Turismo de aventuras, ¿qué es y cuál es su impacto económico?
Ostelea publica un informe sobre el sector del turismo de aventuras a nivel mundial 2 julio, 2020 (01:39:25)A nivel económico, el turismo de aventuras se verá, sin duda, tan afectado por la crisis de la Covid-19 como el resto de la industria. No obstante, su incluso mayor dependencia de los desplazamientos internacionales y el papel que juegan muchos países empobrecidos en este sector hacen suponer que el golpe pueda ser incluso mayor y la velocidad de recuperación bastante imprevisible.
La escuela de turismo Ostelea ha publicado recientemente un informe sobre el sector del turismo de aventuras a nivel mundial con atención especial en Perú, uno de los destinos emergentes que más ha trabajado este ámbito de la industria.
El informe trata de delimitar qué puede ser considerado como turismo de aventuras, cuáles son sus orígenes, su impacto económico actual y las tendencias que empiezan a despuntar.
La definición más aceptada tiene apenas diez años y es obra, de la Adventure Travel Trade Association, la asociación sectorial más importante en el ámbito del turismo de aventuras, con socios de más de 100 países, una organización que, aunque cuenta con una gran aportación académica, tiene una orientación fundamentalmente empresarial:
“Viaje de aventuras puede ser cualquier actividad turística que incluya dos de los siguientes tres componentes: una actividad física, un intercambio o interacción cultural y una actividad sostenible en la naturaleza” (ATTA, 2010: 2).
Si bien otros autores reconocen que pueden realizarse actividades a cubierto y en ámbitos urbanos), la necesidad de determinado equipamiento y la experiencia que viven los turistas, no en balde R. Buckley, uno de los expertos más importantes en el ámbito del turismo de aventuras, reconoce que “cualquier cosa que el turista considere como una aventura puede ser incluida como turismo de aventura” (2010: 7).
En cuanto a sus orígenes, los antecedentes del turismo de aventuras pueden rastrearse como poco hasta las primeras excursiones alpinistas de finales del siglo XVIII y principios del XIX y a la reacción romántica y posromántica a la urbanización, industrialización y modernización de la vida cotidiana que idealizó la “naturaleza” y lo “salvaje”. Del mismo modo, las actividades de caza y pesca, muy populares entre las clases altas desde finales del XIX, el esquí y el piragüismo de aguas bravas, que estas mismas clases adoptaron como formas de distinción desde los años 30 del siglo XX, pueden considerarse los primeros inicios del turismo de aventuras. La incorporación de las clases medias y de una parte de la clase trabajadora de los países centrales del capitalismo a los viajes turísticos a partir de los años 50 y 60 convirtió algunas de estas actividades en el segmento de la industria turística que conocemos como turismo de aventura.
Este desplazamiento llevó a las clases altas a buscar actividades más exclusivas, como en su momento pudo ser el ascenso al Everest, que con el tiempo han ido siendo absorbidas, en su inmensa mayoría, por la industria turística, si bien muchas de estas actividades siguen teniendo un claro componente de distinción de clase (i.e. los safaris de caza). En cualquier caso, los datos de estancia y gasto que indican que el mercado del turismo de aventura se caracteriza por su elevada posición social que conlleva tiempo disponible y el deseo de experiencias emocionantes (Morgan, 2016: 10).
El riesgo, o la simulación del mismo, constituye una parte intrínseca del turismo de aventura. Esta perspectiva lleva a diferenciar dos grandes grupos de actividades de turismo de aventuras, las “duras” y las “suaves” (OMT, 2014). Si bien es muy difícil encontrar acuerdos generalizados sobre qué actividades pertenecen a cada categoría, de manera muy general, podemos decir que aquellas que requieren un alto grado de especialización, experiencia y destreza física pueden considerarse “duras”, mientras que las actividades que pueden realizarse sin conocimiento ni entrenamiento específico previo estarían en la categoría de “suaves”. No obstante, la tendencia en la industria es a conseguir que actividades consideradas “duras” hasta hace poco tiempo puedan ser practicadas por públicos cada vez más grandes gracias a la utilización de tecnologías, de guías o monitores y a la reducción consiguiente del riesgo asociado, no de otro modo podrían entenderse los atascos en la ascensión al Everest (El País: 25/05/2019).
