor celeridad posible.
2º La existencia de un marco de confianza y colaboración entre las partes concernidas. La imprescindible empatía y escucha activa que ha de cultivarse para llegar a soluciones de compromiso entre ellas requiere de un liderazgo que ha de ser compartido, no sólo de una parte: nada que objetar a que se tome la iniciativa, bien al contrario, pero a partir de ahí el documento ha de abrirse a otras aportaciones. No pocas veces ese liderazgo generador de confianza (menos vertical, en el que poco se practica ese principio de “dialogar para convivir” que incluye el Manifiesto) se echa en falta para lograr consensos al menos en torno a un mínimo común denominador que genere adhesiones. Tejer complicidades, no confrontaciones, es clave en la situación actual (véase, si no, el siguiente ejemplo: https://www.diariodesevilla.es/sevilla/nueva-ordenanza-veladores-solivianta-vecinos-sevilla_0_2001540537.html).
3º La co-creación de soluciones. No puede ser cosa de dos, como se sugiere con la continua referencia a la colaboración público-privada (Administraciones públicas y organizaciones empresariales), si no de todos. No enfocarlo así será como lanzar un bumerán que se nos volverá en contra.
En resumidas cuentas, esperemos que estas propuestas no se sustancien como en la obra universal “El Gatopardo” (1958), del escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa, con la siguiente frase celebérrima: “Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie”. La gobernanza del turismo no puede, de ninguna manera, seguir igual, o simplemente ser objeto de alteraciones cosméticas, de forma más que de fondo: debe evolucionar y entrar, de verdad, en una nueva fase para que la turismofobia, en una sociedad que no va contra el turismo sino contra la ausencia de ciertos límites, también lo haga.
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