Una apología de la democracia turística
6 febrero, 2018 (10:10:10)Se leía hace poco, en este mismo medio, un artículo en el que el entrevistado, hablando sobre viviendas turísticas, indicaba que «es la sociedad la que tiene que hacer valoraciones y tomar decisiones». Y la verdad no puedo esta más de acuerdo con dicha afirmación, aunque quizá el dicente olvidó que la sociedad no es otra cosa que el conjunto de personas, pueblos o naciones que conviven bajo normas comunes. Y ese conjunto de personas ya se ha pronunciado, ya está decidiendo: deciden cuando, libremente, escogen hospedarse en un alojamiento que responde mejor a sus necesidades familiares; deciden cuando prefieren una mayor integración en el entorno local; deciden cuando quieren un trato personalizado, directo y cálido por parte de un anfitrión comprometido; deciden cuando prefieren guiarse por la valoraciones que hagan otros usuarios de un alojamiento en vez de por una categoría administrativa; deciden cuando eligen sentirse como en ‘casa’ en sus viajes; deciden cuando eligen ‘experimentar’ la ciudad en vez de ‘consumirla’, es decir, sus actos son consecuencia de sus decisiones. A fin de cuentas, la respuesta de la sociedad está en sus decisiones, y ya no hay duda alguna: la sociedad está hablando.
La reticencia al cambio es algo de lo que suelen hacer gala los que, con reaccionaria actitud, pretenden la estanqueidad de un mercado en aras de su propio beneficio. Y es lo que vemos ahora en pequeño grupúsculo, que alineado, curiosamente, con los intereses de los dirigentes más populistas, pretender frenar el auge de esta nueva oferta (la demanda es no solo imparable sino incuestionable). Los argumentos que esgrimen son de lo más variados, desde la falacia del “no pagan impuestos” (digo falacia pues no sé en que dato objetivo se basan para decir esa sandez) hasta la ´supuesta’ inseguridad que genera, inseguridad para «su» mercado entiendo yo.
Las Viviendas Turísticas suponen la democratización no solo de la demanda turística (tiene más donde elegir) sino también el de la oferta, pues elimina barreras de entrada a un mercado antes reservado a no muchos. La oferta es ahora transversal y dinámica, y estos nuevos alojamientos poseen una gran capacidad de respuesta a los vaivenes del mercado (una vivienda turística es, de facto, una vivienda y el cambio de una realidad jurídica a otra es inmediata, no así en otras tipologías alojativas), por lo que es más fácil que la riqueza que genera este sector se distribuya entre un mayor número de agentes.
No obstante, no son todo dinosaurios asustados ante la llegada del meteorito del cambio que claman al Estado con proteccionismo. Los hay, y muchos, que han entendido hacia dónde vamos y se adaptan, se actualizan, coordinan esfuerzos, dinamizan su oferta y miran con ilusión el nuevo horizonte que aparece ante ellos, contribuyendo a crear un sistema de oferta alojativa en el que quepan todos, no solo los que ponen espacios a disposición de los turistas, sino los turistas mismos, con sus particularidades, gustos y decisiones libres. Pues a fin de cuentas, los que se oponen a la sana competencia no hacen más que intentar cercenar libertades ajenas. Por ello, adaptémonos, todos, a esta nueva demanda, para ofrecer un turismo de calidad y calidez, en el que sin luchas internas logremos mantenernos como un destino excelente.
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