Guerra comercial y turismo: cuando el proteccionismo frena el viaje
22 abril, 2025 (10:07:02)En los últimos meses, hemos asistido a una intensificación de las tensiones comerciales a nivel internacional, con Estados Unidos liderando una nueva ola de incrementos arancelarios que afecta no solo a productos manufacturados, sino también a sectores clave del turismo y el comercio internacional. Esta nueva política proteccionista, enmarcada bajo el paraguas de la defensa de la industria nacional y la corrección de déficits comerciales, está generando importantes reacciones por parte de otros bloques económicos como la Unión Europea, China o algunos países de América Latina.
Desde la perspectiva del derecho comercial internacional, esta dinámica de represalias cruzadas supone una alteración del principio de estabilidad jurídica y previsibilidad que debe regir las relaciones económicas internacionales. El sistema multilateral de comercio, articulado en torno a la Organización Mundial del Comercio (OMC), se ve así tensionado hasta sus límites, al tiempo que se reabren debates sobre su vigencia, eficacia y capacidad para resolver disputas de esta naturaleza.
En el plano práctico, el impacto directo se traduce en una creciente incertidumbre para operadores económicos que, hasta hace poco, planificaban sus actividades con márgenes estables y previsibles. Las cadenas de suministro internacionales —particularmente aquellas que dependen de la logística intercontinental— están siendo obligadas a rediseñar sus rutas, asumir sobrecostes o incluso cancelar operaciones no rentables por el efecto de los nuevos aranceles.
En el sector turístico, aunque en principio pudiera parecer ajeno a estas disputas comerciales, los efectos ya son perceptibles. Los aranceles sobre productos agrícolas, bebidas alcohólicas, textiles o equipamiento tecnológico afectan directamente a los costes de las empresas hoteleras, de restauración y de ocio que importan estos productos. A esto se suma el efecto disuasorio que puede tener la incertidumbre comercial en la demanda turística internacional: un entorno económico inestable frena el consumo, retrae las inversiones y afecta negativamente al flujo de turistas, especialmente en mercados emisores sensibles a los precios como el estadounidense.

Por otro lado, cabe recordar que la industria turística está interconectada con el comercio en numerosos puntos: desde la importación de bienes para abastecer complejos hoteleros, hasta las políticas de visados y conectividad aérea que dependen, en muchos casos, de la relación diplomática y comercial entre Estados. Un deterioro prolongado de estas relaciones puede traducirse, también, en barreras no arancelarias que compliquen aún más la movilidad y la actividad turística internacional.
Además, para las empresas tecnológicas que prestan servicios al sector turístico (como plataformas de reservas, soluciones de gestión o big data aplicados al viajero), la fragmentación del mercado global puede suponer restricciones adicionales al flujo transfronterizo de datos, restricciones a la exportación de software o sanciones comerciales que afecten la colaboración entre países.
En este contexto, las empresas que operan internacionalmente —y muy especialmente aquellas del sector turístico y comercial— deben reforzar sus mecanismos de compliance comercial y aduanero, monitorizar la evolución normativa en materia arancelaria y considerar con mayor frecuencia la figura del due diligence en sus relaciones contractuales internacionales, anticipando posibles riesgos legales y económicos derivados de estas políticas.
Conclusión
Desde una perspectiva jurídico-comercial, la guerra arancelaria en curso no solo representa un fenómeno económico, sino una alteración sistémica de las reglas que han regido el comercio internacional en las últimas décadas. Las consecuencias para el turismo global, si bien menos inmediatas, pueden ser profundas y duraderas, afectando a la estructura de costes, la demanda internacional y la estabilidad de mercados clave.
Bajo mi punto de vista, considero que la única salida realista y sostenible pasa por la recuperación del diálogo multilateral y el fortalecimiento del marco normativo de la OMC. Solo así podrá garantizarse una economía global equilibrada y un sector turístico resiliente, capaz de seguir siendo motor de desarrollo económico, generación de empleo y mantener una fluida conexión turística.
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