Con motivo del Día Mundial del Turismo 2024: paz entre residentes y visitantes
23 septiembre, 2024 (01:01:31)#WTD24
Como en otras ocasiones, me permito hacer mi muy modesta contribución a este día tan especial para el turismo a escala global, como cada 27 de septiembre.
Es claro que el lema de este año, “Turismo y Paz”, tiene un alcance diferente al que le daré en este artículo, pero a la vista de cómo se ha ido extendiendo la “mancha de aceite” del conflicto en las comunidades receptoras de los flujos turísticos, con problemas de convivencia cuya intensidad ha ido subiendo en no pocos casos, considero que vale la pena tratar de aportar algo más para contribuir a la paz (más bien armonía, como inmediatamente se expresará) entre quienes residen en un destino y quienes lo visitan. Y ello partiendo de la base de que las protestas de las comunidades de acogida no son contra el turismo, sino contra los modelos de crecimiento que han dado lugar a situaciones de saturación con efectos sociales y ambientales indeseables que debieran corregirse, no improvisando por la presión de los acontecimientos y buscando un alivio a corto plazo con medidas paliativas parciales de carácter restrictivo e impositivo dictadas unilateralmente, sino con una planificación integral de los destinos y una nueva gobernanza de los mismos.
En suma, en lo que sigue el argumento girará en torno a la generación de turismofilia a partir de un nuevo concepto: el de destino turístico armonioso.
La armonía puede definirse como la proporción y correspondencia de unas cosas con otras en el conjunto que componen. O como el equilibrio de las proporciones entre las distintas partes de un todo. Aplicada al turismo, es evidente que, hoy por hoy, esta característica no puede ser atribuida a muchos destinos en los que sus desproporciones o desequilibrios han dado lugar a fenómenos como la turismofobia, que la post-pandemia ha acentuado, y que impiden una co-existencia armónica entre residentes y visitantes (turistas y excursionistas), así como entre empresas prestadoras de determinados servicios (como las de alojamiento) y entre el crecimiento turístico y la conservación (incluso regeneración) del medio ambiente. El sector turismo debería hacer, pues, un “reset” general a partir de bases conceptuales nuevas, pues no se trata de problemas coyunturales.
Sólo aquellos destinos que consigan restablecer los equilibrios perdidos (o mantenerlos si existieran) podrán tener un futuro prometedor, y ello pasa por asumir el concepto de “destino turístico armonioso”, que toma como base el de “empresa armoniosa” [1], siendo una adaptación personal de éste.
Habrá quien lo interprete como la expresión de una utopía; quien suscribe lo plantea como un proceso de cambio, aunque sea lento y a largo plazo, si bien su aplicación, y el ritmo de la misma, dependerá de los gestores de cada destino y de las organizaciones que en él operan.
Un destino turístico es armonioso cuando la variedad de relaciones polifónicas que lo constituyen expresa consonancia como resultado. En la multiplicidad y diversidad de voces que se mezclan, cada una con su propio tono en función de sus respectivos roles e intereses, radica la complejidad de un destino turístico y su gestión: un complejo mosaico cuyas piezas han de encajar para que el resultado de la interacción entre sus elementos (privados y públicos) no manifieste disonancia o disconformidad entre ellos, sino concordancia y conformidad. Y eso sólo es posible si la polifonía de sus variopintos elementos se integra equilibradamente en una partitura o guión, de forma tal que no existan versos sueltos, sino versos hilvanados armónicamente.
Para ello, se ha de entender que la polifonía armoniosa de un destino turístico no es ni única ni inmutable. Como sujeto vivo en interacción con el ecosistema del que forma parte, un destino debe gestionarse dentro de su contexto, cambiante por naturaleza, para llegar a ser armonioso. Por tanto, cada partitura o guión deberá ser, también, un documento vivo, abierto, en actualización permanente, afectando a las voces que la convierten en una polifonía renovada, pero que sigue siendo armoniosa. En suma, un destino turístico no podrá alcanzar este estatus si se actúa separándolo, aislándolo, de su contexto, porque éste es singular, único. Ni tampoco podrá si no es suficientemente ágil como para adaptarse y acompañar sus cambios.
A su vez, un destino turístico armonioso es aquel que está impulsado por la visión de desempeñar en la sociedad un rol favorecedor del bienestar de todos los sujetos que lo integran, de aquellos con quienes interactúa, de la comunidad que la alberga, del entorno natural en el que opera y de las generaciones futuras. Coherentemente con este propósito, un destino turístico que aspire a alcanzar la armonía debe funcionar de una manera determinada, así como sus integrantes. Así:
*En un destino turístico armonioso no se habla de residentes y visitantes, sino de una comunidad de usuarios con diferentes necesidades a quienes hay que prestar los servicios que demandan. La expresión “destino turístico” tiende a hacer que todo gire en torno al turista (y al excursionista), con el riesgo de generar desequilibrios respecto a los residentes.
*Su carácter armonioso se logra a través de un ente gestor que aplica una gobernanza inclusiva, integradora de sus múltiples grupos de interés, con decisiones orientadas al bien común. Ese ente actúa estimulando la creación y difusión de productos turísticos útiles, funcionales y bellos, que sean fruto de elecciones guiadas por criterios de sostenibilidad y accesibilidad.
*Toda acción de quienes integran un destino turístico armonioso está orientada a dar lo mejor de sí y a la búsqueda de la excelencia. Ese deseo de hacer las cosas bien se apoya en la combinación de velocidad y lentitud, acción y pensamiento, racionalidad e intuición.
*En un destino turístico armonioso, el centro de la arquitectura estratégica de sus prestadores de servicios (entidades públicas, empresas privadas) es su capacidad para responder a las necesidades de los usuarios con los que interactúan y, por tanto, de producir el mayor bienestar posible para todos ellos. El beneficio no es más que un medio para lograr este fin, que surge de la difusión del bienestar entre los actores que operan en el destino turístico, con los que el ente gestor del mismo dialoga de forma sistemática y constructiva.
*Los procesos de toma de decisiones se sitúan en un horizonte de largo plazo, a la vez que son vividos aquí y ahora teniendo presente la memoria del pasado y la visión del futuro.
*Adicionalmente, la imaginación, las emociones, la creatividad, la innovación, la tecnología, el conocimiento y la inteligencia competitiva son palancas de cambio que actúan en el interior de los destinos y que han de ponerse al servicio del mantenimiento o restablecimiento de su armonía.
*Entre los valores que moldean el emprendimiento, la gestión y las acciones en un destino armonioso están la belleza, la escucha, el respeto, la confianza, el sentido comunitario, el diálogo, la generosidad de dar y compartir, el cuidado, la humildad, la tenacidad, el optimismo, el atrevimiento, la agilidad, la amabilidad y la responsabilidad, así como los sueños.
En definitiva, de esa armonía emanará la competitividad y la turismofilia. El futuro será, por tanto, de los destinos turísticos armoniosos, es decir, de aquellos que consigan establecer una trama de relaciones equilibradas con y entre todos sus grupos de interés. Más importantes que las acciones son las interacciones: sólo de interacciones armoniosas emanarán acciones que irradien bienestar.
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[1] Baccarani, C., Brunetti, F., & Martin, J. “Manifesto for the Harmonious Enterprise”. The Good Business Academy, 2024. Mi agradecimiento al Profesor Claudio Baccarani por sus sugerencias para mejorar este texto.
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