A nivel económico, el turismo de aventuras se verá, sin duda, tan afectado por la crisis de la Covid-19 como el resto de la industria. No obstante, su incluso mayor dependencia de los desplazamientos internacionales y el papel que juegan muchos países empobrecidos -más vulnerables desde un punto de vista sanitario y con unas previsibles mayores dificultades para reestablecer una cierta libertad de movimiento de personas- en este sector hacen suponer que el golpe pueda ser incluso mayor y la velocidad de recuperación bastante imprevisible.
Veremos a continuación, no obstante, cuál era el impacto económico del turismo de aventuras a nivel mundial y sus previsiones de crecimiento antes de la pandemia de Covid-19. Las previsiones que se podían obtener de estas cifras, si bien necesitarán una revisión, seguirán siendo útiles para el periodo de recuperación y reconstrucción.
Las valoraciones más recientes del mercado mundial de turismo de aventuras se mueven entre los 683 mil millones de dólares en que lo valora la Adventure Travel Trade Association (ATTA, 2018) usando la definición del mismo que vimos más arriba, con una tasa de crecimiento anual compuesto del 21% (IFC, 2017), una estimación que no tiene en cuenta ni los viajes domésticos ni el turismo emisor asiático. Y los 745 mil millones de dólares según la Internacional Finance Coporation (IFC, 2017), esta última entidad incluye para sus estimaciones senderismo, piragüismo, rafting, turismo mochilero, turismo de naturaleza/ecoturismo, observación de aves, buceo y algunas formas de turismo cultural.
Lo que parece innegable es el fuerte crecimiento que este sector lleva viviendo durante la última década. En 2010 la ATTA valoraba el turismo mundial de aventura en 89 mil millones de dólares. La misma organización consideraba en 2013 que el sector había crecido un 195,51% llegado a un valor total de 263 mil millones de dólares (ATTA, 2014). Llegando en 2018 a casi triplicar esta cifra con la ya mencionada valoración de 683 mil millones de dólares, un 667,42% más que en 2010 (ATTA, 2018)
Tres parecen ser las causas fundamentales de este enorme crecimiento. En primer lugar, el aumento del mercado mundial total de turistas que no ha dejado de crecer desde 2010; En segundo lugar, el incremento de turistas interesados en actividades de aventura durante sus viajes; Y, en tercer lugar, el aumento constante del gasto medio por turista y día que tampoco ha dejado de crecer durante esta década (ATTA, 2014).
En 2012 cuando se publicó el Adventure Tourism Development Index (ATDI, 2012) se estimaban en un 25% los viajes que incluían algún tipo de componente de aventura, pero la previsión era que este porcentaje se doblase en 2050 cuando al menos la mitad de los desplazamientos turísticos incorporarán algún elemento de aventura.
A falta de disponer de datos más actualizados a este respecto, la ATTA cifraba en 2013 en un 40% el número de viajeros europeos que buscan actividades de aventura cuando hacen turismo, la misma cifra que los viajeros sudamericanos y muy lejos del 15% de los turistas norteamericanos. Por su parte, los turistas de China, Rusia e India muestran cada vez, tal y como preveía la publicación de ATTA un mayor interés por los viajes de aventura.
Las estimaciones más recientes y fiables apuntan a que el turismo de aventura destaca por encima de otros segmentos de la industria turística en gasto por persona. En 2014 este se valoraba en una media de 3.000USD por persona en viajes medios de ocho días, lo que arroja un gasto medio diario por persona de 375USD (ATTA, 2014).
Del mismo modo destaca el índice de retorno a las comunidades locales de este tipo de turismo que se estima, según los turoperadores de aventura en un 65,6% del total del coste de los paquetes (ATTA, 2014)
Los cálculos de otra fuente, el Centre for the Promotion of Imports (2020) dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores de los Países Bajos, corroboran lo dicho e indican que los europeos hacen unos 100 millones de viajes de aventuras a un país diferente del de su residencia habitual cada año. La misma organización vuelve a corroborar los datos de ATTA señalando que alrededor de dos tercios de todos los gastos de los viajeros de aventuras se producen en el destino, cifra que calculan en unos 350€ por persona y día, número muy similar al ofrecido por ATTA.